Un bebé para el príncipe. [#7 de la Saga Heredero]

Capítulo 3: Pecado.

Kurgan.

Desde el día en que me había cruzado con esa chica, ella no ha salido de mi cabeza. Ella está metida en mi cabeza día y noche.

Lo cual es una tortura porque yo no debería pensar en nadie más que no sea en el pacto que hice con Dios.

La hermana Selenia, Sor Caridad y Aurora regresaron al otro día.

Y para su sorpresa todo iba viento en popa con respecto a la recaudación de fondos para el orfanato. Solo hubo que ultimar algunos detalles, pero tres días después estábamos listo para llevar a cabo la recaudación.

Las demás hermanas y yo acordamos vender de todo tipo de cosas para recaudar todo el dinero que nos sea posible.

Colocamos puestos de comida, artesanías, pintura, e incluso colocamos un puesto de libros.

Tenemos todo para sacarle todo el provecho a esta recaudación de fondos.

Sor Caridad y yo nos paseamos por el patio del orfanato con una gran sonrisa en nuestros labios.

—Fue un trabajo duro, pero el resultado es hermoso, Kurgan.

—Cuando las cosas se hacen a base de esfuerzo, el resuelto es mejor de lo que esperabas.

Sor Caridad asintió, y siguió paseándose por el lugar con una gran sonrisa en sus labios.

Cuando recorrimos todos los puestos, Sor Caridad y yo nos dirigimos hacia la madre que llevaba el orfanato.

—Gracias por hacer esto por nosotros.

—Para nosotros es un placer ayudar, hermana Clara.

—Qué Dios se lo pague Sor Caridad.

—No todo el crédito es mío, hermana. Porque Kurgan fue quién enlazó las ideas para que este evento se esté llevando a cabo el día de hoy.

—Gracias, Kurgan.

—Para mí es un verdadero placer ayudar, hermana.

La hermana Clara me brindo una gran sonrisa.

La cual se hizo más grande cuando varios de los niños la rodearon.

—Clara, Clara. -corearon los infantes. Mientras que la rodeaban.

—Los niños son el regalo de Dios para con nosotros, Kurgan.

—Si, madre. -inquirí mientras observaba a los niños rodear a la hermana Clara.

Si no hubiera elegido el camino de la fe, tendría muchos niños. Porque ellos son un regalo de Dios, son un tesoro.

—Sor Caridad, iré a los cuneros, si me lo permite.

—Se de su amor por los bebés Kurgan, así que puedes ir a ver a esos bebitos.

Le brinde una gran sonrisa antes de empezar a caminar hacia la puerta del orfanato.

Sinceramente no sé porque los padres de esos niños lo abandonan aquí, pero lo que si tengo claro es que hay que darles amor y el bienestar de una familia. Porque cada uno de esos niños merecen ser amados.

Ingresé al lugar y me dirigí hacia la sala dónde se encontraban los infantes.

Al llegar a la puerta de la sala, abrí la puerta y cuando iba a ingresar a la estancia escuché una melodiosa voz cantar.

Recorrí la habitación, y mis ojos se encontraron con la mujer del casi choqué.

La chica se encontraba meciendo a un bebé entre sus brazos mientras le cantaba.

Todo en esa escena lleno mi corazón de regocijo, y por alguna razón bastante extraña mi corazón empezó a latir con fuerza.

Me llevé la mano al corazón, para después negar.

¿Qué me sucede Dios?

Cerré la puerta con delicadeza y me recargué contra ella.

—¿Qué me pasa, Dios? -cerré mis ojos con fuerza, di varias respiraciones profundas para ver si así lograba normalizar los latidos de mi corazón.

—Padre Kurgan, ¿Necesita algo?

Abrí los ojos y me encontré con los ojos inquisitivos de la hermana Selenia.

—No hermana, no necesito nada.

Ella asintió claramente no muy convencida.

Le alejé de la puerta e intente escapar del sentimiento que la imagen de esa chica desato en mí.

Mientras más me alejaba más fuerte sentía mi corazón latir.

¿Qué es esto?

¿Por qué lo siento?

Cuando estuve alejando lo suficientemente de ella me permití mirar hacia el cielo.

—Padre, perdóname. Perdón. -susurre mientras observaba el inmenso cielo extenderse sobre mi cabeza.

Esa noche la imagen de esa mujer con ese bebé entre sus brazos no me dejo en paz, no dormí a causa de esa imagen, porque cada vez que cerraba los ojos la veía a ella con el bebé entre sus brazos.

(***)

Cuando parte de la mañana del día siguiente había pasado sentí el peso mi desvelo sobre mis hombros.

Pero no me quedo más que suspirar.

Hoy Sor Caridad y todas las hermanas le prepararon una sorpresa a Aurora por su cumpleaños, pero la cumpleañera no estaba animada del todo.




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