Un bello y encantador Señor problema✓

24. ¿Por qué Lawra está tan molesta?

Creí que moriría; sin embargo, estar casi recostada sobre el pecho de Masera con sus largas piernas a mi lado, me hace sentir tanto tranquila como inquieta. El tándem o arnés de hamaca funciona, de hecho, como una silla; aunque yo tengo una para mí. Es una posición extraña y excitante. Ya es tarde para arrepentimientos, así que tengo que confiar en él, porque, para mi sorpresa, resulta ser un experto en esta hazaña.

Mientras él mueve las cuerdas con gran destreza, vigilando la dirección del viento, me muero de ganas de preguntarle si sabe lo que está haciendo. La verdad es que no entiendo nada sobre rangos de velocidad ni posiciones del viento. Al final, solo me limito a disfrutar y a apreciar la maravillosa vista que nos brinda la naturaleza, porque, por suerte, no se me caen las lentillas.

Una vez que conseguimos estabilizarnos en el aire, me sugiere que tome las cuerdas mientras él intenta hacer algo con su Nikon. Mala decisión, pienso, empezando a entrar en pánico, así que trato de controlarme lo más que puedo; fue difícil, por no decir imposible. Por suerte, él vuelve a retomar el control.

No sé si al final pudo hacer algo, ya que el mismo estilo de vuelo nos va indicando el momento del descenso, y lo cierto es que estoy admirada de lo ágil que es en el manejo de las cuerdas, guiando el parapente hasta el lugar de aterrizaje en el que empezamos a descender. Sin embargo, lo hicimos un poco más allá del lugar indicado porque me invadieron los nervios. A diferencia del salto en bungee, esta vez no me desmayé para evitar un desastre. Supongo que, después de esto, querrá matarme; sin embargo, cuando finalmente aterrizamos en el pasto firme, quedo aplastada debajo de todo su peso.

Para mi sorpresa, me abraza fuertemente, como si quisiera protegerme, mientras la enorme vela cae desinflada sobre nosotros hasta cubrirnos por completo.

—Gracias, Marguerithe —escucho que me dice al oído, y eso me electriza todos los pelos de la nuca. Es la primera vez que me llama por mi nombre, y recuerdo que le dije que no me gustaba... la extrema confianza.

«No es que no te guste, es que te asusta».

¡Cielos! Yo y mis locas divagaciones provocadas por este hombre; sin embargo, la posición en la que estamos me da pie para querer salir corriendo, aunque ni siquiera lo intento. Tampoco había a dónde ir. Aún tengo la piel de gallina y no quiero mirarlo a la cara, sobre todo cuando no entiendo el motivo de su agradecimiento. ¿Por qué me agradece? Si prácticamente le obligué a llevarme con él.

Él se impulsa hacia arriba para levantarnos, sacándome de tajo de mis contradictorios pensamientos. Luego, se escuchan voces y sentimos cómo comienzan a retirarnos la vela que nos mantenía cubiertos. Una vez libres, me quito el casco y las gafas. También trato de quitarme los amarres del arnés por mi cuenta, pero mi cabello se queda enredado con las cuerdas. Agradezco al cielo que eso suceda ya en tierra.

Estando de espaldas a él, al notar la situación con mi pelo, se acerca y me ofrece una mano. De forma instintiva, trato de alejarme; pero al hacerlo, pierdo el equilibrio, y, a su vez, le hago perder el suyo. Él cae de espaldas contra el suelo, y yo caigo acuclillada a la altura de sus pantalones, aferrándome a sus rodillas. Estoy segura de que estamos dando una impresión muy equivocada, porque las personas que nos están ayudando se giran a vernos por el estruendo que causamos y con mucha sorpresa.

Me digo que necesito una caja urgente, negra, grande y muy oscura, para meterme en ella y no salir nunca más.

—Qué interesante posición —dice, bastante socarrón.

Me pregunto por qué tanta complacencia. Eso me enoja.

—Parece que no pierde el tiempo, señorita Sawyer.

La persona que habla es Lawra, con su voz seseante y despectiva, y me da la sensación de que aún no le ha pasado la molestia. Se acerca a Masera para ofrecerle su mano. No es raro que pase de mí cuando su mirada está fija en un solo objetivo.

Masera se incorpora sin su ayuda y, luego de hacerlo, se acerca a mí, desenredando con sorprendente facilidad el lío de las cuerdas en las que había enredado mi pelo. No noto sus dedos en ningún momento; después, desamarra el arnés, dejándome en total libertad. Esto me causa asombro, porque horas antes de saltar, este hombre parecía molesto conmigo, y con su nueva actitud parece que no queda rastro de eso. No obstante, sigo con la curiosidad de saber a qué se debió tanto enojo, y después su gratitud y amabilidad. Como siempre, la respuesta llega rápido a mi cabeza.

Eso no es asunto suyo.

Lawra permanece de pie, observándonos mientras Masera entrega todo el equipo que usamos, aunque se le nota impasible. Por mi parte, miro a mi alrededor buscando a mis guardaespaldas y no tardo en divisarlos. Erick y Sheyla se acercan hacia nosotros, con una expresión radiante en sus rostros. Miro de reojo hacia donde había estado Lawra y ahora se encuentra al lado de Masera, quien sostiene una planilla, mientras ella parece incordiarlo con algo.

—¡Maggie, eso estuvo fantástico! —grita Erick emocionado al llegar.

—Sí, estuvo genial —festejo con él.

—¡Tenemos que repetirlo!

—¡Ni lo sueñes, Erick! —exclamo, poniendo los ojos en blanco.

—¿Por qué no? —se queja, ceñudo.

—Porque las cosas buenas suelen suceder solo una vez.




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