Un beso por medialunas

Capítulo 15

PRIMAVERA

Teresa no regresó esa noche.

Esperé despierta. En realidad eran mis pensamientos los que no me dejaron conciliar el sueño, me torturaron durante horas. Llegué a asomarme en la habitación de mi amiga varias veces con la esperanza de que yo no hubiese escuchado la puerta abrirse. Pero cada vez que encendía la luz, me encontraba con su cama vacía.

Teresa siempre llegaba a casa después de cada fiesta. Jamás pasaba la noche en otro lugar, a menos que fuese con un hombre. Quise descartar el pensamiento, pero fue imposible. La imagen de ella y Aslan me carcomía por dentro.

¿A quién quería engañar? Teresa había pasado la noche con alguien. Dado su evidente interés hacia Aslan, sabía que él había caído en sus hechizos.

—Mami, ¿por qué lloras?

No me había dado cuenta de que mis sollozos despertaron a Belén. Tuve que haber sido más cuidadosa, pues las dos dormíamos en la misma cama.

Acaricié su cabello y sentí sus diminutas manos limpiar mi mejilla.

—Los adultos lloramos cuando estamos enfermos, cariño.

—La maestra dice que si estamos enfermos tenemos que llamar al doctor.

Mis brazos la rodearon y apretaron contra mi pecho. Belén había sido un completo milagro y aun después de cuatro años, era ella quien me mantenía de pie. Se suponía que las madres son las que les dan valor y fuerza a sus hijos, pero en mi caso era lo contrario. Siempre lo había sido.

—Esta enfermedad no la puede curar un doctor, Belén.

— ¿Yo puedo curarte?

Me reí.

—Este tipo de dolor no, cariño. Este tipo de dolor solo lo cura el tiempo.

— ¿Qué te duele, mami?

Suspiré.

—El corazón.

Poco después de esa respuesta, mi niña se quedó dormida y tras eso, logré finalmente conciliar el sueño.

Cuando llegó la mañana, mi ansiedad seguía siendo igual de latente y prominente. Mis pensamientos seguían aniquilando mis sentimientos, manteniéndome en una dura agonía. Por más que intentara pensar en algo nuevo, algo distinto, siempre volvían mis celos a relucir.

Mientras preparaba desayuno, escuché la puerta abrirse y mi corazón se aceleró ante las posibilidades.

¿Habría llegado Teresa sola, o Aslan la había traído a casa? ¿Qué habrían hecho? ¿Habrían dormido en su casa? ¿Sería algo de una sola noche?

Con un inmenso temor y una presión en todas mis extremidades, me asomé y mis ojos vieron solo a Teresa. Me permití respirar con calma para luego acercarme a ella.

—Fue una fiesta de cumpleaños bastante larga —murmuré cruzándome de brazos.

Teresa se sobresaltó al escucharme. Su cabello era un pequeño desastre, ya no estaba maquillada y caminaba descalza con las botas en sus manos. Me miró y me dedicó una sonrisa bobalicona.

—Buenos días, Prim.

No podía guardarlo más. Tenía que preguntarle, tenía que saber.

— ¿Lo lograste? —solté la indirecta. Teresa la entendería rápido— ¿Saliste ganadora anoche?

Ella se rio y antes de caminar hacia su habitación me respondió, sacándome de dudas:

—Sí, y ha estado increíble.




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