Un Buen Amor

EXTRA

 

VEINTE AÑOS DESPUÉS

 

—No llores mi amor.

 

—Es que ella dijo que se casaría con un príncipe y no un sapo y mira lo que hizo—Señalando a su hija que estaba bailando con su esposo quien era unos centímetros más bajito que ella, pero eso era lo que menos importaba cuando se veían tan enamorados como lo estaba, la pequeña de papá había crecido mucho, ahora sería la reina de alguien más.

 

—Papi, no llores —acariciando su mejilla—Voy a estar bien, Alan y yo nos amamos, lo sabes, el pobre soportó todas tus pruebas.

 

—Ese renacuajo se llevó a mi princesa, no me cae.

 

—Papá, no llores, te prometo que yo no te voy a dejar, yo no seré una mujer oprimida por el pensamiento de un macho opresor, magnificando su esencia en un acto tal, vil y mezquino como este, donde los derechos de las mujeres, son menos importantes que los de una sombra.

 

—Una feminista, una hija que se casa joven, un hijo que su mundo es estar metido entre libros y números, otro que prefiere la vida militar que la familiar. Lo bueno que me quedas tú, mi amor.

 

—Mejor bailemos, viejo gruñón.

 

—Con ella casada, Daniel todo un hombre, Lita en la universidad y Luis en el ejército, la casa se sentirá vacía. —Mientras que ella apoyaba su rostro sobre el pecho de su esposo.

 

—Lo sé, cariño, pero se me ocurren muchas cosas que podemos hacer, ahora que tú también tienes tiempo libre. —Moviendo sus dedos de manera sugerente, como quien de verdad tenía muy buenas ideas en mente.

 

 

—¡Mamá, papá, por Dios! — gritaron los cuatro hijos, quienes habían llegado de sorpresa, suponían que ahora que estaban solos, sin sus amados hijos, estarían muy tristes; en cambio, los encontraron, teniendo sexo sobre el sofá, aquel donde jugaban y saltaban de pequeños, todos estaban horrorizados. Porque pensaban que ellos, con más de cincuenta años, ya no hacían esas cosas.

 

—Lo siento mis tesoros—Mientras se vestían rápidamente, nunca pensaron que ellos regresarían sin avisar.

 

—No te disculpes, mi amor, además ustedes tienen la culpa que vienen sin avisar—. Pretendía y quería hacer, parece que no le incomodaba que sus hijas e hijos, le hayan visto el trasero expuesto o escuchado gemir a su esposa, a la madre de aquellos avergonzados jóvenes.

 

—Mejor, vamos al jardín, yo que venía a darles las buenas noticias, que serían abuelos, miren con qué me encuentro. —Expreso, Karla, mientras dejaba caer la caja con cupcakes especiales para la ocasión,  uno  que quería compartir con todos.

 

—¡¿Abuelos?! — dijeron los dos, al mismo tiempo que a Carlos se le caía, el cojín que cubría aquellas partes que no quería que vieran y lo atrapó rápidamente. Eso era ya demasiado, era un verdadero día de locos.

 

 

—¿Cómo te sientes abuelito?

 

—Escandalizado, solo ayer decía que yo era su mundo y mírala ahora.   Con razón, ese día, veía canas en mi cabello.

 

—Tú no tienes nada de viejito, mi amor.

 

—Tienes razón y te lo voy a demostrar—Hizo que ella giraba y quedaba sobre su cuerpo, empezando a besarla de manera intensa y profunda, demostrándole con su cuerpo lo que, aunque pasaran los años, lo hacía sentir. Ella, entre dientes, le decía.

 

—Solo no hagamos bulla, que están en casa, los niños.

 

Así eran ellos, juntos, aunque el mundo, allá afuera, se escandalizara o estuviera en contra, habían aprendido a amarse, en las buenas y en las malas, a confiarse en salud y enfermedad, a que su vida tuviera un solo camino, una sola visión. Habían creado una enorme y hermosa familia y eso nada ni nadie lo iba a cambiar. Habían dejado su huella en el mundo, su granito de arena, sus nombres quedarían en la memoria de generaciones y generaciones.

 

AÑOS DESPUÉS

 

—Mami, cuéntame sobre los abuelitos. ¿Se querían mucho? Así como tú y papi. Así dice mi abuelita Karla, que eran como esos dibujos bonitos que le gusta comprar cuando nos manda las postales de sus viajes.

 

—Mi amor, mucho más, tu abuela era su bastón hasta el último momento, siempre estaba pendiente de él, aunque ya no podía ni estar en pie, ojalá algún día tú tengas un amor así de bonito y hermoso, como los abuelos, que ahora son unas estrellitas que brillan muy fuerte en el firmamento.

 

FIN

 

 




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