—Vaya, eso sí que es algo —dijo finalmente Ern cuando el peligro pasó—. Creo que lo asustaste.
—Que se vaya acostumbrando —gruñó Meilin—. Y que no piense que todo le está permitido.
—En realidad, ellos tenían razón en esto. No se sabe si fui yo quien le hizo algo a su líder.
—Ya está claro que no fuiste tú.
—Bueno, no es tan simple. Entonces, ¿vamos con Kiara?
—Ajá —la chica salió del coche, lo rodeó y se pasó al asiento del copiloto junto a Ern.
El automóvil arrancó. Durante varios minutos viajaron en silencio. El chico observaba cuidadosamente a Meilin. Ella estaba sentada un poco encorvada, con la mirada clavada en el suelo. Algo se apretó en su interior.
—Lo siento —dijo de repente la chica, sin apartar la mirada de las alfombrillas—. No debí haberte metido en esto. Aunque Alex es mi amigo, esto realmente no es un juego.
—En este juego no hay reglas —Ern tocó su rodilla y la apretó suavemente—. Desde tu punto de vista, hiciste todo bien.
Meilin solo suspiró. Después de todo lo ocurrido no había ánimo—y no solo por darse cuenta una vez más de lo mal que estaba todo con Arman, sino también por las acciones de Raynom.
Pronto ya estaban en el lugar. Dean y Kiara esperaban en una pequeña cafetería.
—¿Por qué tardaron tanto? —preguntó el líder con sorpresa.
Él y su hermana ya habían tenido tiempo de tomar tres tazas de café cada uno.
—No lo vas a creer, pero estuvimos rescatando a Alex —Ern no ocultó sus aventuras. Kiara se puso rígida y tensa, captando cada palabra—. Justo después de ti.
—¿No pudo con Raynom? —se rio Dean.
Su hermana le lanzó una mirada furiosa.
—¿Qué le pasó a Alex? —preguntó ella inquieta, ignorando la mirada reprobatoria de su hermano.
En ese momento a la chica no le importaba lo que pensara Dean.
—Empecemos desde el principio —Ern apartó una silla para Meilin y luego se sentó en la de al lado—. Alex contó que lucharon juntos contra Raynom. ¿Pero qué está haciendo Kiara contigo?
—Okay —respondió Dean—. Empecemos desde el principio. En realidad iba al centro comercial por una chaqueta nueva, y Kiara se empeñó en venir conmigo. Luego de repente le dieron ganas de un batido de esa cafetería que está cerca del apartamento de Allan. Entonces lo vimos a él mismo. Alex se veía demasiado inspirado y decidido. Además, mi informante me escribió que habían surgido unos asuntos en Denrei, así que decidí seguirlo. No pensé que fuera algo serio.
Luego el chico relató brevemente los detalles del encuentro con Alex y la pelea posterior.
—Dejé a Kiara en el coche y me estacioné de modo que no se nos viera —explicó él—. Y tampoco me quedé hasta el final porque estaba preocupado por ella. Ahora les toca a ustedes.
—Bueno, lo nuestro no es tan interesante —comenzó Ern—. Vimos el coche de Alex cerca de ese mismo edificio abandonado donde pelearon. No hay otros lugares parecidos por ahí. Él estaba inconsciente.
Al ver cómo cambió el rostro de Kiara, Dean puso los ojos en blanco.
—Sí, y yo insistí en que esperáramos a Kir y los demás —continuó Meilin, y luego miró decididamente a Dean.
—Relájate —dijo él—. Hicieron bien. Aunque no me gusta Alex, dejar a una persona inconsciente tampoco está bien.
—¡Sí, si hubiéramos esperado un poco más, podríamos haberlo rescatado antes! —lanzó Kiara indignada.
—Siempre soñé con rescatar a Alex —murmuró Dean con desagrado.
—Sí, ¿pero qué pasó con él? —la hermana no se calmaba.
—Está bien —se apresuró a asegurar Meilin.
Ern contó brevemente lo que sucedió después. Al escuchar sobre la travesura de Arman y Martin, el líder frunció el ceño.
—A veces no entiendo cómo Allan logra controlar a esos dos —soltó Dean—. Aunque siempre hubo problemas con ellos.
—¿También con Martin? —preguntó Meilin sorprendida.
—Ajá —respondió el líder—. Bueno, nos hemos quedado aquí demasiado tiempo. Ern, llévate a las chicas a casa, y luego nos encontramos en la base norte.
—Okay —dijo Ern—. Vamos, chicas.
***
Alex hizo una mueca y siseó de dolor cuando Arman rozó la herida sin cuidado al atar la venda.
—Bueno, entiendo que preferirías que Kiara estuviera en mi lugar —dijo alegremente su amigo—. Pero es lo que hay.
—A veces lamento que de vez en cuando te dé por estar de muuuuy buen humor —bromeó el líder—. En serio.
Por fin terminaron con el vendaje. Alex se levantó del sofá y se estiró.
—Alex, no te muevas mucho —aconsejó Kir—. ¿Tal vez deberías ir al hospital?
—Kir, ¿desde cuándo te volviste tan sensible? —Enton se metió en la conversación—. ¿O es que tu novia te ablandó tanto?
—Sí, no es de extrañar que Ern se comporte como un perrito amaestrado junto a ella —se rio Daniel.
—¿Y tú no te comportas igual con Alexa? —Kir lo miró fijamente.
—Mi hermana es un desastre andante, ya lo sabes —se defendió Daniel enseguida—. A veces es mejor hacer lo que dice.
—Solo puedo estar de acuerdo con la primera parte —gruñó Arman sarcásticamente—. Bien, Allan, ¿qué fue lo que realmente pasó? ¿Y de dónde salió Ern?
—Probablemente del mismo lugar que Dean —respondió el líder—. Raynom no me recibió solo, lo cual era de esperar. Luego se puso más interesante: apareció Dean, quien por alguna razón decidió ayudarme. Después se fue, y recibí un golpe en la cabeza.
—¿Crees que no fue Dean? —Enton miró extrañado al líder.
—¿Para qué iba a ayudar primero y luego golpear en la cabeza? —preguntó Kir lógicamente.
—Kir, entendemos que ya estás en parte de su lado —señaló Arman con escepticismo.
—¡Sí, alto! —Alex levantó la mano—. No nos pongamos personales.