En la cabaña.
El día amaneció precioso, y en la acogedora cabaña decorada con luces navideñas, se respiraba paz y tranquilidad. Alba despertó con energía; su corazón, que tanto había sufrido, ahora latía con un entusiasmo desconocido desde que el pequeño cachorro llegó a su vida. Era un sentimiento nuevo y maravilloso el que la invadía: un amor inmenso y protector por esa pequeña criatura que, pese a su misteriosa llegada, ya se había convertido en parte fundamental de su vida.
Se puso a tararear una canción, se sentía inmensamente feliz, ya no sentía el dolor de la traición y el recuerdo de su abuela, le hacía sonreír. Empezó a preparar el desayuno y acomodar mejor los víveres que había traído, pues anoche con los cuidados del cachorro lo puso todo como pudo.
Estaba por terminar de cocinar el pollo que había decidido preparar para ella y para el cachorro cuando escuchó un sonido suave en la puerta. Al girar la cabeza, vio una pequeña bolita de pelo oscuro, con grandes ojos azules brillantes y una colita inquieta, que la observaba desde la entrada de la cocina. Los ladridos agudos y graciosos del cachorro llenaron el espacio, haciendo eco en su corazón.
—¡Buenos días, cariño! ¿Cómo amaneciste hoy? —dijo Alba con una risa suave mientras lo alzaba en brazos— Eres la cosita más preciosa que tengo. ¿Cómo está tu patita?
El pequeño cachorro, que la noche anterior parecía tan frágil y herido, se había recuperado milagrosamente. Ahora se movía con energía, como si su cuerpo hubiese encontrado nueva fuerza en la seguridad de la cabaña. Mientras lo sostenía en bazos, una fragancia fresca y peculiar la envolvió: una mezcla de hierbabuena y cítricos. Cerró los ojos por un instante, sintiéndose extrañamente en paz.
Entonces, lo inesperado ocurrió.
—¡Buenos días, mamita!
Alba parpadeó, petrificada. Miró a su alrededor con el corazón latiendo como un tambor. La voz había sido clara, dulce, pero ¿de dónde venía? La cabaña estaba vacía, excepto por ella y el cachorro.
—¿Quién ha dicho eso? Estoy delirando... Esto no puede estar pasando...
La misma voz, ahora acompañada de una risa tierna, resonó nuevamente dentro de su mente.
—Mami, no estás loca. Soy yo, Hati. Te he buscado desde siempre y por fin te he encontrado.
Alba se quedó inmóvil, sintiendo una mezcla de incredulidad y temor. Apretó al cachorro contra su pecho mientras intentaba convencer a su mente de que aquello no podía ser real.
—Esto es imposible... Estoy hablando por telepatía con un cachorro. Definitivamente estoy perdiendo la cabeza.—
Pero antes de que pudiera seguir cuestionándose, sintió algo en su corazón, algo tan profundo y cálido que disipó sus dudas. No era solo una voz; era como si aquella presencia la llenara de un amor incondicional que no podía ser imaginado.
—Escúchame, mamá—continuó la voz de Hati.— Tengo muchas cosas que explicarte, pero por ahora solo quiero disfrutar de ti. Dame muchos besos y abrazos, ¿sí?
El pequeño se removió en sus brazos, y Alba, aunque todavía temerosa de estar enloqueciendo, no pudo evitar sonreír. Quizás, solo quizás, era mejor dejarse llevar por esta fantasía, porque en el fondo de su corazón algo le decía que esto era real. De alguna manera mágica y misteriosa, su cachorro estaba hablándole telepaticamente..
—Está bien, pequeño. Hora de comer. Te preparé pollo; espero que te guste.
Hati ladró emocionado y, en un salto sorprendente para su tamaño, subió a la silla junto a la mesa. El plato que Alba había preparado pareció ser un banquete digno de un rey, al menos para el pequeño lobo. Comió con entusiasmo mientras Alba lo observaba, embelesada, como si nada más existiera en el mundo.
Cuando terminaron de desayunar, Alba decidió llevarlo al bosque que rodeaba la cabaña. El sol brillaba con suavidad sobre la nieve, y los árboles se erguían imponentes, sus ramas decoradas con cristales helados. Hati corría de un lado a otro, dejando pequeñas huellas en la nieve y lanzándole miradas cómplices. Alba no podía evitar reír mientras intentaba seguirle el ritmo.
A medida que avanzaban por el bosque, Hati comenzó a explicarle más sobre él mismo.
—Mami, mi papá debe estar buscándome ahora mismo. Es muy fuerte y protector. Cuando llegue, no quiero que te asustes.
Alba se detuvo, sintiéndose repentinamente preocupada.
—¿Tu papá? ¿Quién es él? —preguntó, mirándolo con los ojos llenos de curiosidad y una pizca de miedo.
—Mi papá se llama Thor, es el Alfa de nuestra manada. Es noble, valiente y justo. Él no te hará daño, mamá. Sí, es muy grande e imponente, pero yo le diré que tú ahora eres mi mamá. Lo entenderá.
Hati alzó la cabeza con orgullo mientras le hablaba en su mente, sus grandes ojos azules brillaban como si evocara la imagen de un gran lobo bajo la luna. Alba sintió un nudo en la garganta; la idea de perder a Hati ya la angustiaba.
—¿Y te tendrás que ir con él? —preguntó, apenas susurrando.
—Por un corto tiempo. Pero no te preocupes, mamá. El destino, nos ha unido.Te buscaré. Siempre estaré contigo. Ahora eres mi familia también.