DEAN ©
Capítulo 17
Observo a mis tres mejores hombres con seriedad. Analizo cada una de sus expresiones con detenimiento, encontrando únicamente la molestia pura plasmada en sus rostros. Tyler sé nuestra tan serio e inexpresivo como siempre, sin embargo, esta vez puedo ver en sus ojos destilar la ira. Volkov no se molesta en ocultar su enojo y la necesidad de asesinar a esos hijos de perra. Y López, se muestra preocupado a la vez que furioso.
Me han llamado a reunirme con ellos porque han descubierto algo, y me estaba comenzando a sacar de quicio el hecho de que se mantuviesen en silencio por tanto tiempo.
—Soltarlo de una vez —espeto rabioso, perdiendo la poca paciencia que tengo y teniendo la necesidad de golpear a alguien.
—Verás... —comienza López, pero Tyler le interrumpe de inmediato.
—El doctor no es quien dice ser jefe. ¿Le suena Roy Mccann? —inquiere con cautela, pero sin perder esa tranquilidad que le caracteriza.
Mis cejas se hunden de inmediato, ese maldito apellido se sentía demasiado conocido. No era la primera vez que lo escuchaba, pero por mucho que estrujase mi cerebro no era capaz de recordar dónde o en qué momento lo había escuchado.
—Vete al puto grano Tyler, me estáis hinchando los huevos con tanto dramatismo —ladro, llevo las manos a mi cabeza y la aprieto. Busco calma, que el dolor se vaya y sé que solo lo encontraré en un lugar: junto a ella.
—¿Lucía Mccann le resulta más familiar? —inquiere pausado, los tres me observan con detenimiento a la espera de mi reacción.
—¿Qué tiene que ver esa enferma en todo esto?
—Todo —acota, y no duda en lanzar una patada a la puerta.
—Cuando la rechazaste se volvió loca, pero cuando tuvimos que dar un paso más, enloqueció —comienza López, una mueca asqueada tomando su rostro —. Se quitó la vida hermano, y tras ella su madre. A saber cuánto tiempo lleva ese hombre preparando esto —escupe rabioso.
—¿Y su familia? ¿A quién coño hemos estado vigilando todo este tiempo? —aprieto los puños con fuerza, mis nudillos aún duelen. La piel se encuentra abierta y la sangre no tarda en brotar en pequeños hilos. Lo agradezco, es ese dolor el que me hace mantenerme y no reventar a todo aquel que tengo al lado.
—Todo una farsa, ¡una puta mentira en la que hemos caído como gilipollas! —brama López, tirando sin cuidado de los mechones que caen hasta sus hombros —. No tiene nada que perder, hará todo lo que esté en sus manos para destruirte.
—Si está con Abruzzi es hora de ponernos serios —habla esta vez Volkov —. Hemos matado a toda su familia frente a sus propios ojos, y aunque sus hombres se han reducido a la nada, no le costará demasiado tener el apoyo de otras bandas.
—Que vengan, les estaremos esperando —brama otra vez López —. Siempre hemos ganado, esta vez no será diferente.
—Esta vez no sabemos a qué nos enfrentamos —siseo, enfocándolo. Su mierda de actitud solo pide a gritos que le dé una paliza —. Tenemos que encontrarlos antes de que se alíen con las bandas enemigas —me incorporo con molestia, deseando salir de las cuatro paredes que parecen asfixiarme —. La reunión con España, cancelarla. No sabemos si nos tenderán una emboscada.
Paso por su lado con la ira evaporando por cada poro de mi piel. En qué momento hemos sido tan inútiles como para no darnos cuenta de que teníamos al peligro frente a nosotros en todo momento. Mis hombres merecen acabar con las piernas rotas, y yo merezco una jodida bala entre las cejas.
No solo me pongo en peligro a mi, sino a todos aquellos que dan su vida por protegerme y a cambio les brindo la mayor seguridad y un lugar en el que vivir sin ser juzgados.
—Sabemos quién tiene la culpa de todo esto —escucho el reproche de López justo cuando cruzo la puerta. Me detengo, la rabia arde sobre mis venas y que este payaso continúe hinchándome las pelotas no es nada bueno.
—Habla —exijo, manteniéndome estático —. Ten los cojones suficientes como para decirlo.
—Esa...
—Cállate, imbécil —sisea Volkov, pero ya es tarde. En cuanto abre la boca un impulso incontrolable me ataca, giro sobre mis talones y sin dudar camino hasta él.
Ni siquiera lo ve venir, estampo mi puño contra su mandíbula. Esta parece crujir ante el golpe, y aún más cuando se golpea contra el suelo con toda la fuerza de su peso.
—La próxima vez que te atrevas a mencionarla te quito la vida, escoria.
Esta vez abandono el despacho sin detenerme. Toda esta ira necesitaba ser descargada de alguna manera, y un simple puñetazo no iba a ayudar.
Pensar en esa estúpida pelirroja me hacía querer matar a todo aquel que se acercase a mi. Aún recuerdo cuándo la conocí; aquel antro lleno de mierda fue el lugar perfecto en el que esconderme de todos los problemas. Necesitaba olvidar, aunque solo fuese por unas horas, todos los problemas en los que se encontraba mi vida. Y, tras un par de cervezas y unas cuantas miradas lascivas por parte de la camarera, acabé en el callejón follándomela como a una fulana más.
Estuvo bien, es decir, me liberé como quise, cuanto quise y hasta que me dio la gana. Los problemas vinieron cuando, días después, se presentó en mis territorios y se mostró ante todos como mi nueva chica. Quise reírme en su cara, pero la molestia fue más grande así que, simplemente, le grité que desapareciese de mi vista y tuviese algo de dignidad. ¿En serio creía que alguien como yo cambiaría por ella? Ilusa.
Aún así, mis amenazas parecieron no ser suficientes. Se obsesionó con ser mi mujer, llegando incluso a jodernos varias reuniones e irrumpir en medio de ellas como una novia loca y celosa. Por eso, me vi en la obligación de que López interviniese. Lo que jamás habría imaginado es que cometería tal locura.
Al parecer si estaba mal de la cabeza, en todos los sentidos. Y qué decir, una enferma menos en este mundo no es nada malo.
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Editado: 21.09.2021