Un beso por medialunas

Capítulo 25

PRIMAVERA

El sábado llegó tan rápido que resultó abrumador. Estuve con Belén y Teresa en el colegio hasta que partieron a Tigre, sintiéndome como una madre irresponsable. No lo iba a negar, me comía la culpa. La persona que debía estar con Belén en ese viaje era yo, no Teresa.

Sí, comprendí las intenciones y explicaciones de todo el mundo —Teresa se había encargado de hablar con Diego y este me dejó el fin de semana libre—. Pero eso no quería decir que no me sintiera como una mala madre. Aquella sería la primera vez que pasaría tanto tiempo alejada de mi pequeña, y aunque intentaba decirme que todo estaría bien, no podía evitar imaginarme los peores escenarios posibles.

No obstante, me resigné y decidí dejarme llevar.

El sonido de una notificación me sobresaltó, explotando mi corazón del susto, el cual ya estaba suficientemente agitado sabiendo que eran las ocho en punto de la noche. El mensaje que recibí era de Aslan: ya estaba en el portal del edificio. Inhalé y exhalé varias veces mientras bajaba en el ascensor, sintiendo cómo comenzaba a sudar. Esto era un poco ridículo, ¿por qué estaba tan nerviosa? Era solo una cena tranquila.

Cuando abrí la puerta, lo encontré con las manos en los bolsillos y la nariz roja debido al frío. Aun así me dedicó una sonrisa de esas que ahora no eran escasas, capaces de enternecer mis adentros.

—Pensé que ibas a dejarme morir aquí afuera, Invierno.

—No me des ideas.

Me dio un beso en la mejilla y caminamos hacia el elevador en silencio. Al menos yo no tenía ni idea sobre qué decir, solo tenía miles de preguntas en mi cabeza. La principal era: ¿cómo iba a reaccionar él cuando se diera cuenta que tendríamos la casa para nosotros solos por todo el fin de semana? ¿Pensaría mal de mí?

Marqué mi piso y comenzamos a subir. La mano helada de Aslan cogió la mía y me acercó a su cuerpo, sorprendiéndome con su gesto. Se apoderó de mis labios en un beso rápido, furtivo y cuidadoso al mismo tiempo, pinchándome un poco con su barba y revolviendo todo lo que estaba dentro de mi estómago, mi vientre, y en fin, todo mi organismo.

— ¿Qué fue eso? —pregunté jadeante cuando se detuvo.

—Tus labios son el método más efectivo para entrar en calor. Y dado que me hiciste congelar afuera, no me quedó otra opción.

—El problema es que no eres el único que entra en calor —murmuré.

Tristemente él me escuchó y soltó una risa traviesa mientras se mordía el labio inferior con cierta picardía. Con la vista al frente decidí ignorarlo el resto del camino hasta llegar a mi departamento, o moriría de un ataque al corazón.

Cuando llegamos a mi casa me entregó una botella de vino que estaba guardada en su bolso. Yo le había pedido que no trajera nada, pero me impresionó que tuviese el detalle de no llegar con las manos vacías. Le di las gracias y me dirigí a la cocina para comenzar a servir la comida, que por supuesto ya estaba lista. Estuve ansiosa toda la tarde así que cociné antes de tiempo.

— ¿Dónde están Belén y tu amiga, alias “la gata en celo”? —inquirió recostándose del marco de la puerta de la cocina.

Solté una carcajada ante ese apodo. Sin duda él había quedado traumatizado tras mi intento fallido de hacerlo tener una cita con Teresa.

—Belén está en un paseo escolar y Teresa se ofreció a ayudar a los padres a cuidar a los niños. Regresan mañana al mediodía.

— ¿Eso quiere decir que tu propuesta era indecente de verdad? —Pareció sorprendido.

Tropecé con un mesón cuando formuló esa pregunta. Sentí mis mejillas enrojecerse ante la vergüenza.

Esto había sido una mala idea.

—No me malinterpretes —pedí con nerviosismo—. Solo quería compartir contigo. Además, todas las personas que conozco conspiraron para que esta noche se llevara a cabo.  

Ladeó la cabeza con curiosidad, quizás se estuvo preguntando qué personas o porqué me habrían ayudado. Mejor dicho, para qué. Se limitó a sonreír y se acercó a mí para quitarme los dos platos de las manos y ayudarme a servir.

Aslan supo cómo guiarme en este nuevo mundo de las citas. Se encargó de buscar conversaciones amenas durante nuestra cena, logró hacerme reír en diversas ocasiones, y me hizo sentir cómoda y en paz a su lado.

Era como si corazón hubiese adquirido la habilidad de inflarse de amor cada vez más, a tal punto que me incomodaba sentirme tan a gusto con él. Al mismo tiempo una voz en mi cabeza me gritaba que huyera de allí. Que él, como todos los demás, era capaz de hacerme daño. Especialmente Aslan, quien ahora no solo era dueño de mis pensamientos sino de mi corazón.

Después de cenar, me refugié en mi zona segura: la cocina. Fingí que tenía que limpiar y mantener todo en orden. En realidad, lo que estaba haciendo era calmar mis angustias y mis apasionados sentimientos. Quería descubrir con Aslan aquellas cosas que no había descubierto antes con otro hombre. Sin embargo, me aterraba la idea de su rechazo, de que me abandonara, o que me hiriera igual o más de lo que Jorge hizo.

Su voz me distrajo de mis pensamientos y caí en cuenta que lo había dejado solo por más tiempo del necesario.

—Primavera. —Cogió ambas de mis manos, que estaban antes limpiando el mesón—. ¿Son ideas mías o me estás evitando dentro de tu propia casa? ¿Qué ocurre?




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