Un cachorro por Navidad.

Capítulo 2 Primer día de trabajo

Al llegar al enorme edificio de cristal y acero del Banco, los nervios de Isabel crecieron con cada paso. Sujetó con fuerza la correa de su bolso mientras las puertas automáticas se abrieron ante ella. "Es ahora o nunca", pensó.

Al acercarse al mostrador de recepción, una mujer de mediana edad, vestida con un traje gris elegante, sonrió al verla.

—Hola, tú debes ser Alba. Soy Anna, encargada de recursos humanos. Encantada de conocerte —dijo, extendiendo una mano.

—Sí, soy yo —respondió, tratando de sonar más segura de lo que se sentía.

Anna asintió con calidez.

—Bienvenida. Te llevaré a tu puesto y te presentaré a tus compañeros. No te preocupes por el jefe; está de viaje de negocios y no vuelve hasta después de las fiestas. Así que tendrás tiempo para instalarte y adaptarte.

Mientras caminaban por el pasillo, Anna le explicó algunos detalles del funcionamiento diario del Banco y las áreas de trabajo. ella asentía mientras absorbía toda la información. También recordó lo que le explicó Cloe, su jefe era divorciado, con un hijo.Por fin llegaron a su escritorio: un lugar sencillo, pero bien organizado, con una vista parcial de la ciudad a través de las ventanas.

—Aquí es. Lo básico ya está listo: ordenador, teléfono, y algunas guías para que te familiarices con los sistemas del Banco. Y ahora, ¿quieres conocer a tus compañeros?

—Claro —dijo Alba, agradecida por la calidez de Anna.

La primera persona en acercarse fue Manuel, un hombre de unos cuarenta años con una sonrisa afable.

—Bienvenida, soy Manuel. Trabajo en la sección de créditos. Si alguna vez necesitas ayuda con cálculos raros o clientes difíciles, soy tu hombre.

—Gracias, Manuel. Seguro que te tomo la palabra —dijo Alba con una sonrisa.

Luego conoció a Claudia, una joven cercana a su edad que llevaba gafas de montura fina.

—Soy Claudia, gestiono las cuentas corporativas. Si tienes preguntas, no dudes en interrumpirme, aunque me veas enterrada entre papeles. Es parte del trabajo.

—Gracias, Claudia, lo tendré en cuenta —contestó Isabel, sintiéndose cada vez más cómoda.

Sin embargo, no todo fueron sonrisas. Cuando Anna la llevó a la oficina de Rosana, la jefa de finanzas, el ambiente cambió. Rosana, una mujer hermosa de gesto serio y mirada escrutadora, apenas levantó los ojos de su monitor cuando entraron.

—Rosana, te presento a Alba. Es nuestra nueva compañera, será la secretaría de dirección del señor Damien —dijo Anna con su habitual calidez.

Rosana le dirigió una mirada breve antes de soltar un seco:

—Bienvenida. Espero que sepas ponerte al día rápidamente. No solemos tener mucho tiempo para guiar a los nuevos.

Alba tragó saliva y respondió:

—Haré lo mejor posible para adaptarme rápido.

—Eso espero —cortó Rosana antes de volver a su pantalla.

Anna la guió hacia la salida de la oficina con un gesto tranquilizador.

—No te preocupes, Rosana es así al principio, pero con el tiempo suele bajar la guardia. Solo dale un poco de espacio.

El resto del día transcurrió entre configuraciones del sistema, manuales de procedimientos y más presentaciones. Al final de la jornada, mientras recogía sus cosas, Claudia se acercó a su escritorio.

—¿Qué tal fue tu primer día?

—Intenso, pero estoy contenta. Todos han sido muy amables… Bueno, casi todos —dijo Alba con una sonrisa tímida.

Claudia soltó una carcajada.

—¿Rosana? No te preocupes por ella. Es una amargada. Te diré un secreto—se acerca a mí hablando bajito —Ella vive enamorada del jefe, tuvieron algo, pero nada serio. Él la descartó en seguida, pero ella es insistente. No le hará gracia que estés tan cerca de él, siendo tan bonita. Solo asegúrate de no cruzarte mucho con ella, es una experta en su campo, pero una víbora.

—Lo tendré en cuenta —respondió Alba, entre risas.

Al salir del edificio esa noche, respiró hondo. Había sido un día lleno de emociones, pero se sentía optimista. Era el inicio de algo nuevo, y aunque sabía que no sería fácil, estaba decidida a demostrar su valía.

🎀🎁🎀

Corría con el bolso colgado del hombro y el abrigo a medio abotonar. El aire frío de diciembre le cortaba las mejillas, pero no podía detenerse. Había quedado con su amiga Cloe para comprar adornos de Navidad, y llegar tarde no era una opción si quería evitar las bromas ácidas y cariñosas de su amiga.

Al llegar al punto de encuentro, Cloe ya estaba esperando. Envuelta en un elegante abrigo de lana y botas de cuero, Cloe brillaba, como siempre, con su inconfundible estilo. Al verla, Alba no pudo evitar soltar una sonrisa.

—¡Por fin! ¿Te detuvo el Grinch por el camino? —preguntó Cloe, arqueando una ceja divertida.

—No, sólo el tráfico —respondía Alba entre jadeos, mientras se ajustaba el abrigo.

—Bueno, no importa. Vamos, tenemos mucho que hacer —anunció Cloe mientras empezaban a caminar juntas. Luego, tras una pausa, le lanzó otra pregunta—: ¿Y qué tal en el trabajo?




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