Un Buen Amor

15

 

 

—María ¿De qué hablas?

 

—¡Suelta a mi mujer, ¿qué te pasa? — La tenía de los hombros zarandeándola, exigiéndole una explicación, pero ante las palabras de Giuseppe, la soltó, empezó a dar vueltas por la habitación, a tomarse la cara con ambas manos.

 

—Me voy a volver loco. ¿Llamaron a la policía? Esto debe ser una pesadilla, un mal sueño.

 

UNAS HORAS DESPUÉS

 

—¡¿Qué dijo! ¿No harán nada? Definitivamente, son ineptos, No vieron lo mismo que yo, mi prometida, esta quien sabe donde con un par de locos.

 

—Señor, escuche esto y cálmese, por favor, bien podemos meterlo una noche al calabozo por faltar el respeto a una autoridad.

 

—Hola mi nombre es Luisa Verastegui viuda de Campos, solo quería informar que me fui del hospital bajo mi propia voluntad, solo me ayudaron a hacerlo, me acabo de separar de quien fue mi prometido, así que si alguien hace alguna denuncia descártela, me fui bajo mi propia voluntad y en pleno uso de mis facultades mentales.

 

—Ustedes están locos, eso no puede ser verdad, ese audio no puede ser prueba de nada.

 

—Lo siento mucho, pero para nosotros basta y, sobre además, ¿cómo era su relación con la viuda?

 

—Es cierto que discutimos con Luisa, pero no rompimos ningún compromiso y dejé de decirle viuda de campos. Ella es mi prometida y tienen que buscarla. Fue secuestrada, no se dan cuenta, ahora dirán que el loco soy yo.

 

—Señores oficiales, el señor aquí presente tiene razón. Mi amiga no haría algo como eso, además ella adora a Daniel, no lo abandonaría— expresó María, tratando de guardar la calma y pensar porque un hombre idéntico a Germán se llevaría a  Luisa.

 

—Daniel es ¿El hijo de la mencionada?

 

—No, sin embargo.

 

—Lo siento mucho, pero no podemos poner ninguna denuncia de desaparición y de secuestro, mucho menos, acepté que la  mencionada, solo quería huir de usted — Y así como así se marcharon, ni siquiera los médicos entendían aquella actitud.

 

EN OTRO LADO DE LA CIUDAD

 

—¿Qué dijeron?

 

—Ya está listo, nadie nos está buscando, se encargaron de anular cualquier intento de denuncia. Como siempre me dijiste, el dinero sirve de mucho.

 

—Perfecto, ahora lo que sigue es conseguir el notario, lo suficientemente corruptible como para aceptar solo la firma del documento como válida para legalizar tu matrimonio.

 

—Estoy en eso, —Observo su reloj—Creo que es momento de hablar con mi futura esposa.

 

—Si otra fuera la circunstancia, me daría pena ajena, pero todo esto es culpa de Germán, por alejarnos de su vida, por derecho nos correspondía su herencia y no a esa mujer.

 

—Mi hermano nunca entendió nuestra visión de negocio, solo fueron millones de sus cuentas.

 

—Mi hijo siempre fue demasiado, ¡ay no sé, pero bueno, no quiero hablar mal de los muertos! Vamos, cariño, ve por esa mujer y hazle entender, mi príncipe puede hacer eso y más.

 

—Si mami, allá voy.




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