Recapitulando todo el asunto, corroboro que, en efecto, lo que tuve fue un ataque de migraña severo debido al estrés de las últimas semanas. La medicación que tomo para tratarla tuvo un efecto secundario al mezclarla con otra sustancia. Entre ellas está el alcohol, pero dudo que sea eso porque no bebo ni una gota por mi intolerancia. En fin, ya averiguaré qué fue cuando lo recuerde, pero eso fue lo que me produjo mareos, vómitos, fiebre, pérdida de conciencia y mi actual falta de memoria. Toda la información fue proporcionada por mi santo médico favorito: Google. Al menos ya sé que esto afectó todo mi organismo y me dejó noqueada.
Lo siguiente que pasó es que, al despertar, me encontré con que un desconocido fue mi salvador, aunque más bien le llamaría verdugo. Y ahora resulta que es el nuevo mensajero de la agencia en la que trabajo, a quien nunca le he visto su buena cara. Sé que no tengo excusas, pero la mayor descortesía en este asunto es mi deficiente visión. Lo que sucede con este desconocido es que, en un principio, me envolvió en una lujuriosa fantasía que ni yo misma pude creer, y que, en efecto, resultó ser una gran broma para ocultar una realidad un poco asquerosa, «pero, aun así, no la prefiero».
Sin embargo, no puedo negar que me ha salvado de un gran problema. El sujeto en cuestión se llama M. Bello. M de Marco, como comprobé por Agnes y el mismo Arthur. Resultó ser un supuesto fotógrafo de calidad, quien ha deslumbrado a mi amado jefe con el repertorio de fotos que envió en mi nombre para la sección de la revista que está próxima a salir. En sus propias palabras, "me suplantó", haciéndole creer que era yo, o eso fue lo que me dijo. Lo trágico del asunto no fue lo que yo predije con insultos sobre la persona del señor Bello, sino que la dignidad de mi cuello ahora depende de él.
El pedido de Arthur consiste en obtener las autorizaciones, derechos y todo lo relacionado con el material. No se permitirá publicar imágenes que no estén debidamente acreditadas, dado que el fotógrafo no está registrado en la agencia. Supongo que tampoco sabía que era el nuevo mensajero (yo menos, y es en serio). Aunque su pedido es que me abstenga de hacer algo al respecto, no me voy a dar el lujo de dejar que otros lo hagan, ya que también está en juego mi pellejo moral, dado que las fotos son mías. Eso es lo que más me asusta y a la vez me emociona.
De todos modos, ya he metido la pata muy hondo gracias a una migraña. Por eso llamé a mi madre con urgencia, y, tras ponerla al tanto de mi percance, vino al instante. Primero recibí el sermón de rigor—bla, bla, bla—y luego me entregó mi desayuno favorito, que trajo del Lolo's café, para que repusiera mis fuerzas. Por último, se dedicó a escucharme.
―Nombre: Marguerithe Sawyer, edad: 23 años, comunicadora social. Trabajé para la agencia publicitaria EMC Inc. (Expressive Management Communications), como editora en jefe de la revista Modelling, en su sección Belleza Saludable. Soltera, por estar próxima a ser abandonada. Metro setenta y ocho de estatura, complexión delgada. ―Exhalo hondo para seguir—. ¡Diablos, mamá! No solo te quedes mirando como si te fueras a partir de la risa. Sabes que tu hija está a punto de quedarse sin empleo y sin futuro marido, si no logra conseguir la autorización para esas fotos ―le espeto ceñuda.
―¡Querida! Ya puedes calmarte y no te adelantes a los hechos.
―¡Ojalá pudiera no hacerlo! Tú, más que nadie, conoces mi sentido de la responsabilidad ―digo quejumbrosa.
―¿Y qué es todo eso? Se supone que es una hoja de vida, no un currículo para una agencia de citas. ¿Te preguntaste a quién le van a interesar tus medidas? A menos que estés pensando en abrir tu Only Fans. ―Ella me hace un alto antes de que corte con su retahíla llena de sandeces―. Aunque, viendo lo bien que sales en estas fotos, puede que tengas futuro ―especula todo esto mientras repara con ojos de lupa las imágenes del monitor, y yo me deshago en ansiedad, atrayendo otra migraña.
―¡No lo digas ni en broma! Se te olvida que nunca tuve que hacer uno para trabajar con Arthur ―menciono un poco avergonzada de mí misma.
Lo que son las influencias y las ventajas de conocer desde mi infancia al dueño. Suspiro, pero lo cierto es que todo es porque él siempre ha dicho que me quiere a su lado.
―Bien, ¿qué le vamos a hacer si ese fue el camino que elegiste para estar al lado del hombre de tu vida? Que vaya a ser tu futuro marido no significa que tengas que conformarte con las migajas de cariño que te está ofreciendo, y aclaro que sin consultármelo. Ese nunca fue el plan de Andrew, y ya es hora de que te despiertes ―me reprocha.
―¡Por Dios, mamá! Tú no me tienes compasión; además, siempre has estado de acuerdo en que lo haga a mi manera. Sabes que no quiero presionarlo ―replico haciendo puchero.
―En que trabajes, sí. No en que te quedes sentada esperando a que Arthur se acuerde de que debe darte un anillo de compromiso. Esos eran los deseos de Andrew, pero no parecen ser los de Arthur ―mamá continúa y yo sigo haciendo puchero.
No me gusta cómo lo pone.
―Por favor, cambia esa cara y, si lo piensas bien, esa pudo haber sido la mejor noche de tu vida ―prosigue diciendo, tomando un sorbo del moca descremado que había traído para ella.
―Es lo que pensé que dirías, y ni al caso; además, independientemente de la historia que ese tipo me contara, aún no logro recordar nada para corroborarlo. No puedo conciliar con dos palabras: se…xo y migraña ―expongo y mamá se ríe de mí.
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Editado: 28.07.2025