Hidd escupió al suelo y frotó el escupitajo con el pie. Pasó junto a Ern sin mirarlo.
—Espera un poco —dijo de pronto el chico—. Pronto llegaremos a Dean. Entonces tú y yo vamos a charlar sin falta. Pero puede que no te guste, Ern.
—Siempre estoy encantado de darte una paliza, Hidd.
—¿Pero podrás?
—Pff.
—Adiós, Ern.
El adversario finalmente se fue. Ern esperó hasta que salió del arco y solo entonces entró al portal.
—Hola —dijo cuando Meilin abrió la puerta—. ¿Estás lista?
—Hola, sí, un segundo, solo me pongo las zapatillas.
En dos minutos ya estaban en la calle.
—Solo hoy a pie —dijo Ern—. Está pronosticada lluvia y acabo de lavar el coche.
—Está bien. Un pequeño paseo es incluso mejor —Meilin sonrió—. Últimamente rara vez camino por la calle.
El aire olía a la pesadez previa a la lluvia. La chica incluso pensó que habría valido la pena traer un paraguas cuando ya se acercaban a la tienda. Entre los dos, Meilin y Ern compraron rápidamente lo necesario y se apresuraron de regreso. Las primeras gotas cayeron justo cuando llegaban al portal.
—Entra —dijo la chica cuando llegaron a la puerta del apartamento. En la calle ya llovía a cántaros—. No puedo dejarte ir bajo la lluvia.
—Gracias —respondió brevemente Ern, entrando con Meilin—. Pero, a juzgar por el pronóstico, esto es para rato.
—No importa.
El chico puso las bolsas en el suelo.
—¿Te ayudo a guardar todo? —preguntó.
—No, gracias, yo sola —Meilin se detuvo en el umbral, mirando el teléfono.
Recordó que quería escribirle a Mayla.
«Meilin: ¿Puedes, por favor, no contarle a Kiro sobre mi conversación con Dave? Me refiero a lo de Aubrey. Quiero hablar yo misma con los chicos. Necesito el efecto sorpresa.
Mayla: Sin problemas. Lo siento, no pude no contarle a Ern—temía que Dave se las arreglara para sacarte.
Meilin: Ya entendí que ustedes se cuentan todo.
Mayla: Casi todo =)»
Meilin guardó rápidamente los productos y se quedó de pie frente al refrigerador, pensativa.
—¿Tienes hambre? —preguntó ella.
—No, justo comí antes de tu llamada —respondió Ern.
—Bien, entonces me prepararé algo rápido —Meilin sacó embutido y queso del refrigerador, luego alcanzó el pan y se hizo un sándwich. Se acercó a la ventana: la lluvia solo arreciaba—. Tuvo suerte Rayson de que lo echaran a tiempo...
—Bueno, se habría quedado en el coche.
—Puede que sí.
La chica se dio la vuelta de espaldas a la ventana y se apoyó en el alféizar. En algún rincón de su alma sentía una extraña alegría de que hubiera empezado a llover y Ern tuviera que quedarse. No sabía por qué se sentía tan cómoda junto a él.
—¿Quieres que veamos algo? —propuso la chica—. Porque tienes razón, esto es para rato.
—Podemos —respondió Ern contenidamente.
Dentro de él reinaba la alegría. No esperaba que se presentara tal oportunidad de estar con la amada Meilin.
—Perfecto. En algún lugar debería tener palomitas para microondas —la chica se estiró hacia el armario de pared, estudiando su contenido.
No notó de inmediato el borde del envoltorio colorido. Además, estaba demasiado alto, en el tercer estante. Meilin se puso de puntillas, tratando de alcanzar las palomitas, preguntándose por qué las había metido allí. Luego recordó que había sido Elroy. Ern se acercó y ágilmente agarró el paquete, entregándoselo.
—Gracias —sonrió Meilin.
La lluvia no tenía intención de amainar. La chica metió las palomitas en el microondas y observaba fascinada cómo reventaban los granos y se inflaba el envoltorio.
—Espero que te gusten las palomitas de queso —Meilin se giró hacia Ern y sonrió.
—Me gustan de cualquier tipo —el chico sonrió en respuesta.
El microondas emitió un breve pitido.
—Perfecto. ¿Qué vas a beber? ¿Cola o té?
—Cola.
—Bien, yo también.
Meilin y Ern se trasladaron a la sala con los aperitivos. La chica se sentó en el sofá y encendió el televisor. Ern permanecía en silencio cerca, como si reflexionara sobre algo.
—¿Puedo sentarme a tu lado? —preguntó él.
—Sí, claro, siéntate. ¿Por qué preguntas?
—No quiero que te sientas incómoda.
—Todo está bien, pero gracias. Es muy dulce que preguntes eso.
El chico se sentó en el sofá, manteniendo una pequeña distancia. Mayla ahora le diría que era hora de actuar, pero Ern sabía que no se atrevería. No quería echarlo todo a perder. Además, casi se había convencido de que le bastaba simplemente estar cerca.
—¿Qué vamos a ver? —preguntó él.
—Ahora elegiremos algo. ¿Qué tal una comedia?
—Vale.
Su conversación le parecía a Ern un poco artificial. Meilin pasó a la página principal del servicio y eligió el género necesario. En la pantalla apareció una multitud de mosaicos coloridos con recomendaciones. En la parte superior estaban los títulos guardados. Eso fue precisamente lo que llamó la atención de Ern.
—Vaya, ¿"En la sombra del relámpago"? —comentó—. ¿La viste?
—Ajá —Meilin entrecerró los ojos por un momento, ahuyentando recuerdos.
—Ah, con Arman, ¿verdad?
La chica asintió. Por un instante se instaló el silencio entre ellos.
—¿Tienes miedo de hacer algo diferente a como él lo hacía? —preguntó de repente Meilin y miró a Ern—. Solo sé honesto.
—Sí —el chico bajó la mirada.
—Olvídate de eso. Ya sé que no eres como él.
—Es bueno saberlo —el chico se apresuró a cambiar el tema incómodo—. Entonces, ¿elegimos?