Un cambio de Corazón

CAPITULO 18.5 EXTRA 1

La suave música se escuchaba aún en los más lejanos rincones. Unos pocos bailaban en el frenesí de aquella noche y otros tantos bebían de incontables licores. Y en la mesa principal, aquella en dónde se proclamaban los anfitriones, el Rey Sebastián maldecía su suerte. Nunca le habían gustado las fiestas, ni siquiera las que un buen motivo, justificaba. Y estar en una en honor a su hija injustamente desposada, con su otro hijo mirándole con punzante odio y con el Rey de Moniac censurablemente ebrio, en nada le ayudaba a apaciguar su aversión.

Deseaba, mas que esperaba, que el irritante evento acabase para poder marcharse al fin a sus tranquilos aposentos para luchar por dormir, si la culpa se lo permitiese.

Pero por la alegría y vitalidad que observaba en sus invitados, y especialmente en su falta de decoro, sabia que aun le faltaba mucho mas por aguantar. Y no estaba seguro si su paciencia resistiría tanto. Al menos no con el pesado ambiente que le rodeaba.

-¿Podrías dejar de verme así, Ben?-. Le cuestiono a Benjamín, que aun le miraba con desbordante hostilidad. - ¿No crees que tengo ya suficiente con tener que soportar tal bullicioso evento?-.

-Bullicioso evento….si, sin duda debes tener suficiente sufrimiento al obligarte a ser participe de una de las muchas actividades sociales que tanto aborreces, sin embargo, padre, no creo que ese sea suficiente castigo para ti considerando tus recientes actos-. Replicó, con fiera ironía.

-Ben….te aconsejo que cuides el filo de tus palabras antes siquiera de enfocar tu objetivo-.

-¿Acaso importa? No, perdóname ¿acaso te importa? Cuando impones tu voluntad sobre inocentes solamente por tus caprichos egoístas, ¿estas en condición de exigir respeto, correspondencia de mi parte? Acláramelo padre, me temo que me he confundido-.

-¡BASTA BENJAMÍN!-. Le grito discretamente, conteniéndose. -No voy a permitir que nos expongas al ridículo frente a tantos importantes invitados-.

-Perdóneme entonces, su majestad-. Le dijo levantándose bruscamente y dándole una exagerada reverencia, casi burlesca. -No quisiera ocasionarle ningún mínimo problema a sus perfectos planes. Solo espero no importunarle con los míos. Discúlpeme-.

-¡BEN!-.

Le llamó lo mas fuerte que la apariencia le permitía, pero aun así solo le vio alejarse decidido. Soltó un pesado suspiro masajeándose la frente, y maldiciendo por decima vez su suerte. De verdad cada día dudaba mas que su hijo lo perdonará, y aún con su insolente desprecio, no podía culparlo. No cuando ni él mismo se perdonaba.

-Parece, majestad…que su hijo está ligeramente en conflicto con usted-. Le dijo con larga cautela el Rey Teodor, a quien casi olvidaba que estaba sentado en su mesa.

-Parece, su excelencia…que ya no se encuentra tan ebrio como osaba aparentar-.

-Tengo una excelente tolerancia al alcohol cuando se me es conveniente-.

-Es evidente-. Le contestó el Rey Sebastián, bebiendo de su copa y cambiando su vista hacia el frente. -Aunque no entiendo el por qué de exponerse a tales ridículos sólo por el placer de disfrutar de unas cuantas libertades-.

-Unas cuantas libertades que me saben a gloria. Para mí, ese es motivo suficiente para afrontar tales burdos sacrificios, aunque para ti no lo sean-.

-Para mí no, efectivamente-. Sentenció.

-Siempre tan correcto, amigo mío-.

-Y tu siempre tan insolente y descarado-.

Una sonora carcajada lleno el espacio entre ellos. El Rey de Sebastián sólo miraba a todos lados para asegurarse que nadie se percataba de tal desliz.

-jajaja, insolente tal vez, eso nunca lo he negado, pero descarado….no recuerdo haberlo sido…no al menos esta noche-.

-Lo está siendo ahora-. Le acuso con hastió, a lo que solo recibió otra igual de sonora carcajada.

-Sin duda, siempre es un placer hablar contigo Sebastián-.

-No recuerdo haberle permitido hablarme informalmente-.

-¿Acaso necesito un permiso?-. Le preguntó el rey moniaco divertido.

-Por protocolo y decencia, así es-.

-En ese caso…-. Le ofreció su mano parándose a su lado. -¿Qué le parece a su majestad acompañarme un momento afuera?-.

El Rey Sebastián le contemplo con sospecha. Tal vez, más cansado que enojado.

-En estos momentos, Teodor, no estoy para tus bromas-.

-¿Y quien dijo que era una? Hablo, total e indiscutiblemente, enserio-. Le juró, con sorprendente seriedad, incluso para Sebastián.

-Aun así, mi respuesta sigue siendo no-.

-Por favor Sebastián, lo necesitas tanto como yo. Además, solo será una corta charla entre amigos. Nada mas cómodo y ameno que eso-.

-Ya tienes mi respuesta, Teodor. No insistas más en ello-.

-Parece que necesitas una excusa mas convincente, ¿Qué te parece hacerlo por la simple satisfacción de tomar aire libre?-.




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