Cada 21 de setiembre, Margarita llega y pide su café. El mesero, que sigue siendo el mismo de hace 25 años, enseguida se acerca a la mesa del fondo, esa que tiene detrás la nevera de los postres, para ayudar a la señora a tomar su asiento.
—Hoy llegó más temprano, doña Margarita.
—La inspiración, Carlitos, ¡la inspiración! —dice ella tras la bufanda que aún no se quita. El hombre asiente, sin descifrar, como cada año, de qué cosas habla la anciana. Es por eso que se retira a atender a otros clientes, estando pendiente, de reojo, si doña Margarita lo llega a llamar.