Un buen juego sin reglas

109.

Poco después, el coche de Ern ya corría por las calles.

—¿Crees que me dejarán en paz si estoy en casa de Mayla? —preguntó la chica con incredulidad.

—Sí, porque es poco probable que vayáis a algún sitio juntas. Supongo que Raynom ya se ha acostumbrado a que a mi hermana no le gusta salir mucho.

—Entonces al menos le escribiré.

En el patio del edificio donde vivía Mayla apenas había plazas libres para aparcar. Ern vio el coche de Kir enseguida. El chico se puso sombrío.

—Algún día te acostumbrarás a esto —se rio Meilin al notar su reacción.

—¿Por qué precisamente él? —preguntó Ern en lugar de responder—. ¿Cómo pudo elegir, en toda la ciudad, justamente a un chico del equipo de Allan?

—Por cierto, ahí está Kir —dijo la chica saliendo del coche. Kir y Mayla estaban junto al portal, a unos diez metros de ellos—. ¿Vienes?

—No es que me muera de ganas de verlo —masculló Ern entre dientes—. Voy.

Mayla le dijo algo a Kir, y este se giró: también había visto a los recién llegados. Se acercaron y se saludaron. Ern miró al novio de su hermana con expresión hostil.

—¿Os vais a quedar mucho tiempo hoy? —preguntó Kir mirando a su novia.

—Creo que no —respondió Mayla con cierta vacilación—. Tenemos algunos asuntos.

—Que no te conciernen —añadió Ern.

Por un momento se hizo el silencio entre los cuatro. Kir miraba a Meilin de forma extraña.

—Bueno, ¿nos vamos? —dijo Mayla—. Gracias, hermanito, por traer a Meilin.

El hermano asintió y se dirigió en silencio a su coche.

—¿Qué estáis tramando otra vez? —preguntó Kir cuando Ern se alejó lo suficiente.

La pregunta iba más bien dirigida a Meilin.

—De verdad que no puedo contarlo —respondió ella.

—Meilin, no me digas que han decidido meterte en sus asuntos —la voz del chico sonaba resignada.

—No han sido ellos, sino yo misma —dijo Meilin con firmeza—. Y estos no son solo sus asuntos, sino también los míos. Así ha salido. Por cierto, por vuestra culpa. Pero eso es otra historia.

Kir exhaló. Aunque en ese momento no quería admitir que la chica tenía razón.

—Ya, basta —intervino Mayla—. No discutáis. Os lo contaremos todo después, cuando sea un hecho, ¿vale? No es nada grave.

—Es cosa vuestra —Kir hizo un gesto con la mano—. Entonces escríbeme esta noche, ¿vale?

—Por supuesto —la chica le mandó un beso al aire—. No te pongas triste.

Mayla desvió la mirada hacia Meilin. Esta miraba pensativa hacia algún punto lejano.

—No te lo tomes a mal —dijo la hermana de Ern—. Al fin y al cabo, está preocupado.

—Lo sé. Simplemente me gustaría no tener que ocultarle nada al menos a alguien.

—Bueno, para eso tienes a Ern. Y a mí. Por cierto, Ern también está nervioso. Normalmente es un poco más tolerante con Kir.

—La que debería estar nerviosa aquí soy yo —se rio Meilin—. Vamos ya, antes de que Raynom nos secuestre. Si no, seguro que no habrá plan que valga.

Pero Raynom no estaba ni cerca, lo que sorprendió mucho a Meilin. Por alguna razón ya se había acostumbrado a que este chico siempre le pisaba los talones.

—Ern tiene razón —dijo Mayla cuando su amiga preguntó por las razones—. Raynom conoce mis costumbres desde hace tiempo. A ti le resulta más fácil atraparte. Solo tenemos las mismas oportunidades en la universidad.

—Propongo escribir un trabajo de investigación sobre este tema —se rio Meilin.

—Ja, lo pensaré.

—Así que, para elegir hay varios trenes. Uno sale dentro de una hora, el segundo dentro de hora y media, el tercero dentro de cuatro horas. Al primero seguro que no llegaré. Pero el que sale dentro de hora y media es la mejor opción.

—Sí, de acuerdo. Oye, ¿y si yo los distraigo? Me refiero a Raynom y su equipo.

—Demasiado arriesgado. Y sin sentido.

—Vale, ¿y cómo piensas llegar a la estación?

—Pediré un taxi. Espero que nuestros «amigos» no trabajen ahí —Meilin dibujó comillas imaginarias en el aire.

—Aunque trabajaran, seguro que no en Niorim —respondió Mayla con escepticismo.

La futura aventurera repitió una vez más en voz alta todas las etapas del plan. Su amiga iba comprobándolo con su libreta.

—Bien hecho, tienes buena memoria —dijo—. Esperemos que todo salga bien con la ejecución.

—Gracias —Meilin sonrió ampliamente—. Bueno, pues pido el taxi.

—¿No es pronto?

—Mejor llego antes y me subo tranquilamente al tren, que ponerme histérica después inventando un plan de huida minucioso.

—¿Minucioso?

—Bueno, suena bien.

—Vale —Mayla primero soltó una risita y luego se echó a reír a carcajadas.

Su amiga también fue contagiada por una ola de risa.

Calmándose un poco, Meilin salió al balcón y se asomó a la calle.

—Ahí hay un coche parecido al de los hermanos pervertidos —constató con tristeza—. Pero desde aquí no se ve bien.

—Coches parecidos al suyo hay media ciudad —señaló Mayla con escepticismo—. No es ningún modelo único. ¿Dónde, a ver? Hm... Bueno, tampoco se puede decir.

—A ellos la matrícula les acaba en treinta y cuatro. Pero no puedo distinguir los números.

—Hm, tengo una idea —la hermana de Ern sacó el teléfono y abrió la cámara, activó el zoom—. Hm, bueno, esto definitivamente no es treinta y cuatro, ¿no crees?

—Sí, definitivamente.

—Bien, pídelo.

***

Kir se sorprendió una vez más intentando adivinar los planes de Meilin. ¿Quizás no debería haberse ido y dejar a las chicas solas? Por otro lado, estaba Ern. Él se había ido. Difícilmente permitiría que su novia se expusiera al peligro.

«¿No lo permitiría, verdad?»

—¿Quizás deberías dormir por las noches, eh, Kir? —sonó junto a su oído la voz de Arman.

El chico se sobresaltó y se giró.

—No tengas envidia —le espetó.

—Ya quisiera tener de qué —el amigo rodeó el sofá y se sentó en el reposabrazos del sillón de al lado—. Escucha, Kir, solo tengo curiosidad: ¿cómo se llama tu novia?



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 03.11.2025

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