Un Buen Amor

FINAL

 

 

—Mi amor, tu esposo está en casa—Las palabras le daban escalofrío, asco y repugnancia, su mirada ladina que le había dado en más de una ocasión, cada paso que escuchaba, más hacia ella querer salir corriendo, lloraba de manera tan tortuosa que le rompía hasta le zumbaba los oídos. De pronto la puerta se abrió.

 

—No me hagas nada, te dije que te voy a dar todo.

 

—Y es todo lo que voy a tener, sin embargo, antes de eso, creo que nos podemos divertir un poquito—Quitándose la corbata y abriendo el cinturón de su pantalón, aquella acción le hizo temer lo peor, ya había sido golpeada, atormentada, llevada a una realidad donde el hombre que alguna vez amo le ocultaba otra vida, pero no lo culpaba, después de saber como eran, lo más lógico. —¡Mierda!

 

Expresó, aquel hombre, al escuchar unos pasos, tuvo que sacar el arma de su chaqueta, y esconderse tras la puerta, no sabía a ciencia cierta quién era o cuántos. Si estuviera su madre, la usaría como escudo, lo haría con la viuda, pero no podía, estaba atada, tantas ideas que se había hecho mientras subía las escaleras, tantas posiciones que no iba a cumplir, porque antes muerte que caer en la cárcel.

 

—Ríndete, maldito loco. —Ella reconocía esa voz, era él, había venido a buscarla, a pesar de que ella le rompió el corazón. No iba a dejar que ese hombre acabara con su felicidad, aunque esta parecía muy distante ahora, aquella arma le hacía temer lo peor.

 

—¡Está detrás de la puerta! —Fue lo que gritó, antes de tomar una almohada y taparse la cara, era mejor así, no vio nada, pero escuchó, golpes, gritos, disparos,mientras su corazón latía tan fuerte que parecía que se le iba a salir del pecho; 

 

—Luisa, mi amor, ya todo está bien—Cuando abrí los ojos, ahí estaba él, observándola como quien viera una deidad, era su amor, su Luisa, la mujer que había escogido para toda la vida, no lo dudo ni un instante, cuando curso por su mente la idea justo en el momento que la vio sonreír junto a Daniel, aquel día que le enseñaba a bailar, simplemente lo supo, era ella

 

—Carlos, tuve tanto miedo.

 

—Ese miserable—Una vez que lo vio esposado, se acercó él y, con toda la furia que te da en casi sentir perder al amor de su vida, le dio una patada tan fuerte que lo hizo caer de rodillas  para luego regresar a nrazos de amada.

 

—Calma muñeco, ya viene la ambulancia para que atienda a tu chica, mientras yo a este lo llevo a donde pertenece, a un pozo muy profundo junto con su mamita.

 

—Ya acabo amor, ya se terminó.

 

SEMANAS DESPUÉS.

 

—Bueno, hermanos, estamos reunidos aquí, frente a la casa de Dios para bendecir a esta pareja—La sonrisa de ambos demostraban, los agradecidos que estaban, por esa oportunidad, el de ser feliz.

 

—Ma, ma— Estiraba sus pequeños brazos, quería alcanzarla, no le gustaba estar lejos de ella, para el pequeño Daniel, Luisa, era su madre, la única que conocía, la que lo acogió en sus brazos cuando la suya lo desecho como algo que le estorbaba.

 

—Parece que te quiere más a ti, que a mí—Se quejó Carlos como un niño pequeño, mientras acariciaba las manos de su casi esposa, especialmente donde quedaban rastros leves de las marcas de aquella tortura, se habían dado cuenta de que el tiempo vale oro, por lo tanto, necesitaban aprovecharlo y apenas esos dos fueron condenados a muchos años, decidieron poner manos a la obra, algo pequeño entre amigos y colegas de Luisa,

 

 

—¡Que vivan los novios! —Gritaba María.

 

—Provecho con la luna de miel—lo hacía Giuseppe.

 

—Respeten la casa de Dios, hijos míos, bueno, ahora sí, pueden besar a la novia.

 

Como en las películas, como siempre soñó, como nunca pudo y quiso, Carlos la tomó de la cintura, la inclinó hacia abajo, tomó de su nuca y besó sus labios. Era su protagonista, su amor.

 

 

 




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