Un Buen Amor

06

 

—Luisa, me gustaría llevar a Daniel a clase de natación para infantes. ¿Qué piensas de eso?

 

—Me leyó el pensamiento, hace poco leí acerca de eso para serle sincera. A Daniel le encanta el agua, por lo que recomiendan que los bebés desde temprana edad tengan esa clase de estímulo.

 

Ella sonría, la verdad, que cada actividad que compartía con aquel angelito, la alejaba cada vez más de aquel lado oscuro donde se había sumergido antes de conocerlos de esa forma, porque tenía que ser sincera incluso la amistad que Carlos le había mostrado, también la había impulsado a hacer cambios en su vida, María se sorprendió cuando vio su largo cabello recortado ligeramente, le daba un aire más acorde con su edad, no era que su amiga fuera una mujer de aspecto desagradable, solo que había dejado de lado engreírse y demostrarse que podía seguir adelante

 

—Me gustaría invitar a María, pero acaba de tener a su princesita.

 

—Tal vez más adelante se anime y se junte con ustedes, bueno los dejo, solo vine a almorzar con ustedes—Se despidió de un beso en la mejilla de su pequeño y por inercia dejo uno en la cabeza de María, no erala primera vez, así que ese silencio que reino por escasos segundos, fue roto por sus carcajadas, solo ser marcho, sintiéndose extraño, la primera vez había sido algo tonto; sin embargo, ¿por qué otra vez?

 

Una ven su oficina, no había podido concentrarse del todo, Giuseppe, quien ese día había ido por unas horas, porque amaba estar con su familia, la mayor cantidad de tiempo posible, había tocado la puerta de su amigo, sin recibir alguna respuesta, por lo cual algo preocupado entro en ella, observando que él veía hacia la nada.

 

—¡Carlos bu!

 

—Me asustaste.

 

—Lo mismo le digo a mi hijo cuando me sorprende perdido en mis pensamientos.

 

—Si quieres que te mienta, te diré que estoy pensando en las condiciones de la bolsa de esta mañana, sabes que tengo algunas inversiones— bromeó él, tratando de no tomarse con seriedad aquellos pensamientos que invadían su mente.

 

—Soy tu mejor amigo, por lo tanto, no tienes que mentirme.

 

—Creo que me gusta Luisa.

 

—Espera, ¿Qué?

 

—Por eso mismo no sabía si decirte o no, pareces como esas mujeres que le acaban de contar un chisme. ¿Te controlas?, por favor, que no es para burlarse.

 

—Hermano, es que entiende, te gusta Luisa, es que entiende, es Luisa.

 

—Es una locura, pero creo que me gusta desde hace mucho, solo que no lo quise admitir.

 

—Creo que es la soledad.

 

—También lo pensé, entonces, porque qué la pienso hasta cuando estoy con mucha gente a mi alrededor, yo nunca me he enamorado y lo sabes, aunque no se si eso es así, por lo que esto no es fácil de procesar.

 

—O aceptar, no quiero que lo tomes a mal, querido amigo, pero no pierdas tu tiempo ahí.

 

—Te refieres a

 

—Dudo mucho que olvide a su esposo.

 

Eso era lo que tenía con es angustia al aceptar o compartir con alguien más aquellas dudas o la conclusión a la que había llegado.

 

—Adema Daniel la adora, nadie había tenido esa paciencia, ese amor, ese trato con él, dicen que los niños sienten cuando los quieren y ella de verdad lo hace, si viera como lo contempla, ni siquiera la mujer que lo trajo al mundo alguna vez lo hizo, sé que, si le digo lo que pienso, lo voy a arruinar todo.

 

—Entonces, ¿Qué harás?

 

—Lo que un hombre cobarde como yo, haría en esta situación.

 




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