Un bello y encantador Señor problema✓

50. Quédate conmigo

La actitud culpable de Arthur solo indica que las cosas se irán arreglando con el tiempo y poco a poco volverán a encausarse. Trato de pensar con optimismo que mis planes para el futuro finalmente empiezan a tomar forma.

¿Pero a qué precio?

Llegamos al hotel Marriott, y después de que Arthur dejara muy bien estacionado su auto en manos del chico de valet parking, caminamos de la mano hasta el restaurante. Es imposible no convertirnos en el foco de todas las miradas mientras nos dirigimos hacia ese lugar.

Tanta atención extrema me pone nerviosa y respiro aliviada cuando finalmente llegamos. Dentro del restaurante, todo está decorado de forma elegante e impecable, pero no hay nadie más, aparte de nosotros y el anfitrión que nos da la bienvenida. Arthur me indica que vayamos a la mesa central, dispuesta para dos comensales. Él retira la silla como un verdadero caballero y yo me siento. Acomodo mis lentes mientras doy un vistazo por todo el salón y me cuesta creer que ha reservado todo el restaurante para que almorcemos sin interrupciones, solo los dos.

Esto me complace un poco por la privacidad; sin embargo, ahora me fastidian los excesos. No es necesario hacer tanto derroche por solo una comida.

—¿Ya lo tenías todo reservado? —pregunto, sabiendo la respuesta.

—Sí, solicité un pequeño favor y me lo concedieron —contesta engreído.

—No debiste hacer eso.

—¿Te molesta que lo haga? —pregunta con expresión curiosa.

—No, es solo... que me parece exagerado —digo para acotar mi opinión sobre los excesos.

—Tenemos mucho de qué hablar y no creo que desees tener gente alrededor escuchándonos. También comprenderás que no quiero intervenciones de nana o de tu madre. Además, no se te olvide que tengo algo de altruista y derrochador heredado de mi padre —puntualiza sonriendo.

—Solo en eso estoy de acuerdo —replico.

Arthur le hace señas al anfitrión que se ha apostado lejos de nosotros, para que nos entregue la carta de menú, pero yo devuelvo la mía y le dejo la elección a él. El hombre se retira después de dejarle servida una copa de Cocha y Toro.

—Gracias —dice, moviendo su copa antes de beber un sorbo a mi salud y dejarla a un lado.

—¿Por qué lo dices? —pregunto curiosa.

—Bueno, si te dejara elegir, volverías a pedir lasaña, y eso sí sería un doble golpe bajo —responde sonriendo.

Recordar eso me pone nerviosa.

—Lamento eso —me excuso apenada, reconociendo su molestia. La realidad es que lo había hecho adrede, para... complacer... a Marco y amargarle a él—. ¿Por qué no empezamos? Ya nadie nos escucha —agrego, señalando nuestro aislamiento y sacudiéndome los malos pensamientos que no tienen nada que ver con lo que Masera quizás tenía en su cabeza.

¡Qué demonios!

—Adelante. —Arthur me anima haciendo un gesto conciliador con su mano—. ¿Pero puedo sugerirte algo? —añade sereno.

—¿Qué es?

—Podríamos evitar todo esto de las explicaciones innecesarias y seguir adelante.

—¿Qué quieres decir?

—Continuar, Maggie. De eso hablo.

—Sería lo más sensato, pero ¿crees que puedo simplemente olvidarlo todo y continuar cuando mi cabeza está llena de dudas y enredos?

—Bien, Maggie, sé que me será imposible resarcirme por todo el daño que te hice, y no quiero que eso se convierta en un tropiezo en nuestras vidas —expresa Arthur, de nuevo disculpándose.

—No tienes por qué culparte de todo tú solo. Se supone que yo también tengo algo de culpa en todo esto.

—No es así, porque si no fuera por mi ceguera, nada de esto habría pasado. Tú y yo hace mucho tiempo que estaríamos casados y juntos. Como era el deseo de nuestros padres.

—Aun si lo pones así, no podré vivir con esa incertidumbre.

—¿Qué es lo que quieres saber?

—Si sabías lo de las fotos, ¿por qué no me lo dijiste desde el principio? Yo aún no logro entenderlo —expongo.

Él suspira hondo.

—Asumí que tú sabías lo de Fergus y que tal vez me estabas jugando una broma de la que cada vez tenía más indicios —comenta con tono amargo.

—¿Alguna vez se te pasó por la cabeza que yo no te mentía?

—Solo una vez —admite.

—Lo siento, creo que me faltó ser más convincente.

—No voy a admitir que te culpes por eso, y creo que, si avanzamos y olvidamos este traspié, será mucho mejor para los dos. Te herí sin remordimientos y no me di cuenta de lo mucho que te necesitaba hasta que... te sentí tan lejos de mí que sentí que el abandonado siempre fui yo. No quiero repetir ese capítulo de nuevo, por el bien de los dos.

Escucharle hablar de ese modo tan decidido hace que, por un instante, mi corazón lata con fuerza; tal vez como un indicio de que, en verdad, todo puede volver a la normalidad desde un nuevo punto de partida en nuestra relación. Lo cierto es que Arthur aún sigue siendo mi futuro, aunque está claro que nada volverá a ser igual.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.