Un bello y encantador Señor problema

28. Viviendo un sueño

Tengo la extraña sensación de que mi sueño dura menos que un suspiro, porque para cuando abro mis ojos la claridad ya ha invadido mi cuarto. De repente, la imagen de un hombre con una mirada azul intensa y una taza de café humeante en sus manos pasa por mi mente acelerando mi corazón.

Me abofeteo ambas mejillas en el instante, no es tiempo de remembrar tonterías; lo curioso es que tengo estos flashbacks en mi mente, bastante seguidos; pero nada claro de lo que ocurriera en realidad esa noche.

¿Cuándo regresaran mis memorias de China?

Me lamento, pero, por mi bien espero que no sea por ahora; sin embargo, necesito con urgencia despertar a mi verdadera realidad; porque hoy es un día especialmente ¿raro? Por un lado, me estoy sintiendo como si estuviera a punto de vivir mi mejor momento.

Y por el otro, tengo la enorme sensación de que estoy siendo demasiado engreída con todo lo que ha pasado con Arthur, y que merezco un castigo. Lo cierto es que no he sido muy sincera con él, y eso solo me convierte en una muy mala mujer.

«¡En que mal augurio estoy pensando!», y la verdad es que por fin ha llegado mi momento de brillar. Sin importar lo que haya pasado, o como, Arthur es mi presente y como él mismo lo dijo, también mi futuro. Así lo he esperado con muchas ansias, y así será. Estoy segura.

Acepto, que en cualquier momento debo contarle lo que pasó con las fotos. Pero por ahora solo voy a disfrutar de mi cuarto de hora de fama. Así que aprovecho mi mañana libre para acicalarme lo mejor posible. Desde que él regresara de Japón no hace más que decirme que todo lo que me pongo me queda hermoso, y esta noche no va a ser la excepción. Debo estar aún más radiante.

"Inusualmente bella".

¡Que cuernos!

Como si ya no lo pudiera evitar, sus palabras afloran en mi cabeza. Salgo de la cama antes de que más estupideces empiecen a retoñar en mi mente. Camino hacia mi mesita, me pongo mis lentes propios, y miro la hora en mi reloj, siete treinta de la mañana. Es hora de tomar un verdadero baño.

Luego de terminar, reviso mi teléfono. Ningún mensaje nuevo. Mi hermanito ya se ha ido a sus clases. Me asalta la duda con respecto a su asunto, luego recuerdo que Arthur dijo que no me preocupara; así que confiaré en que él ya lo ha arreglado para evitar que mamá publique ese adefesio solo para enfurecerlo. Él nunca me ha fallado antes. Camino hacia la cocina por desayuno y encuentro que Erick ha dejado tortilla para mí y me la como a gusto. Cuando termino, suena el timbre en la puerta y doy un respingo.

«¿Quién será?».

Al mirar mi teléfono encuentro un mensaje recién enviado en el chat y lo reviso. Es de mi madre avisando que Sonia vendrá a ayudarme a arreglar mi desordenada casa y no demora en llegar. Justo cuando abro la puerta ya está allí. La saludo aun con el teléfono en la mano, y ella me devuelve el gesto con una sonrisa.

Sonia es la persona que ayuda a mamá con la limpieza y me la envía cada tanto para que ayude a su floja hija, o sea, a mí.

―Estás en tu casa ―le digo.

Luego de lavar mis dientes y revisar que todo lo tengo en orden, agarro mi bolso, le doy algunas indicaciones y me marcho. Mi primer sitio es la peluquería. Necesito la ayuda de un experto para que me arregle el cabello, las uñas de mis manos y pies, porque hoy será una mañana de all in. El sitio al que llego tiene por nombre: Beauty face & Beauty hair.

Es de los preferidos de mamá. Por mi parte no suelo ir muy seguido, por ende, no tengo un sitio de mi predilección. El local queda en una de las torres comerciales dentro de un complejo económico bastante caro. Una vez llegó a la cita que me apartara mi madre, empiezan a atenderme. Mientras dejo que consientan mi cabello llamo a Peggy, quien estuvo lo más de encantada al escucharme, por lo que quedamos para almorzar. Dejo que escoja el lugar que para mí no es ninguna sorpresa.

Después de pasar toda la mañana allí para quedar como una princesa, salgo directo hacia el lugar que se llama: The magic box. Cuando aún éramos las mejores amigas en la secundaria solíamos ir allí a almorzar. La comida siempre era deliciosa y la servían en cajitas decoradas; aunque lo que más le agradaba a Peggy era la terraza. Cuando llego ella ya está esperándome.

―¡Oh, Maggie! ¿Cómo has estado? ―me pregunta con el rostro casi iluminado.

Sí, estoy exagerando, pero lo parece.

―Bien ―respondo algo cautelosa con su forma extremada de mirarme―. ¿Tengo algo raro en la cara? ―pregunto.

Ella se disculpa como si me hubiera ofendido y de paso me guía hasta la mesa que ha reservado.

―¿Lo recuerdas cierto?

―Como no hacerlo ―contesto sonriéndole.

―Gracias por llamarme Maggie, estoy en verdad feliz.

―¡Peg, ya déjalo! Soy yo la que debería agradecerte y no tú. Se te olvida que soy la ingrata aquí.

―¡No Mag!, yo también tengo algo de culpa en eso.

Peggy ensombrece su mirada, y debo hacer algo porque no es tiempo de remover el pasado. No en este día tan feliz.

―¡Está bien! Dejemos de culparnos y pidamos almuerzo, me muero de hambre. ¿Y tú? ―propongo mostrándome emocionada.




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