Masera fue muy astuto con su respuesta y, lejos de sentirme abochornada o decepcionada, logra que tome un poco de aire en esta acalorada discusión. Debo enfocarme de nuevo, porque no puedo estar pensando en tonterías. Además, tengo que ser precisa con todo lo que necesito saber, considerando que sus verdades pueden ser a medias, o tal vez una mentira. Aunque no estoy tan convencida de esto último, quiero creer que nunca me ha mentido.
—¿Estoy esperando, Marguerithe? —pregunta, sacándome de mi divagación.
Eso me recuerda la posición en la que estamos. Estoy a punto de bajarme, pero me detiene apretando con fuerza mis muslos, causándome un vergonzoso rubor. Pese a ello, su mirada se mantiene fija en la mía. Sin mirar a ningún lado, tal vez porque sigo agarrándole del cuello de su camisa. Trago con fuerza, obviando todo eso y empiezo a hablar.
—¿Quién lo contrató para que tomara esas fotos?
—Recuerde que nada de nombres, y de todos modos no puedo darle ninguno, porque el contrato se hizo de forma anónima —advierte.
—¿Entonces dígame por qué estaba esa noche en mi casa?
—Porque me indicaron que fuera allí a realizarlas. Muy contrario a toda la historia, cuando llegué, todo estaba preparado para la sesión de fotografía. Solo debía tomarlas, y luego de eso largarme y desaparecer.
—¿Por qué no lo hizo?
—Porque era la primera vez que hacía algo así y me causaste mucha curiosidad.
—Eso solo explica por qué estaba en ese camisón.
—Yo no se lo puse, ¿aún tiene dudas? —dice arqueando su ceja, imitando aquella forma maliciosa que una vez usó para decirlo.
Me sacudo con fuerza, apretando la tela con más vigor.
—¿Y qué hay con lo que pasó después? ¿Cómo logró saber todo lo relacionado con la revista?
—A eso se le llama guion de trabajo, pero se supone que no tendría necesidad de usar esa información, ya que para cuando abrieras tus ojos yo no debía estar allí; y en cuanto a lo de su fiebre fue cierto, por esa razón no pude irme y dejarla delirando sola. No sé qué le suministraron para dormirla; tal vez fue la causa que desató su migraña. Solo para aclarar lo de su mal estado y lo que ocurrió con mi ropa.
—Eso… no responde mi pregunta, Marco.
—No fui la persona contratada de forma inicial para esto. Solo terminé siendo el reemplazo como una especie de favor. Por eso pedí información. Necesitaba saber qué era lo que iba a hacer; pese a eso, no tuve tanta necesidad de recordarlo, ya que usted en sus delirios se recriminaba todo, así que simplemente aproveché la situación y le seguí la historia. Pero me sorprendió que cuando despertó no recordara nada, por lo que me hice a la idea de que había retratado a la bella durmiente, aunque no la del cuento perfecto. La verdad es que pude aprovecharme aún más y no lo hice —expone con algo de diversión, haciendo que abra los ojos.
—Ahora entiendo por qué siempre pensé que se burlaba de mí. Todo esto debe parecerte un buen chiste mientras yo sentía que mi vida se estaba yendo a la mierda —mascullo con rabia, apretando los dientes.
Trato de levantarme del sofá, pero él me detiene tomando mi mano con rapidez. Intento lanzarla hacia su cara, pero también la atrapa inclinándose más hacia adelante, hasta sentir el roce de nuestras narices.
—¿Quién era el contratado?
—Un colega.
—¿Tampoco me dará el nombre?
—Da igual que se lo diga, ambos sabemos la misma cosa en este asunto.
—¿Esa conversación con Arthur realmente existió?
—No —contesta lacónico.
—¿Entonces por qué la inventó?
—Porque solo era para corroborar la versión de quien sí lo hizo. La persona que recibiría las fotos, además de los negativos.
—¿Entonces no le envió las fotos a Arthur?
—No —niega otra vez.
—Tampoco sabe quién lo hizo, ¿verdad? —me adelanto con mi cuestión hacia lo que va a responder.
—Así es, no lo sé.
—¡Miente! —resuelvo enojada.
—No confundas las cosas, Marguerithe.
—¿Sabes cuántas veces le exigí que me dijera la verdad?
—Solo piénsalo por un momento; aun si le cuento todo esto, no tiene caso si no puede recordar cómo terminó en ese estado. Pero tiene razón, seguirá siendo solo una versión y las dudas de si le miento o no siempre estarán allí —me recrimina.
Frunzo el ceño.
—En eso quizás tiene razón y quizás nunca lo descubra, pero también me enerva saber que tengo que aceptar lo que usted diga —confieso enfurruñada.
—Te juro que no miento; además, nunca pareció incomodarte toda la teoría.
Me remuevo con fuerza y, cuando afloja su agarre, le suelto y me bajo de encima de él, alejándome del sofá. No creo estar dispuesta a aceptar en su propia cara que él también tiene razón en esto.
—¿Por qué no se alejó de mí? No pareces un hombre al que le gusta andar haciendo tonterías o dejándose envolver en ellas.
#262 en Otros
#121 en Humor
#892 en Novela romántica
romance, comedia y drama, comedia humor enredos aventuras romance
Editado: 28.07.2025