Ya con las galletas listas, se sientan frente al árbol iluminado, compartiendo el resultado de su trabajo. El ambiente es cálido, íntimo. Lucas toma una galleta y, con una sonrisa, le ofrece un trozo a Emma.
Lucas:
Vamos, sé que estás pensando en quién ganó la guerra de harina.
Emma:
Yo, claramente. Tú te rendiste cuando salí corriendo con la cuchara de madera.
Ambos ríen, pero la conversación se calma mientras las luces parpadean suavemente. Lucas extiende una mano para apartar un mechón de cabello del rostro de Emma.
Lucas:
¿Sabes? Creo que he cambiado de opinión sobre la Navidad este año.
Emma siente su corazón acelerarse. La forma en que Lucas la mira, con una mezcla de ternura y algo más, la deja sin palabras. Él se inclina lentamente hacia ella, sus rostros tan cerca que puede sentir el calor de su piel.
Pero justo cuando parece que sus labios se encontrarán, Emma se levanta rápidamente, fingiendo estirarse.
Emma:
Deberíamos limpiar este desastre antes de que Mateo vuelva y nos eche de su casa.
Lucas la observa, divertido, pero también un poco frustrado.
Lucas:
Siempre huyes en el momento justo, ¿no?
Emma, aún con la espalda hacia él, murmura:
Emma:
Tal vez no estoy lista para enfrentar lo que viene después.
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Narrador
Ambos limpian juntos, pero la atmósfera ha cambiado. Aunque no se dicen nada, saben que algo entre ellos ha evolucionado. Esa noche, mientras Emma regresa a casa, no puede evitar tocar sus labios, preguntándose qué habría pasado si se hubiera quedado quieta.
Lucas, por su parte, se queda mirando las luces del árbol, con una leve sonrisa en los labios y una certeza inesperada en el corazón: Emma está derritiendo algo en él que pensó que estaría congelado para siempre.