Meilin sintió al instante cómo el corazón se le caía hasta los pies. Salió disparada del apartamento mientras marcaba el número de Ern. Para su sorpresa, el chico respondió casi de inmediato.
—Perdona que te moleste —Meilin bajaba las escaleras a toda velocidad—. Creo que he visto a Dave en mi patio. Está inconsciente. Espero que al menos esté vivo.
—¿¿¿Qué??? —preguntó Ern conmocionado—. ¿¿¿Y tú dónde estás???
—Voy a verlo para comprobarlo. Quería que lo supieras.
—Voy para allá ahora mismo. Espera en casa, por favor.
—Ern, no puedo dejarlo ahí —objetó Meilin—. Cada minuto cuenta. Además, ya estoy en la calle.
Ern suspiró. La situación no le gustaba.
—Mantente en contacto —dijo él—. Por favor, vuelve al apartamento en cuanto lo compruebes, ¿de acuerdo?
—Ajá —la chica colgó y corrió literalmente hacia Dave—. ¡Dave! ¡Dave!
Meilin se agachó a su lado y tocó con cuidado el hombro del chico.
—¿Estás vivo?
—¿Meilin? —graznó Dave, apenas levantando la cabeza e intentando volverse hacia ella. Meilin se quedó helada—. Huye de aquí. Raynom puede estar cerca.
—¿Fue él quien te golpeó así? —preguntó Meilin angustiada, observando horrorizada al chico. Sacó el teléfono y marcó un número de emergencia—. ¿Hola, ambulancia? En mi patio han golpeado a un chico. Está sangrando mucho.
Se identificó y dio la dirección. El operador le aseguró que la unidad más cercana estaba en su zona y llegaría pronto. Tras terminar la llamada, Meilin volvió la mirada hacia Dave. Este volvió a desplomarse en el banco boca abajo.
—Dave, ¿me oyes? ¡¿Dave?!
***
Ern apretó los labios y guardó el teléfono en el bolsillo mientras pensaba febrilmente en un plan de acción.
—¿Qué pasó? —Dean lo miró atentamente.
—Alguien golpeó a Dave y lo dejó en la casa de Meilin —respondió su amigo—. Estoy seguro de que es otra trampa. Tengo que ir.
—Vamos, voy contigo —dijo el líder con determinación—. Allí nos encargaremos de esto.
***
Meilin observaba inquieta cómo dos hombres trasladaban a Dave a una camilla y lo metían con cuidado en la ambulancia.
—¿Son conocidos? —preguntó la médica que había llegado con el equipo.
—Sí, pero no muy bien —respondió Meilin con sinceridad.
No había tenido tiempo de inventar ninguna historia. Ni siquiera había pensado en ello. Todo había sido demasiado rápido.
—¿Tiene los contactos de sus familiares?
—No. Ni siquiera sé si los tiene aquí.
—¿Dave Mitchell, verdad?
—Sí.
—Bien, gracias por la información. No se preocupe, su conocido estará bien.
La mujer se dio la vuelta y se dirigió al vehículo. Meilin se quedó allí parada, mirando fijamente las puertas cerradas de la ambulancia.
—¡Espere! —le gritó a la médica.
Esta se detuvo y se giró.
—¿Sí?
—¿A qué hospital lo llevan?
—Al segundo. Pero no creo que pueda visitarlo pronto.
—Gracias. Iré de todas formas.
—Mejor más tarde.
En un instante, la ambulancia había abandonado el patio. Meilin se disponía a volver a casa cuando oyó la voz de Ern. Se dio la vuelta y lo vio a él y a Dean acercándose.
—Meilin, ¿cómo estás? —preguntó Ern al acercarse—. ¿Todo bien?
—Sí —Meilin sintió cómo se le llenaban los ojos de lágrimas—. Fue Raynom.
El chico la abrazó y la estrechó contra sí.
—Gracias por venir —susurró Meilin.
—¿Qué ha pasado exactamente? —preguntó Dean—. Porque no entiendo nada.
—¿Subimos al apartamento? —propuso la chica.
Al poco tiempo, los tres ya estaban en la cocina. Meilin se acercó a la ventana y llamó a Alex.
—Dime, ¿algo urgente? —pronto resonó desde el altavoz la voz del chico.
—Raynom golpeó a Dave. Está en el segundo hospital, inconsciente —la chica intentaba controlar su voz, pero le temblaba demasiado—. Lo dejaron tirado en mi patio.
—¿¿¿Qué??? —hubo un momento de silencio al otro lado de la línea—. ¿Estás con él?
—No. La médica dijo que no se podrá visitar pronto, pero voy a ir de todas formas. Ahora estoy en casa.
—Vale, me alegro de que estés bien. Los chicos y yo vamos ahora al hospital. ¿Te recojo?
—No, estoy con Ern.
—Vale —Alex exhaló—. Gracias por avisarme.
La chica colgó y se llevó las manos a la cabeza.
«El segundo hospital... ¡allí es donde trabaja mamá! ¿Cómo no me he acordado enseguida?»
Meilin desbloqueó el teléfono y llamó a Cornelia.
—Diga —la madre no respondió de inmediato—. Hola, cariño.
—Hola, mamá. ¿Estás trabajando ahora?
—Sí. ¿Por qué?
—A vuestro hospital ingresó hoy un conocido mío. Lo golpearon brutalmente.
—¿Dave Mitchell?
—Sí. Ah...
—Lo sé, mis colegas ya me contaron quién llamó a la ambulancia. Quería preguntarte más tarde qué está pasando —la madre suspiró.
—Solo si no me vas a dar una reprimenda —en la voz de Meilin aparecieron notas metálicas.
—No, no, qué dices, ni se me había pasado por la cabeza —Cornelia aseguró asustada a su hija—. Es solo que no sabía que tuvieras amigos así. No nos habías contado nada de ellos a Phil y a mí.
—¿Ya se puede visitar a Dave?
—Ahora no. Supongo que se podrá por la tarde. Perdona, cariño, pero tengo que irme.
—Vale, gracias, mamá. Intentaré explicártelo todo.