Lucas aparece inesperadamente frente al apartamento de Emma una tarde fría de diciembre, con las manos en los bolsillos de su abrigo y una expresión despreocupada.
Lucas:
Pensé que podríamos hacer algo divertido hoy. Nada de reuniones familiares ni listas de reglas.
Emma lo observa con recelo, pero finalmente accede, intrigada. Minutos después, están caminando hacia las famosas cuevas de Navidad de Valkenburg, uno de los lugares más mágicos de Limburgo. Las paredes de piedra están adornadas con luces y decoraciones, y los túneles rebosan de puestos que venden desde artesanías hasta dulces tradicionales.
Emma:
¿Así que esta es tu idea de diversión? Atraparnos en una cueva llena de gente comprando adornos navideños.
Lucas sonríe y, sin previo aviso, toma su mano para guiarla a través de la multitud.
Lucas:
Confía en mí. Hay algo que quiero mostrarte.
Emma siente un ligero escalofrío, pero no sabe si es por el aire frío o por el contacto inesperado.
Lucas la lleva a una parte menos concurrida de las cuevas, donde la iluminación es más tenue y las paredes están decoradas con murales históricos. En el centro de la sala hay un banco rústico, rodeado por pequeñas velas.
Lucas:
Aquí solía venir cuando quería escapar un rato. Es mi lugar favorito.
Emma se sienta, sorprendida por el lado más vulnerable de Lucas.
Emma:
No esperaba que alguien como tú tuviera un lugar secreto. Eres más… interesante de lo que parece.
Lucas se sienta junto a ella, tan cerca que sus rodillas se tocan.
Lucas:
¿Alguien como yo? ¿Qué significa eso?
Emma sonríe, inclinando la cabeza.
Emma:
Alguien tan... controlado. Parece que siempre tienes todo resuelto.
Lucas suspira, su mirada perdida en las velas.
Lucas:
Tal vez, pero no siempre es fácil. ¿Sabes? A veces me siento atrapado en las expectativas de los demás. Mi familia, mis proyectos… A veces solo quiero desaparecer por un rato.
Emma lo observa en silencio, sintiendo una conexión inesperada. Finalmente, responde:
Emma:
Te entiendo más de lo que crees. Por eso odio la Navidad. Es como si esta época del año te obligara a ser feliz, incluso si no lo sientes.
Lucas gira la cabeza hacia ella, sus ojos reflejando la tenue luz de las velas.
Lucas:
¿Qué te hizo odiarla?
Emma duda, pero algo en la calidez de su mirada la hace abrirse.
Emma:
Mis padres se divorciaron en Navidad cuando tenía 13 años. Fue la última vez que creí en toda esta magia. Desde entonces, he tratado de mantenerme ocupada, evitar las reuniones, todo eso.
Lucas, en un gesto casi instintivo, coloca una mano sobre la suya.
Lucas:
Eso suena difícil. Pero... tal vez este año sea diferente.