Un caos llamado Dean

11

DEAN ©
Capítulo 11

—¿Dónde has estado? —apuradamente se levanta de la cama y se acerca. La desconfianza es su rostro pide a gritos una respuesta. Con su ternura habitual acaricia mi pecho, suspiro entonces, jodida mierda que ahora puedo respirar tranquilo.

—Tenía unos asuntos pendientes que resolver —respondo con simpleza. Si bien lo mío no son las mentiras, explicarle lo que le he hecho a ese mal nacido no es necesario. Su ceño se hunde y me observa con detenimiento. Alzo mi mano y acuno su rostro, pronto se relaja y sonríe. Sí, parece haber olvidado todas esas preguntas que pretendía hacerme.

—Te he echado de menos —susurra tímida, alzándose sobre sus puntillas y tratando de aproximarse a mi rostro.

—¿Qué haces? —la tomo de las caderas, ayudándola a mantenerse.

—Esperando a que me beses —habla con obviedad. Elevo las cejas, esforzándome por no reír.

—El primero y el último, ¿recuerdas? —ladea la cabeza, la confusión ganando terreno.

—Creí que te referías a que serías el primero y el último en hacerlo —tuerzo el gesto. Sí, quise decir exactamente eso.

—¿No era sin sentimientos, niña?

—Te odio —sisea molesta, alejándose. Se acerca a la ventana y observa al exterior mientras se abraza a si misma. —¿Me has usado? —meneo la cabeza, incrédulo a sus palabras.

—¿Qué?

—¿Has jugado conmigo? —me encara, el dolor reflejándose en su mirada.

—¿Qué mierda dices? —mascullo molesto, acercándome.

Eleva la cabeza, clavándome esa mirada abrasadora. Lanzando jodidas dagas a través de ese maldito dolor que acabo de provocar.

—Me has besado Dean, has sido mi primer beso —recalca —. Y ahora que a penas te queda tiempo aquí, ¿me dices eso? —niega rápidamente, pestañeando efusivamente en un intento por controlar las lágrimas —. ¿Ha sido divertido el juego?

—¿Por qué tienes tanta mierda en la cabeza? —de un rápido movimiento la atrapo entre mi cuerpo y el cristal. Elevo los brazos y acuno sus rosadas mejillas, aproximando nuestros rostros.

—Porque no quieres volver a besarme, ¿tan mal lo hice? —sonrío, la jodida ternura explotando en mi pecho.

—Niña, niña, niña... ¿cómo puedes pensar eso? —suspira, cubriendo mis manos con las suyas. Pero no responde, simplemente me observa, quizás tratando de averiguar la verdad —. Tus labios ha sido lo mejor que he podido tener sobre los míos. Ese beso, ese jodido beso, aún me tiene en las malditas nubes niña.

Muerde su labio, evitando sonreír —. ¿Entonces?

—No quiero hacerlo mal, no contigo —susurro, tentado a esa humedad que brilla sobre su labio inferior.

—¿Por besarme?

—Aún es pronto para empezar a consumirte, siempre lo va a ser.

—No te entiendo —divaga, acariciando mi nuca con lentitud.

—Lo sé —nos desconecto, dejando a mi cabeza caer sobre su hombro. Luchando por controlar todo lo que me lastima en mi interior, todo lo que me suplica que me lance a ella y deje de luchar contra mis instintos. No lo pienso hacer, la niña es mi reina y debo protegerla de absolutamente todo, sobretodo de mi.

—Le he pedido ayuda a Kevin para solucionar tu problemita —me enderezo de inmediato.

—¿Kevin?

—El enfermero...

—Sí, ya sé quién es —interrumpo con molestia —. Lo he visto muy amable contigo.

Ajá —asiente con exageración, abriendo demasiado los ojos. —, ¿te confieso un secreto? —susurra lo último, aproximándose. Gruño en respuesta, enfadado por la mierda que puede soltar —. Es su trabajo.

—Su trabajo es curarte, y por el momento no veo que lo haga —farfullo, sujetándome en su diminuta y apetecible cadera —. No te quiero cerca de él.

—¿Celoso nuevamente, Dean? —cuestiona divertida.

—Sí, niña, celoso nuevamente —susurro ronco, imaginando las decenas de maneras en las que ese chico puede desaparecer.

Se encoge de hombros y continúa sin tomarle ninguna importancia a mis palabras. Maldita mierda —. Le he pedido una máquina de afeitar.

—¿Todavía te atreves?

—Bueno —ladea la cabeza, sonriendo ampliamente. —, aún conservo mis manos. Debo aprovechar, ¿no crees?

—Podías aprovecharlo para otras cosas mucho más interesantes —hablo ronco, dejando que mi imaginación vuele con el simple pensamiento a de sus finas manos.

—Podría pero... hacer las cosas bien —imita mi voz, haciéndome rodar los ojos —. ¿Lo olvidas, Dean aburrido?

—En momentos niña, sobretodo cuando te tengo tan cerca y todo tú cuerpo exclama en necesidad.

—Eso no es cierto.

—Lo es —ladeo la sonrisa; hora de avergonzarla —. Tú respiración se ha vuelto pesada, eso es el deseo consumiendo tu interior. Muerdes continuamente tu labio, buscas autocontrol. Suspiras sin cesar, a saber qué cosas sucias pasan por tu cabecita.

—Vives en las nubes —farfulle, tratando de alejarse. Pero la mantengo, incapaz de separarla de mi —. Si no vas a besarme, suéltame —se revuelve con exigencia.

—¿Solo me quieres por mis besos? —me hago el ofendido, haciéndola rodar los ojos.

—Sin sentimientos Dean, recuérdalo siempre.

—Eres mala —me rio, pegando nuestras frentes —. Es jodidamente difícil cumplir eso, ¿lo sabes niña? —agrego ronco, dándome cuenta de la verdadera complejidad de todo esto. Abre los ojos con sorpresa, sin embargo, un brillo aparece en ellos.

—Así que ahora es difícil... ¡eres tonto! —lanza un golpe a mi hombro —. Primero me besas, pero sin sentimientos. Luego te quiero besar, pero no me dejas por no sé qué rollo tuyo. Y ahora es difícil no tener sentimientos. ¿Y cuál es la maldita conclusión? ¡Que yo no obtengo mi beso!

—¿Quieres que te bese?

—¡Dean! —me rio, derretido por sus expresiones.

—Responde —exijo, sin saber demasiado bien lo que estoy haciendo. Suspira cansada.




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