PRIMAVERA
—Lamento no cumplir con tus expectativas —mencionó Aslan.
Levantarme esa mañana fue extraño. Completamente.
Era la primera vez en cuatro años que despertaba con alguien que no fuese Belén a mi lado.
Era la primera vez que despertaba junto a un hombre y no tenía miedo.
Existen historias de amor que se reducen a pocos días, y otras en las cuales transcurren décadas antes de escuchar la primera declaración de sentimientos.
A veces creía que Aslan y yo íbamos demasiado rápido. Pero ¿quién determinaba cuál es el tiempo correcto para sentir, para amar? Probablemente para otros, nosotros íbamos muy lento. Quizás el perfecto ritmo de una relación no lo marcaban los segundos junto a una persona, sino los emancipados latidos de tu corazón que dejaban de hacerle caso a la razón.
Él se quiso levantar primero para cocinar. Gran error. Intentó impresionarme, pero Aslan no sabía ni freír un huevo. Ni siquiera supe cómo hizo para que cayeran gotas de agua en el aceite caliente y este salpicara por toda la cocina. Lo peor fue su reacción: no se acercó más a las hornillas y dejó que se quemara todo.
—No se trata de eso —respondí—. Pero si no sabes cocinar, podías haberme dejado hacerlo.
—Se ve muy fácil en YouTube pero alguien puede morir haciendo esto.
—Es solo un huevo. —Me reí y me encargué yo misma del desayuno.
A él lo dejé sentado en la mesa para evitar incidentes.
Después de desayunar nos dirigimos al colegio de Belén. Ya era mediodía del domingo así que el bus escolar debía estar por llegar con la docena de niños y padres. Y por supuesto Teresa.
Era extraño hacer todo esto junto a Aslan, y no sabía si estaba bien acostumbrarme, puesto que incluso las historias más bonitas llegaban a su final y sabía que la nuestra no estaba necesariamente exenta de ese mal. Tampoco quise preguntarle para no parecer una paranoica, una desconfiada o una intensa. Preferí dejar que las cosas siguieran su propio rumbo.
No obstante, se sentía bien tener a alguien a mi lado de esta manera.
Sí, podía contar con Diego, Cata y Teresa, pero mi conexión con Aslan y su compañía significaba algo totalmente distinto que me animé a disfrutar cada segundo.
El autobús llegó y no tardamos mucho en verlas. Teresa nos saludó con la mano y le indicó a Belén que estábamos esperándoles, así que esta en cuanto nos vio comenzó a correr en nuestra dirección. Me abrazó a mí primero y luego a Aslan, quien la cargó en sus brazos.
— ¿Lo ves? —dijo Teresa apenas se encontró con nosotros— Sana y salva. Jugó muchísimo todo el fin de semana y te aseguro que hoy dormirá como un oso en plena hibernación.
Abracé a Teresa y le agradecí de corazón. Nadie más hubiese hecho por mí todo lo que ella hacía.
— ¿Ánimos de pizza hoy? —Nos preguntó mi amiga y hasta Belén asintió con ilusión— Hay una pizzería a dos cuadras.
—Yo me adelanto con Belén —anunció Aslan, llevándose a la pequeña a sus hombros.
Intercambiamos una mirada y rodé los ojos. Sabía que lo hacía para que yo hablara libremente con Teresa sobre él. De todas maneras no le objeté y lo dejé que comenzara a caminar con mi hija.
—Entonces… —murmuró Teresa con una risa— ¿Todo salió bien?
—Podría decirse. —Le sonreí mientras guardaba las manos en mi abrigo.
—Eso significa que hubo chaca chaca.
— ¡Teresa! —exclamé sin saber porqué me avergonzaba que lo dijera de esa manera, al mismo tiempo que luchaba por no reírme ante su elección de palabras.
Belén volteó a vernos con curiosidad tras escuchar mi pequeño grito mientras Teresa solo soltaba una pequeña carcajada que inevitablemente me contagió. Aslan ladeó la cabeza. Tras notar mis mejillas sonrojadas, me sonrió y se detuvo para que lo alcanzara. Cuando estuvimos juntos, cogió mi mano y entrelazó nuestros dedos, embriagándome de esa calidez que solo él podía transmitirme y provocando fuegos artificiales en mi vientre.
Teresa comenzó a contarnos lo que hicieron en todo el fin de semana y agradecí que Aslan no le hiciera ningún comentario imprudente o la llamara “gata en celo”.
Entonces así es.
Así se siente tener una familia.