Un bello y encantador Señor problema✓

51. En casa de Ray

Antes de marcharme a casa de Ray, me cito con Peg para almorzar en The Magic Box. Es algo que no puedo dilatar, además, me hace bien tener a alguien con quien hablar sin máscaras, y recibir tanto su apoyo como sus regaños.

―Por la cara que tienes, intuyo lo peor.

Es lo primero que resalta Peg al acercarse a la mesa donde ya la espero sentada. Sonrío mientras la observo acomodar su enorme bolso y tomar asiento.

―No quiero que te vayas a enojar conmigo después de que te cuente cómo va mi vida en estos días.

―Volviste con Arthur ―suelta sin demora y con cara de aburrida.

―Sí, pero ¿cómo lo sabes?

Me espanto por su acertada deducción.

―Vamos, Mag, sabes que los chismes son mi fuente inagotable; además, no sería extraño que pasara, porque desde la cena algo ha cambiado contigo, y no te culpo. Sé de sobra lo persuasivo que puede llegar a ser el señor Eindheart ―exhala Peggy enfurruñada.

―No se trata solo de eso. Tú conoces muy bien los lazos que me ligan a Arthur y, por muy buen hombre que parezca Masera, es imposible que algo suceda entre él y yo.

«Ni siquiera lo menciono porque no esté a su altura, es que es imposible».

―¿Por qué lo dices? ―pregunta curiosa.

―Aunque no lo creas, él es una puerta a un mundo que no es para mí. Aparte, es un mentiroso, y lo peor de todo es que me acostumbré a creerle.

Peggy me mira confusa, y yo tengo que ponerla al tanto no solo de lo que sucedió en realidad con Arthur en la dichosa cena de amigos, sino también en la fiesta y nuestra última conversación sobre su supuesta parte de la verdad.

―Creo que ha vuelto a ser un italianucho, con beneficio de la duda, claro ―declara―. Mi pregunta es: ¿en serio crees que vas a ser feliz con el señor colmo Eindheart?

―Arthur me ama, eso no es mentira, y todo fue por causa de esas malditas fotos.

―Será ahora, y la pregunta para ti es: ¿y tú? ¿Realmente lo amas?

La interrogante de Peg me deja con la boca entreabierta. Estoy segura de que podría responder sin dudar a cualquier pregunta que hiciera, pero parece haberme tomado por sorpresa, recordándome las muchas veces que me lo ha dicho a Arthur; sin embargo, ninguna en la que yo lo haya afirmado. ¿Acaso estoy tratando de convencerme a mí misma?

«Qué estupidez», me riño mentalmente; por supuesto que no es así.

―¡También le quiero! ―exclamo, desbaratando toda mi perorata mental

―Ya veo ―dice mirándome satisfecha―. Siendo así, olvídate de que voy a enojarme contigo. Te he recuperado y no voy a perderte de nuevo; sin embargo, el hecho de que apoye nuestra amistad no quiere decir que esté de acuerdo con lo que haces. Pienso que, si Marco mintió u omite algunas cosas, es porque tal vez tiene sus buenas razones para hacerlo. Y si lo miras bien, Italia no suena tan mal, ¡vero!

Cielos, Peggy me hace reír, como no lo hacía desde hace muchos días.

―Ya déjalo, ¿quieres? ―le gruño, intentando parar mi risa, y ella lo hace con placidez.

Cuando nos calmamos, decidimos cambiar de tema para mi paz mental y nos dedicamos a hablar de lo que haríamos de ahora en adelante; puesto que, independientemente de lo que opine Arthur, aún no quiero volver a trabajar en su agencia. Buscaré mi propio lugar. Luego de almorzar, ella me lleva a casa para recoger mi maleta y luego me deja en la casa de Ray, pese a i protesta, pero admitió que quería alardear de tener amigas que vivían en barrios de ricos. ¡Cielos! Al llegar, él está muy dichoso de que por fin me haya decidido a llamarle para decirle que me quedaré con ellos unos días. Además, mencionó que es justo porque Erick se la pasa invadiendo mi casa. Para ello, se ha quedado trabajando parte de la mañana desde el despacho de su casa, por lo que agradezco que esté allí para recibirme.

Su casa es bastante grande, suntuosa y acogedora. Está ubicada en una zona residencial privada, bastante cara y en armonía con la naturaleza. Sin embargo, el estilo cottage moderno de su propiedad resalta por su diseño arquitectónico único frente a la de sus vecinos, puesto que fue quien la construyó y la decoró, como buen arquitecto de profesión que es. Es por eso que me encanta pasarme por aquí, y si no tuviera un apartamento en el que vivir, con gusto me mudaría con él. Aunque Ray no es mi padre, no tengo dudas: siempre se ha portado como si lo fuera; además, tiene una habitación especial para mí, para que la ocupe cada vez que venga.

Ray es el dueño de su propia constructora, a la cual le ha implantado su marca personal: Winston Architecture Inc. Muchas veces me ha ofrecido trabajo, y lo he rechazado porque ese tampoco es mi campo; aunque no dudo que en algún momento lo intente si sigo sin decidirme.

―Me encanta que hayas decidido venir, Maggie ―me dice afable, extendiéndome sus enormes brazos.

Él es un hombre robusto, de gran tamaño y altura.

―También estoy feliz, pero no exageres ―correspondo a su efusivo saludo, que, a pesar de su apariencia, se siente suave y cálido.

Mamá se casó con Ray después de la muerte de papá, y desde que me conoció me trató con cariño y hacía todo lo posible por agradarme. Eso es algo que me reconfortó y me hizo apreciarlo y quererlo con el tiempo, aunque nunca me exigió que le llamara papá porque no quería suplantar a ninguno.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.