Epílogo
Algo había cambiado dentro de mí. Me sentía distinto, como si fuese una persona diferente. Como si, ahora que ella ya no estaba conmigo, lo que algún día Dean Kellerman fue, hubiese desaparecido. Muchos podrían agradecer eso, incluso celebrarlo, sin embargo, la realidad es que, la clase de hombre que soy ahora, es muchísimo peor de lo que fui en el pasado.
Nunca imaginé que pudiese volver a ser capaz de sentir tanto dolor, solo una vez en la vida había experimentado algo así, y ese dolor se acopló a mi cuerpo como una segunda capa, lastimándome cada jodido día de mi vida y haciéndome odiarme a cada segundo. Sin embargo, esta vez era diferente. El dolor me superaba, la angustia me consumía y el odio a mi mismo me estaba comenzando a matar.
Haber perdido a Amor se sentía muchísimo peor que la perdida de mi hermana, es como si una parte de mi se hubiese ido con ella. No me hace falta decir que, tal y como todos esperaban, ha sido todo lo bueno lo que ha sido arrancado de interior. Porque ser buena persona, sentir, querer, saber apreciar a un ángel... no es algo natural en mí. Yo estoy hecho para destruir, arruinar y arrasar. Esa es mi naturaleza, solo Amor ha podido cambiarla, solo sus ojos han podido apaciguar a mis demonios, solo sus labios han podido calmar mis pesadillas, solo su amor ha podido hacerme feliz.
Ahora solo me quedaban los recuerdos, unos que no menguaban esa oscuridad que luchaba diariamente por acabar de consumirme.
Todo lo que vivimos estaba grabado en mi cabeza y lo estaría por siempre, jamás sería capaz de olvidar la dulce sonrisa sobre sus labios, el brillo cálido en su verde, el atrevimiento de sus palabras, la valentía de sus emociones. Fui el primero para Amor, el primer hombre al que besó, el primer hombre al que deseó, el primer hombre al que quiso. Y ella, sin saberlo, también fue la primera para mí. Pues nunca nadie había sido capaz de hacerme sentir tanto como ella, la niña me devolvió el corazón y me hizo ver que, aunque todo es una mierda, siempre se puede volver a sonreír.
Me gustaría volver a ver su sonrisa y contagiarme de ella, es lo único que me hace falta; ella. Su simple presencia me hacía olvidar toda la mierda y me traía paz, una inmensa e increíble.
Pero eso ya no iba a ser posible, ya era demasiado tarde para desearla, necesitarla y quererla. Y fue algo que me costó demasiado asimilar, casi me vuelvo más loco en el proceso, pero lo conseguí. Después de meses de pura angustia logré aceptar que Amor ya no estaba en mi vida y que, nunca jamás, volvería a estar. No como yo quiero.
Fue exactamente en ese mismo instante cuando, algo en mi interior, hizo clic. Sentí como mi corazón volvía a secarse, reduciéndose y llegando a disiparse. Eso fue bueno para mí, pues por fin podía seguir adelante, sin embargo, para el resto de las personas solo fue el fin.
Comencé a crear el caos allí a donde iba, adueñándome de todo cuanto se me antojaba y matando a todo aquel que se atreviese a mirarme a los ojos. Más que un monstruo me convertí en una bestia, un animal salvaje que deliraba cada noche, sufriendo atormentado, por una única persona; mí reina.
Sin Amor no era más que un ser despreciable, un demonio cruel y despiadado que, muy tontamente, creía que haciendo sufrir al resto se curaría mi dolor.
Yo nunca quise perderla, ni siquiera quise quererla tanto como llegué a hacerlo. Hubiese dado lo que fuese, incluso mi vida, si con eso la hubiese podido salvar de mí, de mis garras destructivas y mis oscuros demonios que destruían todo cuanto necesitaba.
Pero mis suplicas jamás iban a ser escuchadas, así que seguir adelante sin ella en mi vida era lo único que me quedaba. Aferrarme a sus recuerdos ayudaba, recordar su amor aliviaba, y el saberla a salvo, era lo único que necesitaba para seguir lo más alejado posible.
Hasta que llegase ese día en el pudiese cumplir con mi promesa, esa dura y justa que le hice jurar que cumpliría. La determinación con la que aceptó me dolió, pero no tanto como el hecho de haberla perdido por ser un maldito hijo de perra. La culpa es algo que jamás podré ignorar, al igual que su falta y la necesidad de ella, esa que parece incapaz de desparecer.
Puedo fingir frente a todos que nada me afecta, sin embargo, por dentro estoy más roto que nunca. Ni siquiera matar me calma, y aún así, no puedo dejar de hacerlo. Ya he perdido la cuenta de las vidas que he quitado desde que la dejé ir, ahora sí soy el monstruo que siempre se ha negado a ver, el diablo que la destrozó a conciencia y que la amó enfermizamente.
Aún así, me siento orgulloso de mi decisión. Dejarla libre para que pueda cumplir todo cuanto desea ha sido la mejor decisión que he tomado en toda mi vida. Ahora solo tiene que pasar el tiempo suficiente para que esté preparada para luchar contra mi, pactamos mi destrucción porque fue la única manera de salvar a mi gente y salvarla a ella, sin embargo, no iba a ponérselo nada fácil.
#4786 en Novela romántica
#1821 en Otros
#321 en Acción
amor mafia toxico, arrogante y celoso, violencia romance sexo magia seduccion
Editado: 21.09.2021