Un bello y encantador Señor problema✓

44. Solo soy aire

En el fondo, me siento bastante temeraria. Cuando el columpio empieza a oscilar, aunque hay una cuerda casi invisible que regula el movimiento de péndulo, somos nosotras quienes debemos impulsarlo para que gane velocidad. Recordando lo que dijo la experta trapecista, me aferro a las cuerdas y comienzo a moverme hacia atrás y adelante. Miro a Valezia, que parece imitarme; no tenemos un número de actuación indicado en ningún libreto, pero esto me da la idea de que ella hará lo que yo proponga.

Entonces, a mi mente viene un recuerdo de mi niñez que había olvidado, y debe ser porque muchos de ellos tienen que ver con mi padre. Sonrío, empezando a balancearme con más fuerza, como si otra vez fuera esa niña pequeña que deseaba complacer a su padre cuando tomaba clases de ballet, y él la miraba con una gran sonrisa desde la grada cuando tuvo su primera y única actuación, debido a que era demasiado ciega para la destreza de sus compañeras. Valezia hace lo mismo, tanto que casi llegamos a tocarnos, y es en ese momento cuando un mecanismo en la parte de arriba nos obliga a girar como si estuviéramos persiguiéndonos, mientras los destellos de las cámaras iluminan el cielo que nos han creado como escenario de fondo. Cierro los ojos justo cuando el espacio se empieza a llenar de una vieja melodía que influencia de buena gana mis sentidos: "Take my breath away".

Un clásico que reconozco porque es de una película favorita de mi padre. ¿A quién se le habrá ocurrido? Pienso con nostalgia, pero eso hace que el vuelo sea aún más estremecedor. Ya no hay necesidad de impulsarse, pues el mecanismo de arriba nos hace volar a su antojo en todas direcciones, con una instintiva cronometría, hasta que la música se apaga y la velocidad baja gradualmente, deteniéndonos en lo alto del centro de la carpa.

El final se siente como si hubiera salido de un trance, en el que estaba respirando con una libertad que tal vez me faltaba. Esa que me impulsa a arriesgarme, incluso cuando tengo miedo. Aunque la veo borrosa, Valezia me sonríe con entusiasmo, diciendo que estuvo excelente. Luego nos alejamos cuando nos jalan de regreso a nuestras plataformas. Una vez allí, Masera me recibe, tomándome por la cintura y abrazándome con fuerza, como si pensara que en serio iba a caerme.

—¿Cómo lo hice? —pregunto, un poco excitada.

—Lo hiciste bien —responde, soltándome, pero escondiendo su rostro.

Me entrega mis lentes.

—¡Dime la verdad! —exijo, ya que no me mira.

—No creo que quieras escuchar mis pensamientos sobre lo que hiciste aquí arriba —expresa al levantar el rostro y encararme, causándome un bochorno.

La verdad es que no entiendo si eso es bueno o malo; así que enmudezco y no pregunto más. Bajamos en silencio luego de que me quito los arneses. Una vez allí, no vuelve a mirarme, y mientras me dirijo al camerino con la chica, él se aleja para ir con sus demás colegas. Por lo pronto, necesito quitarme todo este atuendo y limpiar mi cara y cuerpo de tanta escarcha.

Cuando salgo del camerino, Rui me espera afuera.

—Estuviste genial, eso fue mágico —dice, aplaudiéndome cuando se acerca.

—No estoy segura de que lo hice bien, pero me ha encantado estar allá arriba —confieso, un poco nerviosa.

—A mí me ha parecido que lo disfrutaste, y… yo también al verte —dice Rui con timidez.

Me da la sensación de que es una arriesgada confesión por su parte.

—Gracias, tampoco fue lo máximo, tal vez desentoné un poco con Valezia.

Le sonrío, y creo que casi lo hago desmayar. ¿Tanto le impresiono?

—No te preocupes, la gracia no era la sincronía, sino el movimiento; además, recuerda que son desafíos y todo es improvisado —menciona, aún apenado—. ¿Qué tal si te invito a comer después de que acabe la premiación? Si quieres.

—No creo que quiera, Rui. —Masera reaparece, interrumpiendo. Acto seguido, me mira y me extiende la mano—. Ven conmigo y tú también. —Lo señala, y aunque me agrada su amigo japonés, todavía tengo que hablar con este hombre.

Sin embargo, llegamos hasta el centro de la carpa, donde todos se han congregado, incluidos empleados tanto del staff como del circo, los dueños que llegaron y todos los fotógrafos participantes del evento. Marco me explica que es el día de cierre y, por lo tanto, tiene un matiz diferente y algo más ceremonial. Primero hablan los dueños del circo. Luego, el presidente del evento, y el siguiente punto en el cierre es la presentación en la acostumbrada pantalla gigante: un tráiler recopilatorio de todos los challenges que se han ejecutado hasta ese momento, llamándolos "Las doce pruebas de Hércules". Un nombre bastante original. No obstante, verme en uno de ellos, saltando como una loca solo por no ser besada. Aunque ahora me resulta gracioso, lo que veo me deja anonadada.

—¿Todavía quieres volver a saltar o la próxima sí vas a besarme? —pregunta, en tono jocoso, acercándose a mi oído.

Me ladeo, con la cara y los labios fruncidos.

—Saltaré —respondo, haciendo una mueca, y él se echa a reír.

—De todos modos, ya no habrá otra oportunidad —susurra, volviendo su mirada al frente, dejándome pensativa.

El mismo presentador, que no es ningún improvisado, lleva a cabo todo el protocolo hasta que llega la premiación, exhibiendo en la misma pantalla la foto ganadora del día de hoy. Esta vez tampoco fue él; sin embargo, no pareció disgustarle. De hecho, le vi apreciar muy complacido la foto del ganador, un fotógrafo parisino llamado Henri Courret, quien captó un primer plano de Valezia y de mí, con una sincronía en la que no nos pusimos de acuerdo, pero que logró captar a la perfección. Lo cierto es que este fue el gran ganador, con la mayor cantidad de mejores tomas. Tal como Rui lo especifica, una captura mágica en el momento preciso.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.