—Luisa, Carlos, es el socio y mejor amigo de Giuseppe, me mandó un mensaje mañana puedes pasar por las oficinas.
—Está bien— Respondió ella sin muchos ánimos.
—Vamos amiga, quita esa cara, vas a ver que te hará muy bien, cambiar de aires, otro ambiente, además que ese hermoso pequeño que por cierto se llama Diego, te va a traer tantas alegrías, por mí fuera lo cuidaría, pero mi embarazo no me lo permite.
—Tienes que cuidarte mucho, amiga, ese bebé es tu tesoro, no es que no tenga ánimos, solo que hoy se cumplen tres meses.
Hacía tres meses, había enterrado el cuerpo de su esposo y llorado como si él se le desgarrara el alma. Aún se sentía hasta doloroso respirar sabiendo que no estaba, pero tenía que hacerlo, sabía que debía seguir adelante, pero era muy difícil, principalmente con tantos abogados llamándola, con tantas notificaciones que todos decía la viuda de y es lo que no la dejaba seguir, no porque le fastidiara el apellido, solo que la hacía recordar y sentir su ausencia.
—¿Se ha vuelto a contactar el abogado del hospital?
—Le dije que consiguiera un administrador, no quiero hacerme cargo del hospital, no quiero regresar a ese lugar—No pudo evitar que alguna lágrima se escapara, después de todo lo primeros recuerdos de su amor estaban ahí.
—No deseo presionarte, únicamente ten en cuenta que es su legado, quien ha luchado intensamente por el hospital.
—¿Sabes lo que eso significa? Me hubiera gustado darle un hijo y que este siga su legado, ¿por qué la vida me hizo esto? Pudimos ser tan felices.
—Nada de ponernos tristes, la vida así lo quiso, solo no dejes abandonado lo que tanto le costó.
Suspiro profundo, después de todo María tenía razón, él luchó mucho por aquel lugar y no pudo simplemente abandonarlo.
—El San Patricio hospital seguirá en pie, aunque no puedo visitarlo, tranquilo su legado seguirá en pie.
Tenía la oportunidad de sonreír mientras recibía el abrazo de su mejor amiga, pensando que hace un tiempo era ella quien la consolaba, quien le brindaba ánimos, pero como dicen unos días, estás arriba y otros abajo.
…
—Te dejo Giuseppe, seguramente en cualquier momento viene a mi oficina la señora Santibáñez.
—Espero que le vaya bien en la entrevista, por favor dale una oportunidad.
—¿Necesita dinero? O tal vez en alguna situación precaria.
—No nada que ver, la situación está totalmente alejada de eso que dices—Carlos se sintió confundido, entonces porque insistían que le diera la oportunidad.
—Cuéntame el panorama, no deseo contratar a alguien con algo relevante en su pasado o futuro.
—No seas mezquino, eso sonó horrible, ella enviudó hace unos meses, el difunto la dejo en una situación bastante cómoda, solo que necesita seguir adelante, eso es todo.
Carlos entendió lo que quiso decir, después de todo, necesitamos seguir adelante, tal cual él lo había hecho, pero a diferencia de ella, él tenía a alguien que dependía de Carlos en todos los sentidos.
Minutos después, su secretaria anunciaba que la cita de las once había llegado, no entendía por qué, pero arreglo el nudo de su corbata y dijo un escueto adelante. Cuando ella apareció, algo tímida, con la mirada algo cabizbaja. Él no pudo evitar compararla con aquella mujer que conoció en la boda, eran como las dos caras de una moneda, la de aquel tiempo era risueña, con un brillo en la mirada, irradiaba alegría, como un hada que caminaba echando polvos mágicos a su alrededor, en cambio, la que veían sus ojos, era una mujer apagada, como si estuviera muerta en vida, sin importar el intento de sonrisa que se esforzaba en evocar.
—Buenas tardes, señor Márquez, Soy Luisa, viuda de, digo Luisa Martínez, un gusto— se supone que había decidió dejar el apellido de su difunto esposo, porque cada vez que necesitaba mencionarlo, era como si le dieran un golpe en la boca del estómago.
—Tome asiento, por favor ¿Dese algo de beber?
—Así estoy bien, muchas gracias, este son mis documentos profesionales, así como antecedentes penales, para qué los revisé—Su tono de voz tan seco, lo sacaba un poco fuera de control, pero después de todo a el que le importaba, si ella estaba siendo estrictamente profesional, era como hubiera algún espacio sin llenar, como si hubiera algo que debía recordar, pero no tenía idea de que, mientras que Luisa, se sentía algo cohibida, hasta nerviosa camuflándolo muy bien. No recordaba exactamente que sucedió, solo tenía chispazos de aquella recepción y lo ebria que se había puesto gracias a lo cansada que se sentía, porque venía de un turno de veinticuatro horas.