Cleopatra se mantuvo en silencio, inspeccionando atentamente lo que estaba en la pantalla de su computador. Frunció ligeramente el ceño, mientras los recuerdos llegaban a su mente de manera rápida, sin poder frenarlos. Cada imagen, cada sonido, cada sensación se entrelazan en un torbellino de emociones que la dejaban sin aliento. Suspiró profundamente, tratando de calmar el tumulto interno. Pestañeó varias veces, como si con ese simple gesto pudiera disipar las sombras del pasado. Con un movimiento decidido, tomó el teléfono y marcó un número conocido. El tono de llamada resonó en sus oídos, cada segundo se sentía eterno. Finalmente, una voz familiar respondió al otro lado de la línea.
— ¿Pasó algo? —La voz del otro lado sonó con un tono preocupado—. Cleopatra, son las dos de la madrugada...
— Perdóname, Aaron. Escucha, sé que no quieres hablar conmigo, que no quieres verme y no sé qué más, pero hice un descubrimiento. —Un bufido resonó desde el otro lado, notando la molestia. Cleopatra aguardó unos segundos, con la esperanza de que aceptara.
— Vamos, dime lo que has encontrado... —El alivio recorrió el cuerpo de ella.
— Estuve revisando las notas de la interrogación de Luciano, encontré muchas cosas que no coinciden, Aaron. Es todo demasiado extraño.
Aaron suspiró, y Cleopatra pudo imaginarlo frotándose los ojos, tratando de despejarse.
— ¿Qué tipo de cosas? —preguntó, su tono ahora más serio y atento.
— Hay inconsistencias en las fechas y en los testimonios. Algunas declaraciones se contradicen entre sí, y hay detalles que simplemente no cuadran. —Cleopatra hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas—. Creo que alguien está tratando de ocultar algo, y no sé hasta qué punto esto puede llegar.
Hubo un silencio tenso antes de que Aaron respondiera.
— ¿Tienes alguna teoría?
— No estoy segura todavía, pero necesito tu ayuda para revisar todo esto. Sé que es mucho pedir, especialmente a esta hora, pero no puedo hacerlo sola.
Aaron permaneció en silencio por unos momentos, y Cleopatra sintió que su corazón latía con fuerza en su pecho. Finalmente, él habló.
— Está bien, mándame todo lo que tienes. Lo revisaré y te llamaré en la mañana.
— Gracias, Aaron. De verdad, gracias. —Cleopatra sintió una oleada de gratitud y alivio.
— No hay de qué. Ahora intenta descansar un poco, ¿sí? —dijo Aaron, con un tono más suave.
— Lo intentaré. Buenas noches.
— Buenas noches, Cleopatra.
Cleopatra colgó el teléfono y se quedó mirando la pantalla de su computador. Sabía que había dado un paso importante, pero también era consciente de que el camino que tenía por delante sería complicado y lleno de desafíos. Sin embargo, por primera vez en mucho tiempo, sentía que no estaba completamente sola en esta búsqueda de la verdad.
Mientras esperaba la respuesta de Aaron, su mente volvió a las notas de la interrogación de Luciano. Luciano no era cualquier criminal; era un asesino en serie y narcotraficante muy buscado por toda Italia. Su vida había sido una farsa, una elaborada fachada que ocultaba sus verdaderas actividades.
Luciano había logrado evadir a las autoridades durante años, construyendo una red de contactos y aliados que le permitían operar con impunidad. Sus crímenes eran atroces: asesinatos meticulosamente planeados y ejecuciones frías que dejaban un rastro de terror a su paso. Además, su implicación en el narcotráfico había devastado comunidades enteras, extendiendo su influencia y poder.
Cleopatra recordó cómo había conocido a Luciano, bajo una identidad completamente diferente. Nunca habría sospechado que detrás de su apariencia carismática y su comportamiento encantador se escondía un monstruo. Ahora, con las nuevas evidencias en sus manos, comprendía la magnitud del engaño.
El sonido de una notificación en su computador la sacó de sus pensamientos. Era un mensaje de Aaron. Había revisado los documentos y estaba tan sorprendido como ella. "Esto es más grande de lo que imaginaba", escribió. "Necesitamos reunirnos, creo que podemos conseguir algo más de esto".
Cleopatra suspiró, relajándose poco a poco mientras el peso de la noche la envolvía. Decidió acostarse, aunque el insomnio se apoderaba de ella. Las noches siguientes a la captura de Luciano la tenían preocupada, y su mente no dejaba de repasar los eventos recientes. Estar en el mismo sitio que ese maníaco psicópata no le gustaba, pero a su vez era donde más segura se encontraba.
Se tumbó en la cama, sintiendo la suavidad de las sábanas contra su piel. Cerró los ojos, intentando calmar su mente. Recordó la mirada fría y calculadora de Luciano cuando lo secuestraron, y un escalofrío recorrió su espalda.
El silencio de la noche era interrumpido solo por el suave murmullo del viento contra las ventanas. Cleopatra se giró de un lado a otro, buscando una posición cómoda. Sabía que debía descansar, pero su mente no dejaba de trabajar. Pensó en las medidas de seguridad que había tomado, en los guardias que vigilaban la base, y en las cámaras que monitorean cada rincón. A pesar de todo, no podía evitar sentir una inquietud constante.
Finalmente, se levantó de la cama y caminó hacia la ventana. Miró hacia el jardín, iluminado tenuemente por la luz de la luna. Respiró hondo, tratando de encontrar consuelo en la tranquilidad del paisaje nocturno. Sabía que debía ser fuerte, que no podía dejarse vencer por el miedo. Luciano estaba bajo custodia en la celda más oscura y resguardada de la base, y ella estaba rodeada de protección.
Cleopatra volvió a la cama, decidida a intentar dormir una vez más. Cerró los ojos y se concentró en su respiración, dejando que el ritmo constante la calmara. Poco a poco, el cansancio comenzó a vencerla, y se sumergió en un sueño inquieto, con la esperanza de que el amanecer trajera consigo un nuevo día y, quizás, un poco de paz.
A la mañana siguiente, Cleopatra se dirigió a la cocina en busca de café. Al entrar, se encontró con Aaron, quien estaba de pie junto a la cafetera, sirviéndose una taza. El ambiente se tensó de inmediato.
Editado: 13.11.2025