—Amiga, acabo de enterrar al amor de mi vida, ¿Por qué te fuiste, Germán? Nos faltaba tanto por vivir juntos, tanto que no vivimos, tanto que necesito de ti en este momento. Me dejas tanto dolor aquí adentro, porque te fuiste cuando recién nuestra vida juntos empezaba. Te amo, Germán, y nunca dejaré de hacerlo. Mi corazón se va contigo. —Sintiendo que la vida se iba con él.
—Amiga, tranquilízate, no te hará bien, tienes que ser fuerte, él no te querría ver así.
—Cómo puede estar bien si el amor de mi vida, mi esposo, está ahí siendo enterrado, su cuerpo y su alma ya no están conmigo, Cómo sigo con el corazón destrozado, cómo sigo en esta vida, si a cada paso lo seguiré extrañando, lo seguiré anhelando como al aire, como al sol, como vivir una vida sin él. Nadie entiende este dolor que me está matando. —Quería lanzarse a la fosa, quería morir junto con él.
—Tranquilízate o me obligarás a sedarte.
—Si hazlo, por favor, necesito olvidar, necesito dormir y al despertar saber que esto fue una pesadilla, mi vida sin él es eso, una pesadilla. Quiero despertar en sus brazos nuevamente, mi amor, mi Germán. ¡Por qué!
—Pedro, vamos a la casa de la señora. —Mientras intentaba ponerle en cinturón de seguridad a Luisa.
—¡No quiero! Ahí no —gritó como si de un fantasma hablasen.
—Pero Luisa, esa es tu casa. Tu hogar. Donde tú y…
—Sin él eso es cualquier cosa menos un hogar, no quiero volver ahí nunca más. —Sin dejar de llorar sobre sus propias piernas.
—Amiga, el dolor te ciega, no te deja ver con claridad.
—Quiero ir a la playa, si ahí quiero estar. —Como si una niña pequeña fuese, sus ojos brillaron.
—Pedro, oíste a la señora, vamos a la playa más cercana.
—Quiero ir al la del norte.
Luisa seguía llorando en las piernas de su amiga mientras el auto las llevaba hacia la playa del norte, esa misma playa donde un año antes se había jurado amor eterno con quien creía el amor de su vida, con el hombre que a pesar de sus limitaciones, con quien a pesar de que la enfermedad lo estaba consumiendo, siempre se mostró una sonrisa que todos los días la enamorada, habían estado enamorados uno del otro por mucho tiempo, pero ninguno se atrevía a dar el siguiente paso, hasta que la llegada de una enfermedad lo llevo a él a tomar la decisión de dejar los miedos y confesarle su amor también en esa misma playa, la playa del norte significaba su principio, era su historia.
Al bajar del auto corrió y se quedó en la orilla del mar, dejando que esté la mojara hasta las caderas, dejando que tal vez con esas olas se vaya su dolor, su tristeza, tal vez esperando que esas olas le dieran las fuerzas que no tenía y pensaba nunca tener, esas fuerzas para seguir viviendo sin el amor de su vida, sin el hombre que marco su existencia, como ningún otro lo había hecho antes.
—¡Regresa, Germán! Te amo, no te puedo dejar ir, duele mucho —golpeando con su mano, echa puño sobre el lugar donde hacía su apagado corazón —. ¿Cómo hago para seguir sin ti? Porque me amaste y me hiciste amarte a este punto que siento que no puedo seguir sin que estés a mi lado, siento que te has llevado mi vida contigo, por favor regresa y dime que estoy teniendo una pesadilla, abrázame y dime que todo estaré bien, que me amas hasta el cielo y más allá, que soy la mujer más hermosa de este mundo, regresa y dime que este dolor se irá pronto, ámame como solo tú sabes hacerlo, porque sin ti no puedo ser feliz, sin ti en mi vida no lo puedo ser nunca más.
—No hables de esa manera Luisa, ese hombre te adoro, aun con su dolor te amo, y se desvivió para hacerte feliz, tú lo aceptaste, tú sabías que esto pasaría, no lo decepciones, no hagas que se arrepienta este dónde este de haberte confesado su amor, ¿Hubieras preferido que se vaya sin haberlo amado? ¿Sin haber dicho, acepto ser tu esposa? La vida te dio la chance de conocerlo, de amarlo, de ser su esposa hasta que le toco partir, llora todo lo que tenga que llorar, pero mañana se acabaron las lágrimas, mañana se acabó llorar por la rabia del porqué no entiendes como se fue, si vas a llorar hazlo por lo feliz que te hizo mientras estuvo a tu lado y por lo feliz que tú lo hiciste a el mientras estuvieron juntos en este mundo, ambos se amaron de una manera tan hermosa que nadie se le puede comparar.
—Lo amo tanto, María, es el amor de vida. ¿Me crees verdad?
Ella también se metió al mar con su amiga y la abrazo mientras Luisa seguía llorando en sus brazos, le partía el alma verla llorar así, tantas veces la había oído lamentarse de no poder confesar su amor hacia Germán y en solo año y medio ahora la veía así, con el alma y corazón partido, aún recordaba las palabras de Germán de hace un tiempo.