Un Buen Amor

11

 

—Quiero una boda grande, por lo que quiero esperar que Daniel, tenga un poquito más de edad, solo tiene como un año.

 

—¿Cómo cuantos?

 

—¿Dos años? —La cara de Carlos, era de quien no creía que tuviera que esperar casi dos años por unir su vida a la de ella ante el altar, jurándole a Dios nunca soltar su mano y se quien la sostenga hasta sus últimos días, nunca en su vida pensó que algún día desearía con tantas ansias casarse, para él, la idea del matrimonio era como una alergia, le provocaba escozor, en cambio, ahora que había encontrado a la mujer que nunca pensó que quería, no podía soportar la espera.

 

—Má, má, má

 

—Te salvo la campana.

 

—Él es primero, lo siento cariño, hay prioridades. Ven con mami, mi cielo. —Mientras sacaba al pequeño Daniel del corral y lo arrullaba un poco para luego dejarlo sobre el tapete para que siga intentando caminar, ya tenía diez meses y es lo más hacia seguir intentando.

 

—A este paso, será cuando Daniel, saque su licencia de conducir.

 

—Solo ten paciencia, amor, además prácticamente somos uno, vivimos juntos, dormimos y hacemos el amor cada noche. Un papel no hará la diferencia. —Tratando de restarle importancia, cuando por dentro aquel miedo la invadía, amenazaba con ensombrecer su felicidad.

—Feliz cumpleaños campeón.

 

—Sí, mi amor, feliz cumpleaños, mi niño hermoso —trayendo un pequeño pastel y tomándose muchas fotografías, mientras él trata de apagar las velas—Hoy te vamos a consentir como el príncipe que eres.

 

Unas horas después, ella salió a comprar unas cosas que faltaban para el cumpleaños, se encontraba paseando por un centro comercial, cuando una imagen o más bien una persona que pasaba por su lado, la dejo helada, haciendo que las bolsas caigan ocasionando un ruido que resonó en el pasillo donde estaba.

 

—¿Se encuentra bien?

 

—Ger, Ger, Germán

 

—¿Germán? Lo siento mucho, pero ni nombre es Gerardo, creo que se ha confundido, pero le repito ¿Se siente bien?

 

—Yo, yo tengo que salir de aquí—Luisa, tomo sus bolsas y salió despavorida del lugar. Sentía que el corazón se le iba a salir del pecho, que iba a arrojar los pulmones por la boca por la manera tan errática que estaba respirando.

 

Estaba en la acera, temblando  del pánico, llorando de manera desconsolada, algunos curiosos la observaban pasando de largo, tildándola de lunática, pero no imaginaban que solo era una mujer que sentía que acaba de ver a su  esposo, uno que había fallecido alrededor de un año  ¿Cómo reaccionar ante eso?

 

Su teléfono sonó,  y de manera temblorosa sacó su teléfono. Se vio tentada a contestar,  no lo hizo, porque su mente era un lío,  un conjunto de emociones la  invadían. 

 

Mientras ella organizaba su  mente,  Carlos caminaba de un lado al otro. Las horas habían pasado, ya los invitados empezaron a llegar y ella no parecía.

 

—Tranquilo,  no se perdería el cumpleaños de Daniel.




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