El fin de semana llega con una invitación inesperada de Lucas. Lo llama temprano un sábado por la mañana.
Lucas:
Necesito ayuda con algo. Trae ropa cómoda.
Emma, con curiosidad, aparece horas después en la casa de Mateo, donde Lucas la espera con una caja enorme de adornos navideños y un árbol recién comprado.
Emma:
¿Me trajiste aquí para decorar un árbol? No pensé que esto estuviera en el contrato.
Lucas:
Mateo insiste en que lo haga cada año, pero tiene una reunión y… bueno, prefiero que tú estés aquí en lugar de él criticando cada adorno que pongo.
Emma se cruza de brazos, fingiendo dudar, pero no puede evitar sonreír.
Emma:
Bien, pero quiero algo a cambio. Me quedaré con los últimos oliebollen.
Ambos se ponen manos a la obra. Emma se sube a una escalera para colocar las luces mientras Lucas sostiene la base, asegurándose de que no pierda el equilibrio.
Lucas:
¿Sabes? Podrías contratarte como decoradora profesional. Tienes talento para esto.
Emma:
Talento es lo que necesitas para no caerte. Si no sostienes bien esto, será tu culpa si termino en el hospital.
Lucas, con una sonrisa traviesa, sacude ligeramente la escalera, provocando un pequeño grito de Emma.
Emma:
¡Lucas! ¡Eres un niño!
Riendo, él sube tras ella para ajustar un par de luces más altas. Están tan cerca que Emma puede sentir el calor de su respiración en la nuca. Por un momento, todo queda en silencio, excepto el chisporroteo del fuego en la chimenea cercana.
Lucas: (en voz baja)
Estás bien ahí arriba.
Emma asiente, pero su voz se quiebra ligeramente. La tensión entre ellos es palpable, pero antes de que algo más suceda, el timbre suena, rompiendo el momento.