—Eres peligroso—dijo, mirándolo directamente a los ojos, aquellos ojos que la observaron con embeleso, como si fuese lo más valioso y fascinante que pudiese existir.
—No digas eso—negó con descaro.
—Aléjate de mi.
—Te amo—.Tuvo la osadía de acercarse a aquella mujer tan insurgente y porfiada pero ésta se alejó completamente—¡Entiéndelo! ¡Te amo! ¡Te amo, mujer! ¿¡Qué tengo que hacer para que me ames!? ¿¡Qué mierda tengo que hacer para que me escuches?—espetó exasperado.
Sin duda, el pobre chico estaba desesperado. No quería perderla y mucho menos soltarla, pero sucede que el amor no se pide ni se ruega, sucede que no puedes pretender retener a las personas que amas, debes obligarte a dejarlas ir, por más que duela, por más que queme.
—No quiero caer en las garras de tú amor, tú forma de amar es una constante amenaza. No atrapas con tu físico ni con palabras empalagosas, tú atrapas con hechos, con realidades, así que por favor vete, aléjate de mí. La tranquilidad que impregna tu presencia embriaga, apega, sin embargo, Dime, si ofreces tanta paz, ¿Por qué mi alma se angustia ante tú cercanía? Sí ofreces tanta paz, ¿Por qué todo es tan remotamente difícil junto a ti? ¡Maldita sea!
—No, te equivocas. Tú eres la que no quiere ser amada, tú eres la que se niega a ser feliz, ¿A qué le temes? ¿¡A qué carajo le temes!?
Por primera vez, ella sintió la ostentosa necesidad de hablar. quería hablar, quería gritar a los cuatro vientos las palabras que por tanto tiempo estuvo reprimiendo pero por alguna extraña razón, no podía. Se estaba debatiendo entre sí superar las pomposidad de hablar o callar, cómo antes, ya lo había hecho.
Tenerlo sin poder tenerlo, era su condena, era una silenciosa agonía que se encargaba de carcomer cada célula de su piel. Él era como un maldito imán, la consumía pero al mismo tiempo, la hacía sentir viva.
—¿Me amas?—preguntó en medio de sollozos, su voz colgaba de un hilo, se sentía desvastado, aquella mujer, sin duda, lo había destrozado, pero él insistía en amarla y en que ella lo amara, pero lo que él no sabía es que él era la luz de su vida.
No obstante, sucede que las personas no tienen el poder de leer la mente, los sentimientos inexpresivos no existen y eso, era lo que ella aún no comprendía, que no valía la pena sentir sin poder sentir.
—Lo siento—susurro más para ella misma, pero aquel lindo chico, lo entendió. Entendió que su primer amor, lo había marcado.
8 letras, dos palabras. Llenas de dolor, besos, despedidas y arrepentimientos.
Él se marchó y ella pensó que de seguro el volvería, que solo era una discusión como cualquier otra que alguna vez tuvieron, pero que los besos se encargaban de proceder a la reconciliación, lo que ella no tuvo presente es que él no regresaría. Se fue, tal vez para siempre, tal vez para nunca más volver.