Un caos llamado Dean

04

DEAN ©
Capítulo 4

Observo cómo, con los ojos emocionados, devorada un enorme trozo de tarta. Ni siquiera se molesta en lucir educada, simplemente a grandes bocados se come su trozo. El chocolate ensucia sus labios y mejillas, pero no le toma demasiada importancia. Y a decir verdad, yo tampoco, no cuando solo soy capaz de admirar a la niña como nunca antes lo había hecho.

Es pequeña, quizás su altura sea inferior a la media. Está delgada y su piel es increíblemente pálida. Sus dedos son finos y largos e increíblemente bonitos. Su abdomen se ve plano bajo ese pijama infantil que viste y los atributos no se marcan por ningún lado. Literalmente luce como una niña, pero mentiría si dijese que no es la más hermosa y atrayente. Ni siquiera logro encontrar a una mujer con las que he estado más bella que ella, no existe es la conclusión. No hay mujer desarrollada, profesional y madura que pueda igualar a la escuálida e infantil niña.

Y, exactamente eso, es una jodida mierda bien grande. Tan grande que de solo pensarlo duele como mil balazos en el cuerpo.

—¿No vas a comer? —pregunta, aún con la comida entre los dientes.

—¿Vas a dejarme? Porque creí que te la comerías tú sola —bromeo, acercándome a su cama.

Se encoge de hombros con gracia —. No sabía que debía invitarte a comer de nuestra tarta.

Deja su plato a un lado y toma otro, ahí deposita un pedazo bien grande y me lo tiende junto con una cucharilla. Lo acepto dudoso, la última vez que comí tarta tenía como cinco años.

—¿Estás bien? ¿No te gusta el chocolate? —para mi sorpresa toma mi mejilla, acunándome contra su pequeña mano. Elevo la vista, conectándola con la suya y entonces niego.

—Hace más de veinte años que no pruebo una tarta.

Sus ojos se abren exageradamente y parece demasiado sorprendida —. ¡No celebras tu cumpleaños! —ahora acuna mi rostro con ambas manos, me regala pequeños movimientos asombrados y me mira fijamente.

—Para alguien como yo esto es una tontería.

—¿Cómo puede ser una tontería la celebración que te acerca cada vez más a tu muerte? —exclama. Sonrío divertido.

—Dicho así apetece menos —tuerce los ojos.

—Nunca mas vamos a cumplir los mismos años, nos morimos Dean y hay que celebrar en vida lo que una vez muertos no podremos hacer.

—Disfruta de tu cumpleaños y olvídate de los míos —meneo la cabeza, sus manos caen sobre mis piernas. Me concentro en comer el pedazo de pastel mientras un huracán ataca mi pecho.

Nunca he dejado que alguien se acercase tanto a mi. Ninguna mujer me ha tocado, mucho menos a entablado conversaciones conmigo. Sin embargo, con la niña salían solas y controlarlas o finalizarlas se convertía en algo que no quería hacer.

—Tú próximo cumpleaños será diferente —asegura, retomando su hacer.

Comemos en silencio, uno cómodo en el que solo la contemplo como si fuese un jodido ángel. Uno que me está destrozando de la manera más jodidamente placentera posible.

Pero sé la realidad que es mi vida, sé qué debo tener a mi lado y qué no. La niña es algo que no puede seguir junto a mí por demasiado tiempo, pues todo a lo que me acabo acostumbrando, termina destruido.

La puerta se abre de golpe, golpeándose contra la pared y asustando a la niña. Ambos volcamos nuestra vista en ese dirección, y maldita porquería. Me incorporo de golpe, lanzo el plato a cualquier lado y me aproximo a Lizzy.

—¿Qué cojones haces aquí? —espeto furioso. No retrocede ni se muestra asustada, masca su chicle como una auténtica fulana –lo que es– y me observa con deseo.

—Ya era hora de vernos, ¿no? —sin preguntar deposita su mano en mi pecho, acariciando con lentitud sobre la fina tela.

Aprieto los puños con fuerza, el dolor no tarda en aparecer, pero esta vez las rabias no menguan.

»—Vamos Dean, ¿cuánto llevas aquí? —pregunta sin interés —. No me digas que no te mueres por follarme bien duro —ronronea, hundiendo su rostro en mi cuello. Su lengua prueba mi carne, seguido por sus dientes.

Sin ningún cuidado la tomo del cuello, la dejó caer contra la pared y presiono mi mano sin control. Sus ojos se abren asustados, el color rojo no tarda en bañar sus mejillas y las súplicas a escapar de sus sucios labios.

—¿Quién te crees para tocarme? —ladro a escasos centímetros —. Lo último que me quiero follar es a una puta usada por todos.

Sus manos me golpean con torpeza antes de clavar sus uñas sobre mis brazos, veo el pánico reflejarse en sus ojos acuosos por la falta de aire. Aprieto sin control, disfrutando y liberando todo lo que durante estos días parece consumirme.

—Dean —su voz bañada en el pánico me hace apretar los ojos con fuerza —. Detente, por favor —suplica. Siento sus suaves dedos tomar mí marcado brazo, y entonces, la encaro.

Retrocede ligeramente ante mi vista, sé en lo que me acabo de convertir; el jodido monstruo al que todos temen. Estoy fuera de mi, y cuanto más la observo, más necesito apretar las manos. No quiero ver bonita a la niña, no quiero tener la necesidad de apreciar su sonrisa, no quiero que su voz me resulte agradable y que su compañía sea algo que agradezco. ¡No quiero ser un débil de mierda por culpa de una niña enferma!

De un momento a otro acabo en el suelo, López se encuentra sobre mí y no duda en lanzar puñetazos sobre mi rostro. En un principio dejo que me dé lo que merezco, pero cuando detrás de él enfoco a la niña y veo su miedo, reacciono. Nos hago girar, quedando encima de él, y sin ningún tipo de cuidado, comienzo a estampar mi puño contra su mierda de cara. Intenta cubrirse pero es en vano, ya no es la niña la que me hace golpearle, es por Holly, por mamá, por ese hijo de perra que me hizo cometer tal atrocidad y que con ello me convirtió en el ser más atroz que puede existir. Le golpeo porque odio lo que soy, y odio aún más sentir que la niña me ha hecho darme cuenta de ello.




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