Reparo en el número una y otra vez, un poco reticente, pensando si mamá tiene razón y si Peggy ya no está enojada conmigo. Mientras observo la nota, medito en si Erick tiene razón en lo que dice, pero luego lo desecho, pensando que ella no tendría por qué hacer eso. Disipo esos pensamientos de mi cabeza porque, si fuera así, no haría nada por ayudarme. Es gracias a su empeño que voy a hacer esto, aunque se siente como si removiera un montón de rocas sólidas.
Tras darle muchas vueltas al asunto, llego a la conclusión de que tal vez tenga razón y ya es hora de arreglar esta situación. La verdad es que lo deseo; no obstante, me molesta un poco tener que hacerlo solo por mi conveniencia. Me fijo en el reloj despertador sobre la mesita: marca las diez y media.
No pierdo más el tiempo divagando sobre la hora y me decido a marcar su número. Si ella sigue siendo la misma de antes, a estas horas aún no estará dormida. Después de hacerlo, me quedo escuchando el sonido de la llamada y aguardo; sin embargo, mi paciencia empieza a agotarse demasiado rápido, junto con el tono de llamada. Tal vez sea mi coraje, tanto que ruego que esté dormida (eso espero). Voy a colgar justo cuando escucho su inconfundible y cantarina voz.
―¿Maggie, eres tú?
Su pregunta directa me toma por sorpresa, y el teléfono salta de mi mano, resbalando como si estuviera untado de mantequilla. Tengo que hacer malabares para atraparlo rápidamente y colocarlo en mi oreja, al igual que reacomodar mis lentes.
―Maggie, contéstame, por favor. Sé que eres tú ―insiste.
Carraspeo un poco, aclarándome la garganta para contestar.
―Sí, Peggy, soy yo. ¿Qué de tiempos, no?
Lo digo para sentirme cómoda, porque me estoy sintiendo todo lo contrario. Empiezo a preguntarme por qué le hice caso a mamá. De igual forma, ya no hay vuelta de hoja con esta vieja amistad.
―¡Sí, mucho tiempo! ―contesta la voz de antaño de una Peggy emocionada―. Maggie, sé que esto es incómodo para ti, pero no sabes cuánto me alegra que hayas llamado. Lo extrañaba, y lo digo en serio.
―¿Peggy, en serio me extrañabas? ―pregunto abrumada.
Me encuentro algo confusa por su reacción. Si volviéramos al pasado, ella debería estar enojada conmigo, no emocionada por escucharme. Soy una ingrata.
―Claro, Maggie, desde que hablamos por última vez.
―Eso hace ya mucho tiempo ―digo con nostalgia.
―Cinco largos años, Maggie.
«Tanto tiempo sin dignarte a llamarla», me recrimina mi inconsciencia.
―Lamento no haber ido a tu boda...
Soy una rencorosa de lo peor.
―No te preocupes, lo entiendo. No estoy enojada contigo ni con Arthur. Créeme, en verdad lo entiendo. Así como que ambos todavía estén enojados conmigo y con él.
Las razones de Peggy suenan tan naturales y bondadosas, como ella misma lo es, pero esa última mención me causa escalofríos.
―Tal vez algún día pueda explicarte la razón por la que no fui a tu boda ―digo abrumada.
―¡No te preocupes, Maggie! Ya habrá tiempo para eso. Estoy segura de que esa no es la razón por la que te decidiste a llamarme. Lo entiendo, así que tómate tu tiempo. Sé esperar.
Aún más, vaya que Peggy no ha cambiado de verdad. En cambio, yo soy de lo más detestable y sigo sin casarme con Arthur. Cada vez le doy más la razón a mamá en que solo he estado dejando pasar el tiempo.
―Gracias, Peggy… te lo agradezco.
―Para eso están las amigas, ¿no crees?
También sigue siendo astuta; eso que dice me causa una punzada en el corazón.
―Sí, eso creo.
Río para no verme más tonta.
―Además, no lo olvidaste, todavía suelo desvelarme viendo mi programa de chismes favorito. ¡Así que suéltalo! ―me apura.
―¿Qué cosas?
―¡Oh, Maggie, la razón de tu llamada! Debe ser importante, de otra manera no lo hubieras hecho.
Mientras suelto una honda exhalación, escucho algo de su habitual risilla infantil que me hace sentir nostalgia.
―¡Tienes razón! Lo siento, es que ando algo despistada, pero… tal vez… ¿te gustaría almorzar conmigo mañana?
―¡Eso me encantaría! Espera allí, no me cuelgues.
Aguardo en la línea como pide, y la incomodidad que tenía al principio de la llamada va disipándose poco a poco, al descubrir que ella es la misma Peggy de siempre: amigable y comprensiva. Se oyen ruidos de fondo y me pregunto qué estará haciendo.
―Mag, ya estoy de vuelta. Siento la tardanza ―dice excusándose por la demora―. Es que estaba revisando mi agenda y… mañana es imposible… lo siento.
Siento su tono un poco nervioso, como si al decirme que no puede verse conmigo, estuviera cometiendo el peor pecado del mundo.
―Peg, tranquila, no es tan urgente.
La tranquilizo; total, ese no es mi objetivo.
―¡Sí lo es para mí, Maggie! ―exclama, subiendo la emoción―. Llevo esperando mucho tiempo por esta oportunidad, de modo que sí lo es para mí ―aclara, anonadándome.
#170 en Otros
#80 en Humor
#552 en Novela romántica
romance, comedia y drama, comedia humor enredos aventuras romance
Editado: 12.06.2025