La razón por la que no me agrada mucho el lugar es porque es uno de los sitios donde Arthur suele hospedarse; incluso tiene una habitación con reserva ilimitada. Sin embargo, sería muy remoto que lo hiciera con los reclamos de la abuela que lo mantiene anclado en casa. A pesar de eso, me alegra lucir bien, porque la ocasión lo requiere.
Respiro aliviada por ello, aunque es gracias a la terquedad de Peggy que he vuelto a usar este vestido. Mamá lo escogió porque decía que resaltaba la longitud de mis piernas, y es cierto, ya que cuando estoy sentada se me recoge y casi alcanza la medida de la faldita de Elisse. No tardamos mucho en llegar; el tráfico fue benevolente a pesar de la hora.
Al llegar y luego de dejar el auto en manos del valet, toma mi mano y sin mirarme me conduce hasta el restaurante. Su agarre me pone un tanto nerviosa, y tengo la sensación de que su palma está algo sudorosa. Le he visto molesto, arrogante, odioso, divertido y juguetón y más etcéteras, pero jamás ansioso. Eso es bastante raro. Cuando llegamos frente a lo que será nuestro lugar reservado, un hombre joven con rasgos asiáticos se acerca rápidamente hacia nosotros.
Al mirar a los otros dos invitados que permanecen sentados, mi mandíbula cae de la impresión. Hay una chica con su misma fisonomía que reconozco de inmediato, y a su lado está... ¡Arthur! No puedo creerlo. ¿Desde cuándo ellos tienen amigos en común?
¡Qué carajos!
Miro de reojo a Marco, que se ha puesto bastante serio al ver lo mismo que yo. La verdad, quiero devolverme por donde vinimos, pero por su expresión, no creo que él haya concertado este encuentro a propósito.
―Gusto en verte, Rui ―saluda Masera, algo adusto―. Ella es Marguerithe Sawyer ―añade presentándome, y él se dirige de inmediato a mí.
―Hola, soy Rui Tanaka, un gusto conocerte, Maggie Sawyer ―me dice el chico con un acento marcado, pero entendible. Le saludo con mi mano libre, ya que Masera sigue apretando la otra mientras mira directo a Arthur.
―¿Por qué no vamos? No soy el único ansioso esperándolos ―añade, haciendo un gesto hacia Arthur y la chica.
Aunque me resulta agradable el chico, me sorprende que me llame con tanta confianza cuando apenas me conoce. De reojo, observo cómo el semblante de Marco se ha vuelto sombrío. Entonces, me doy cuenta; ambos tienen un morado alrededor del ojo. El de Arthur es culpa de Masera, y el de Masera... ¿Es culpa de quién? ¿Se habrán peleado?
―Adelántate, Rui―le dice Masera, y aunque él arruga un poco la cara achicando más sus ojos, luego sonríe y se va a la mesa con los demás.
―¿Quiere irse? ―pregunta bajando la voz.
―¿Y usted?
―Antes de que lo piense, no lo planeé. Tampoco sé por qué Rui lo ha invitado.
―Le creo, tranquilo ―respondo.
―¿Cree que pueda soportarlo?
―Solo no me deje sola, ¿vale? ―digo, y él fuerza una media sonrisa.
―De ningún modo. No quiero que se me pierda con lo preciosa que está ―añade, provocando que un ardiente rubor me suba a las mejillas.
Después de esa deliberación, él camina llevándome de la mano hasta la mesa. Rui nos sonríe, haciéndonos espacio para que ocupemos nuestros lugares. Una vez que nos acomodamos a su lado y distantes de Arthur y esa chica, Marco me ayuda a quitarme el saco. Lo hago a regañadientes, porque Arthur no deja de mirar mi escote. Este vestido me lo puse solo una vez y fue para salir con él. Rui tampoco deja de observarme con fascinación. Me pregunto si es que nunca ha visto a una mujer con lentes, elegante y atractiva como yo (bromeo) mientras reacomodo mis gafas y le sonrío de vuelta.
¡Qué le pasa!
La chica al lado de Arthur es su supuesta nueva prometida extranjera, según los chismes de revistas y la prensa en redes. Mi corazón da un vuelco al recordar aquella noche. Sin embargo, su prometida parece más concentrada en el móvil rosa, decorado con diamantes, que en él o en nosotros. Desde que nos sentamos, ni un segundo levanta su rostro de su entretenimiento, y Arthur... él sí que está muy entretenido mirándome y escrutándome a satisfacción, y yo sé, muy a mi pesar, el porqué.
«No me lo puse para él», me repito.
La chica finalmente parece reaccionar, coloca su móvil sobre la mesa y levanta su pálido y hermoso rostro, adornado con unas cejas negras perfectas, ojos rasgados con un delineado impecable, largas pestañas onduladas y unos labios pintados de carmesí. Es toda una belleza exótica, como me lo restregaría en la cara el maldito Fergus. Ella se dirige hacia mí, sorprendiéndome al extenderme su delicada mano con uñas postizas, largas y decoradas.
―¡Hola! Soy Ruri Tanaka, ¡qué gusto conocerte al fin! ―exclama emocionada, revelando que es la hermana del chico.
La verdad es que ni siquiera sé si quiero tomar su mano; después de todo, el gesto me resulta bastante risible. Aun así, me obligo a tomarla con su insistencia, y ella se gira con picardía hacia Masera.
―¡Hola, Masi!
Mis cejas se alzan.
―Ya te he visto, pero parece que tú a mí no ―comenta Rui.
―No lo recuerdo ―emito, un poco abrumada.
―Tranquila, no importa. Marco y yo somos colegas y muy buenos amigos. Llevo años siguiéndole el rastro, y cuando me enteré de que también estaba en la ciudad, no dudé en contactarlo, además logró que pudiera formar parte de la última fase del Challenge. Para mí es un honor porque solo él puede codearse con tantos grandes de la fotografía. Fue allí donde supe que estaba trabajando contigo, y la verdad es que ansiaba conocerte antes de mi regreso a Japón ―explica, aclarándome algunas dudas.
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Editado: 28.07.2025