Un Buen Amor

09

 

—No puedo resistir más esto, hace mucho que yo —exclamó ella, con tanta timidez, que él tuvo miedo de que se estuviera arrepintiendo, le dolería hasta los testículos, pero respetaría su decisión.

 

 

—¿Aún quieres seguir con esto?

 

 

—¿Sientes? — Mientras Luisa, llevaba una de las manos de Carlos, hasta el medio de su pecho, para que sintiera, cómo latía su corazón—Esto sobrepasa los ciento veinte por minuto.

 

Él la besó nuevamente, con ganas hasta de quitarle el aire, sus manos recorrieron sus caderas, acariciaron su piel, mientras seguía besándola, mordisqueando sus labios, ella cerraba los ojos, como disfrutando cada instante, a la vez, se quitaba botón por botón, de aquella blusa, cuando él se percató, de su ropa interior blanca, él la detuvo cuando iba a quitarse el cierre de su pantalón.

 

—Déjame hacerlo yo, te lo imploro.

 

Ella no dijo palabras, pero acepto su proposición, el suavemente paso su rostro por su piel hasta la altura de sus caderas se inclinó frente a ella, acaricio sus piernas sobre la tela, ella sentía que podía explotar en cualquier momento, jamás alguien se había tomado el tiempo para que ella pudiera disfrutarlo, lo estaba haciendo, la hacía estar en un punto de éxtasis, que ni en sus más salvajes sueños hubiera sido posible.

 

—Eres perfecta.

 

Terminó de bajar su pantalón, le quitó los zapatos, besó sus caderas, luego sus muslos. Quería torturarla como parte de ese juego, necesitaba que ella sintiera que solo él podía hacerla sentir de esa manera. Cuando Luisa sintió su aliento entre sus piernas, no pudo evitar jadear. Él no demoró en aprovechar, moría de ganas de estar dentro de su cuerpo, pero tenía que resistir.

 

—Por favor.

 

—Dime qué quieres y lo hago —su voz, la vibración del sonido llegando hasta ese punto dentro suyo la hizo jadear más fuerte, sostenerse de su cabello, sentir que se lo podía hasta arrancar.

 

 

—Te quiero dentro, eso quiero.

 

—Tus deseos son órdenes, hermosa.

 

 La cargó como a una delicada pieza, la llevó hasta la cama, la recostó en ella y se posicionó sobre su cuerpo, sin ejercer mucha presión, acarició su rostro, contempló sus ojos, aquella mirada que ella le daba. Luego besó sus labios, suave, lento. Ella llevó sus manos hasta la parte de su nuca, se sentía plena en aquel momento, nunca imaginó que aquel día podría estar terminando de esa forma.

 

—Quiero hacerlo despacio o quieres que lo haga fuerte.

 

—No me voy a romper.

 

 Presiono un poco más su cuerpo sobre el de ella, su mano fue en medio de sus piernas, beso su cuello, su lengua paso por piel, dejando rastros de saliva sobre ella, succionaba su piel hasta llegar a su ombligo, jugo con él, unos segundos, para luego quitarle de un tirón la ropa interior, podía sentirla húmeda, podía darse cuenta cuan ansiosa estaba ella, cuando veía hacia arriba, la observaba arquear la espalda, abrir la boca, gimiendo su nombre.

 

—No me cansaré de decirte lo que perfecta que eres, lo fascinado que estoy por ti. —No la dejó responder, porque se separó de ella y el tomó de sus pies para atraerla más al borde de aquella cama. Luisa no podía creerlo, pero no había tiempo para arrepentimientos, cuando estaba disfrutando de una manera que nunca imaginó que podía hacer.

 

—¡Dios mío! — gritando tan alto, Carlos aprovechó el momento de su grito, cuando tenía la boca abierta para callarla con la suya, sus besos. Cada vez que mordía sus labios.

 

El tiempo pasó volando, sus cuerpos sudosos, sus respiraciones entre cortadas, ambos llegaron a ese momento de la cúspide de la sensación de sentirse en las nubes. En algún momento cayeron tan rendidos, pero sin dejar de estar unidos, la emoción, la parte baja de Carlos, había disminuido, dándole tregua a que su cuerpo recuperara fuerzas, pero su corazón, ahí seguía, la tenía abrazada hacia su pecho.

 

—Fue mejor de lo que soñé.

 

—¿Soñaste con esto?

 

—Muchas veces, tantas que muchas veces me sentía extraño cuando te veía, me sentía tonto, tantas posiciones que había imaginado y luego te veía preparando el desayuno.

 

Ella no pudo seguir preguntando, cuando un llanto la hizo salir de golpe de la cama, no podía negarlo, la parte baja de su vientre, se sentía diferente, la palabra no era incómoda, pero si fuera de lo normal, se puso lo primero que vio, que la camiseta de Carlos, las pantaletas y corrió a ver al pequeño.




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