Un Baile Sin Colores

Capítulo 3: Sur

Tres meses después

—¡Corre más rápido, Bella! ¡Vamos a llegar tarde! —grité mientras ambas corríamos como locas por el campus. Era nuestro primer día de clases en la universidad y ya íbamos tarde.

Bella y yo logramos entrar a la misma universidad, a diferencia de Tyler, que se fue a estudiar a Alemania con una beca. Así que ahora éramos solo la pelirroja y yo, corriendo como desquiciadas porque alguien —no diré nombres, yo— puso la alarma para las 8:00 p. m. en vez de las 8:00 a. m.

Me detuve frente al salón 1102, tomé aire intentando no parecer una muerta y entré como si todo estuviera bajo control.

—Recuérdame no dejarte poner la alarma nunca más —murmuró Bella, jadeando como si acabara de correr un maratón.

—Anda, no seas exagerada. Ese cardio matutino te hizo bien —bromeé, sabiendo que Bella detesta hacer ejercicio.

Nos sentamos juntas en el centro del salón. Poco a poco, los demás estudiantes fueron entrando, y pronto el profesor llegó para empezar a dar instrucciones sobre el primer informe.

De pronto, la puerta se abrió de golpe.

—¿Por qué no me sorprende verlo cinco minutos tarde, joven Gilbert? —dijo el profesor con el ceño fruncido.

—¡Porque tuve que cambiarme la camisa! ¡Dos locas corriendo como maniáticas por la universidad me tiraron encima todo el café! —respondió él, visiblemente molesto.

Mi alma abandonó mi cuerpo. Ahora lo recordaba… sí había chocado con alguien esta mañana, pero estaba tan enfocada en no llegar tarde que ni lo registré. «Niña, ¿qué hiciste?», me reproché mentalmente.

El chico —Gilbert— pasó junto a mí. Sentí su mirada clavarse como cuchillos en mi nuca. Me negué a mirarlo. "Si no lo veo, no existo, si no lo veo, no existo", me repetí una y otra vez. Si lo hacía, era como confesar: "Sí, fui yo, la loca que te bañó en café y causó tu humillación frente al profesor".

Por suerte, la clase pasó rápido. El resto de las materias también volaron, y al mediodía, Bella y yo ya estábamos en la cafetería comiendo tranquilas.

No podía creer que ya estuviera estudiando psicología, y con mi mejor amiga, que estaba en Derecho. ¡El dúo perfecto!

—Creo haber visto a ese chico en alguna parte —comentó Bella, frunciendo el ceño mientras pinchaba su ensalada.

—Claro, lo empujé esta mañana tratando de llegar temprano.

—No, no, no. Me refiero a antes. Lo ayudé cuando el café se le cayó encima… —añadió como si nada, dejándome boquiabierta.

—¡¿Y por qué no me dijiste nada?!

—Te lo dije, pero ya ibas doblando la esquina —se defendió—. Pero en serio, lo he visto antes…

Estaba a punto de responderle cuando sentí un líquido viscoso y con olor a papaya empaparme el cabello. Grité. Todos en la cafetería se voltearon a mirarme… y luego estallaron en carcajadas.

Levanté la vista con furia… y ahí estaba él. Gilbert.

—¡Eres un hijo de puta! —grité, y le lancé un puñetazo sin pensarlo. El chico se quedó en shock, como si jamás se hubiera imaginado que reaccionaría así, y aquello me enfureció más. ¿Qué esperaba? ¿Una puta nevera? Lo vi tocarse la cara... y sonreír.

¡Oh, Dios mío, ahora sí lo mato!

—¡Ey, ey, cuidado, fiera! Que si me das de nuevo, te tiro el aderezo de tu amiga —amenazó burlón, sobándose el lugar donde lo golpeé—. Eso te pasa por andar empujando gente —añadió con sarcasmo.

Volví a alzar el puño, lista para rematarlo, pero él fue más rápido y me sujetó con fuerza, impidiendo que lo golpeara otra vez.

—Tranquila, papaya —susurró en mi oído antes de soltarme y marcharse como si nada.

Agarré mis cosas, humillada y furiosa. Necesitaba una ducha urgente.

—Ya sé dónde lo he visto —dijo Bella en voz baja mientras salíamos—. Es el chico que bailó contigo en LIV.

«Dime que esto es una maldita broma.»

*

Desde que Bella me soltó esa revelación, no pude quitármelo de la cabeza. Así que tomé una decisión: evitarlo a toda costa.

El problema era que él no parecía tener el mismo plan. Cada vez que llegaba a mi dormitorio encontraba un nuevo adorno con forma de papaya: llaveros, libretas, lápices, stickers. Mi mesa de noche parecía un altar a la fruta maldita.

Por suerte, había llegado mi día favorito: viernes. Ya había terminado todas mis clases y lo único que quería era dormir.

Al entrar a la habitación a las seis de la tarde, me encontré con Bella revolviendo su armario como si el mundo se acabara.

—¿A dónde vas?

—¿A dónde vamos, querrás decir —me corrigió sin mirarme—. Vamos al Sur.

—¿¡Al Sur!? ¿Estás loca?

—Conocí a un chico. Me invitó a verlo pelear. Y recuerda nuestra promesa.

Me llevé la mano a la cara. Esa estúpida promesa… Cuando vimos Tres Metros Sobre el Cielo en secundaria, prometimos que si alguna conocía a un tipo como H, la otra tenía que acompañarla a las peleas para protegerla.



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En el texto hay: racismo, amor y musica, baile y musica

Editado: 05.05.2025

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