El trayecto de regreso es bastante silencioso, esperaba que los chicos mencionaran algo, pero se mantuvieron callados. Primero llevamos a Sheyla a su casa, y el tío Simón me agradece el gesto recordándome la visita planeada, comprometiéndome de nuevo. Después nos dirigimos hasta el lugar que nos ordenara mamá y llegamos pasadas las seis.
En efecto, mamá ya estaba esperándonos, y tan impaciente, que fue imposible no notarlo, debido al cigarro que portaba en sus dedos. Ella solo fuma cuando está estresada y me pregunto por qué. Apenas nos ve lo aplasta en el cenicero.
―¡Por Dios Maggie! Que son estas horas de llegar ―me riñe señalando la hora en su reloj de pulsera.
Cielos, no es que fuera tan tarde.
―Tampoco nos demoramos tanto en llegar ―me excuso.
―¿Te pasa algo? ―pregunta contrariándome.
―No ―niego―. Creo que más bien es a ti.
Ella me mira incrédula.
―¿Marco te hizo algo?
Eso me contraría aún más. ¿De qué va?
Sin embargo, porqué pregunta eso de Marco, que lo único que sabe hacer es ponerme cardiaca con su bonito rostro y humor cambiante.
¡De qué voy yo!
―No. ¿Cómo qué? ―indago de todos modos.
―¡Déjalo! ―finaliza, descolocándome―. Y antes entren al baño, ambos huelen a humo ―nos regaña.
Quien la entiende, aunque últimamente no la comprendo para nada. De todos modos, no tuvimos que hacer mucho más de eso, ella ya se había encargado de todo escogiendo ropa para Erick y para mí, así que solo nos dedicamos a asearnos un poco y luego cambiarnos. Al terminar lo primero me pongo en manos de la maquillista y peluquera a quien le pide que me deje regia. Me rio de sus ocurrencias, ni que me fueran a proponer matrimonio. Se suponía que solo iba a cenar con la abuela y Arthur, y no sé cómo es que se enteró y terminó incluyéndose y de paso a Erick.
Le pregunto a que se debía tanto arreglo, y ella dijo de forma escueta que la invitación era para todos. Y que tenemos que estar impecables. De vez en cuando zarandea a Erick para que se mosquee porque es evidente su renuencia con ella. En medio de todo aprovecha para regañarme por no haberla avisado de mi mentirilla a Arthur. Me recalca que debo agradecerle a su astucia que él no se la pillara. La cena es a las ocho, cuando estuvimos listos y acicalados partimos rumbo a la mansión Eindheart.
En la entrada nos recibe Morris quien nos conduce al salón en el cual se halla la abuela y Arthur, vistiendo ropa casual, pero muy elegantes. Él fija su mirada en mí apenas me ve y por su cara me dio la leve impresión de que se lleva una sorpresota. El vestido que escogió mamá es enterizo, corto color verde bosque, con cuello de tortuga y sin mangas. También me hizo subir a unos tacones altos que a pesar de lo poco que los sé manejar, me hacen ver más alta y mis piernas largas. La peluquera me recogió el cabello en una coleta alta, y mucho mejor de lo que lo haría yo.
Él se mueve del lugar de la abuela y se acerca hasta nosotros. Saluda primero a Erick, con un choque de puños que saca a mi hermano un poco de onda porque incluso yo tengo claro que él nunca ha sido tan compinche con él, a diferencia de lo que sucedió con Marco, que fue como si ya fueran amigos de toda la vida. Luego a mi madre, a quien le sonríe haciéndole una venia con un gesto de su cabeza y que ella le devuelve, y enseguida se va hacia la abuela a saludarla llevando de la mano a Erick.
―¡Estás hermosa! ―expresa Arthur cuando ella nos deja a los dos.
Sus palabras me acaloran como tonta y más cuando de improviso me besa en la mejilla haciéndome abrir los ojos, porque nunca lo había hecho con tanta frecuencia, de allí que me sorprenda sobre manera su nueva y encantadora actitud. Admito en que me abruma un poco. Sin embargo, tengo que aceptar que las palabras de Masera me dejaron un poco perturbada, y Arthur se convierte en el antídoto a todo eso. En definitiva, jefe mató a mensajero. Asiento de buen talante, luego de mi perorata mental.
―¿A dónde te metiste todo el día? Volviste a ignorar mis llamadas ―pregunta al agarrar mi mano.
Rememoro sus llamadas perdidas, y mis motivos para no contestar, también las palabras de mamá al pie de la letra.
―¡Mamá!, ella quiso que diéramos muy buena impresión tú sabes cómo es ―contesto un poco excitada, pero aumenta más, al recordar el verdadero motivo que es mi nueva aventura con Masera.
¡Rayos!
Arthur me mira no muy convencido. Sin embargo, no dice nada más y me lleva hacia la abuela, quien me admira de pies a cabeza, mientras la mano de Arthur reposa ahora en mi espalda baja, acariciándome con una lentitud que me sobresalta. Ella me pide que de media vuelta y él aprovecha para palmearme el trasero con alevosía. Doy un respingo mirándole con la mirada ensanchada.
―Cada día estás más preciosa ―me dice la nana sonriéndome muy maliciosa.
―¿Cómo estás abuela?
Me acerco a ella agarrando la mano que me ofrece.
―Feliz de tenerlos a todos aquí ―dice socarrona.
Me inclino y le beso en la mejilla.
―Como dices eso si nos vimos en la cena de anoche.
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Editado: 12.06.2025