Me hallo exhausta de tanto darle vueltas al asunto toda la noche. No quiero despertar, y menos aún salir de la habitación, porque es obvio que me lo voy a tropezar y será difícil tratar con él; sin embargo, siento algo cálido sobre mi cara. Entreabro los ojos y avisto el borroso brillo de una nueva mañana.
―¡Alzarsi! Holgazana. Hoy tenemos mucho que hacer ―ordena la anciana, exaltándome.
Me pregunto si con tanta energía el dictamen médico no estará errado. ¡Diablos! Ese demonio de mujer se ha metido en mi habitación y ha abierto todas las cortinas. Con razón estaba sintiendo el calor del sol.
―¿Qué hora es? ―pregunto somnolienta, colocándome los lentes.
―Son las seis de la mañana ―me espeta.
―¿Y se puede saber a dónde va tan temprano? ¡Déjeme en paz! Quiero dormir. Esta no es mi hora de levantarme, y la suya tampoco ―rezongo, retirando mis lentes y metiendo la cabeza debajo de la almohada, en posición fetal.
―Rufus, Astor ―llama la condenada con mucha energía.
―¡Maldita sea! ―exclamo, al mismo tiempo que me levanto como si tuviera un resorte en el trasero―. ¡Acaso quiere matarme! ―me quejo, azorada.
Su lema en toda la semana es que, si yo no me levanto con su orden, ella pondrá a los perros a desempeñar esa labor, y no es que les tenga miedo, es que aún no me acostumbro a ellos.
―Vale, ya la capto ―digo, sacudiendo mis manos en son de paz―. Por lo menos, déjeme asearme ―protesto.
―Qué linda ―expresa risueña y se dirige a la puerta―. Cuando estés lista, baja a la mesa. Marco ha preparado un delicioso desayuno para ti. Querida, tu marido es único en el mundo, debiste haberle dado una noche excitante ―añade radiante y maliciosa.
Mi mandíbula cae literalmente al suelo, así que tengo que recogerla y ponerla en su lugar. ¿Cuál marido? ¿Excitante? ¡Y un cuerno! Prácticamente me echó de su estudio. Tengo que serenarme; además de enferma, está loca y creo que yo voy a enloquecer con ella. Felizmente, claro.
Luego de poder tomarme mi tiempo para arreglarme, bajo a la mesa, y en efecto, Marco ha preparado un suculento desayuno con todo lo que me gusta comer. ¿Se lo preguntaría a Erick? Había pensado que después de lo de anoche me iba a sentir incómoda, y no, porque se comporta igual que siempre, mientras lo miro con recelo.
―¿Qué hay de especial hoy? ―pregunto al sentarme a la mesa.
―Nonna, no le contaste ―dice, mirando asombrado a su abuela.
―Non me dejó hacerlo. Fue muy difícil sacarla de la cama; ella definitivamente es una inútil ―repone quejumbrosa, con su mirada puesta en Marco.
Yo le miro a él y le hago señas con mis manos de cómo quiero retorcerle el cuello, y él sonríe asustado en respuesta.
―¿Qué traman a mis espaldas? ―espeta ella, fijando su mirada en los dos.
―No es nada, Nonna, y no olvides que debes alistar todo para la fiesta de hoy.
―¿¡Fiesta!?
Me exalto con la noticia.
―Sí ―contesta muy emocionada―. Los amigos de tu Nonna vendrán hoy a verme; no me digas que se te olvidó que hoy es mi cumpleaños.
«Ni siquiera lo sabía». Me giro hacia Marco, y este se encoge de hombros con gesto afirmativo.
―No… tenía idea de ello, por eso no preparé un regalo ―suspiro, cansada.
―No te preocupes, me lo darás después. Tu ayuda será el mejor por ahora, y prepárate, porque hay mucho que hacer ―proclama todavía más radiante.
Marco termina de poner la mesa y, gracias al cielo, desayunamos en completa paz. Pero el mejor manjar es para nosotros, y para ella su desabrido menú.
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―Esto ya se considera explotación laboral ―me quejo a Marco, con la mirada ceñuda.
Lo cierto es que lo de la fiesta fue muy en serio.
―Estamos en el mismo barco; así que no te quejes, Sawyer ―dice, mientras toma una bandeja de bebidas y se dirige a la sala llena de amigos de su abuela, todos provenientes del geriátrico.
En efecto, cumple años, o eso parece, y él se ha encargado de que ella tenga la mejor de todas las fiestas, tanto que, con la ayuda de Elisse, ha contactado a todos ellos. Así que nuestro trabajo consiste en ir de aquí para allá preparando y sirviendo pasabocas, y de paso, vigilar a todos, aunque no de forma tan estricta, porque también hay dos enfermeros en la sala provenientes del lugar. En medio de todo el jaleo, hay algo bueno, y es que la Nonna está dichosa. Feliz como ninguna, baila y menea su enorme cadera al son de "Adiós Nonino" de Astor Piazzolla, quien ha pasado a sustituir a Puccini, cuyo repertorio ya me sé de memoria. No solo ella está bailando al sonido del bandoneón y algo que Marco dice que es un tango, sino todos. En una de esas, lo agarra y lo jala para bailar. Me quedo con la bandeja mientras la complace de buena gana.
Aprovecho para descansar un poco, apreciando la cálida escena y descubriendo los dotes de bailador de Masera. En ningún momento del día volvió a mencionar nada de los exámenes, por lo que asumo que, al final, fue serio al decir que no quería que lo compadeciera, y a lo mejor solo deseaba compartirlo con alguien para no cargar con todo él solo, y fui yo quien no entendió su propósito. Lo único que me queda claro es que ya entiendo lo de su tratamiento, que no son más que paliativos para sobrellevar la última fase de su enfermedad. En el fondo, me estoy sintiendo un poco mal por eso y por los malos pensamientos que tuve sobre él y ella.
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Editado: 28.07.2025