No pude pegar un ojo, dando vueltas en la cama pensando una y otra vez en la extraña llamada de Dafne y en el mensaje de Agnes. Sé que Marco omite cosas debido a ese asunto de la cláusula, pero Arthur no tiene por qué hacerlo, a menos que esa omisión haya sido una represalia por lo que sucedió, un evento del cual ni siquiera soy culpable. Suspiro con fuerza, porque de nuevo me encuentro ante una gran y definitiva diatriba: es momento de decidir si voy a seguir viviendo dentro de mi propia caja de conformidad o voy a salir de ella y mirar más allá de lo que tengo enfrente, como le declaré a Masera.
Le escribo a Agnes para invitarla a desayunar durante su hora libre para el desayuno. Ella, aunque confusa por mi repentina petición, acepta, quedando en que nos veríamos en un restaurante cercano a la agencia llamado Trattoria. Después de tomar una ducha y arreglarme rápidamente, salgo hacia allí en mi camioneta.
Cuando llego, ella ya está esperándome. Me acerco y su mirada es un poco precavida; sin embargo, no le digo nada hasta que estamos sentadas en una de las mesas del restaurante y hemos hecho nuestro pedido.
—Es la primera vez que te veo nerviosa —le digo.
—Lo siento, señorita Sawyer. Esto es un poco extraño, ¿acaso quiere que le informe sobre el señor Eindheart? —expone con una expresión confusa.
—De ningún modo, pero sí tiene que ver con él —le explico mostrando seriedad.
—¿Y de qué se trata?
Exhalo con fuerza antes de hablar.
—Es sobre el mensaje que me enviaste hace unas semanas acerca de la publicación de mi madre.
—¿Pasa algo con eso?
—Quiero saber si hablaste con Parrs sobre ella —pregunto, y ella alza las cejas.
—Eh, sí; aunque fue una casualidad que lo encontrara.
—¿Arthur te lo pidió? —prosigo, y ella entreabre los labios.
—No, fue Dafne quien me lo comentó días antes de mala gana, diciendo que no tenía tiempo para eso y que no lo iba a hacer. Ya sabe que a ella no le gustaba hacer nada que tuviera que ver con usted.
—Es algo que tengo claro —emito, sonriendo un poco apagada.
—Ella no debería tener esa actitud tan malvada. Dafne es solo una empleada, como lo soy yo o muchas otras. En cambio, usted es la prometida del dueño y siempre debería estar por encima.
—Gracias, Agnes, pero eso no me interesa ahora. Solo quiero saber si había posibilidades de detener esa publicación.
—La verdad es que sí, porque cuando lo vi, le comenté sobre su petición y, para mi sorpresa, dijo que quería impedir como fuera el capricho de su madre, ya que no estaba dentro del cronograma y que esperaba la orden de cancelación por parte de Arthur. Por eso le escribí de inmediato.
—¿Estás segura de lo que me estás diciendo?
—¡Por Dios que sí, jefa! ¿Cuándo le he mentido?
—Me mentiste con lo del señor Masera —digo, y ella baja la mirada.
—No sé de qué iba ese asunto, yo solo cumplí órdenes —responde, apenada.
—¿Puedo preguntarte algo más?
—¡Claro!
—¿Quién autorizó la entrada de Marco a la agencia?
Agnes vacila un poco y, tras disculparse por estar diciendo algo que no debe, por fin lo suelta.
—Fue su madre, la señora Theresa, pero no me pregunte cuáles fueron sus razones, porque no las sé. Ella dijo que solo debía dejarlo pasar y que era un fotógrafo con el que se iba a entrevistar. Lamento no haberle dicho nada de eso; pero ella lo prohibió —expresa, agobiada.
En el fondo, no puedo enojarme con Agnes, porque es evidente que sabía lo persuasiva que puede llegar a ser mamá. Al despedirnos después de comer, le pido que no comente nada sobre esta conversación con nadie, ni con Arthur ni con mi madre, y ella acepta un poco cautelosa, por si esto le trae problemas. Le prometo, con mucha seriedad, que no.
Salgo de allí bastante pensativa, sintiendo que estoy a punto de hallar la pieza faltante del rompecabezas en que se ha convertido mi vida, a pesar de una migraña que jamás volvió. Sin embargo, lo peor es que sigo indecisa y me siento cobarde; sin embargo, la realidad es que ya no puedo dejar que todo simplemente pase a mi alrededor y pretender que no me doy cuenta. Si lo que dicen Agnes o Dafne es verdad, entonces... lo que pasó con Martin…
—¿Señorita Sawyer? —La pregunta proviene de él, que se ha puesto a mi lado esperando el cambio del semáforo.
—Martin —menciono, mirándolo fijamente, hasta que algo en mi cerebro empieza a hacer clic.
—¿Le sucede algo, señorita? —pregunta.
—Sí —respondo de inmediato—. Necesito que me respondas con total sinceridad —añado, y él me mira sorprendido.
Hasta parece asustarse; si el semáforo cambia, no dudo que se iría sin escucharme como la vez anterior. Pero esta vez no huye.
—Si se refiere a lo del accidente, quiero que sepa que usted no tuvo la culpa —confiesa, algo nervioso.
¿Ese accidente otra vez?
—¿Por qué lo dices?
—La verdad es que, desde que la conozco, es la primera vez que la veo así.
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Editado: 28.07.2025