Un Cliché Peculiar

Capítulo 01: Jodida, muy jodida.

Maya

Probablemente, la mayoría de las personas no saben que un cerebro humano funciona con unos 15 vatios.

Sin embargo, lo fascinante de este dato en cuestión es que los procesos que implican razonamiento profundo requieren más carga eléctrica que cualquier otra actividad regular del humano.

Esta complejidad cerebral es un misterio intrigante. Y, curiosamente, para que nuestra mente pueda desenvolverse de mejor manera, necesita descansar.

Descansar. Es una palabra inexistente en mi vocabulario.

Siempre tengo algún pensamiento rondando que no me deja dormir apropiadamente, como esta mañana; la discusión precipitada de mi tía Sunny y su esposo trasciende a decibeles demasiado altos, lo que no propicia mi descanso habitual de tres horas por noche.

Odio eso. Lo odio con todas mis fuerzas, sin embargo, tengo que ignorarlo, es mejor hacer eso que participar en una batalla que obviamente no ganaré.

Deambulando en mi camino hacia la salida desde la sala de estar, finjo una sonrisa que le refleje a mi tía que estoy de acuerdo con lo que sus gritos están expresando.

Mi único deseo en ese momento es retirarme con premura, alejarme de la atmósfera cargada que se cierne sobre la casa como una tormenta inminente

Camino los pocos pasos que me quedan para huir de la casa, inhalando profundamente el aire fresco de paz que me golpea en el rostro al salir. Allí, estacionado en la acera, el auto del señor Wilson, —padre de mi mejor amiga— reluce en el tranquilo barrio residencial de la Gran Manzana.

Asomándome por la ventanilla del copiloto, un rostro conocido me da una enorme sonrisa.

Jo Wilson alza su mano, agitándola de un lado a otro, y su cabello marrón oscuro ondea de un extremo a otro.

Me alegró que no lo lleve recogido como suele hacerlo; le devuelvo la sonrisa mientras me dirijo hacia su encuentro. Segundos después, me encuentro dentro del vehículo; pulcro y aromatizado como solo el padre de Jo puede lograrlo.

El padre de Jo me saluda como siempre, sin ninguna sonrisa. El señor parece tener un serio problema con mostrar sus expresiones.

Desde que Jo y yo somos amigas, jamás lo he visto sonreír.

Es un déja vu completo de cuando conocí a Jo, algo reservada e intimidante al principio, sí no la conoces del todo como yo. Ya que, mi mejor amiga desborda alegría pura, siempre y cuando no estén sus padres presentes.

El camino a la universidad es silencioso, con la radio sintonizada en el programa deportivo de cada jueves acompañándonos todo el tiempo.

¡Puaj!

Mientras yo me quejo internamente sobre ello, Jo prestaba atención a la mención de los jugadores que ella considera 'Malditamente apuestos y sexys'.

Cuando finalmente el señor Wilson estaciona frente a la entrada del campus de Columbia, agradezco internamente que mi tormento con el fútbol americano acabe.

Jo se despide de su padre con un "Hasta luego", recibiendo un asentimiento sin emoción; nos bajamos del auto con mi chillón "gracias" antes de que el señor Wilson desaparezca del lugar.

—¿Se puede saber por qué ese rostro, May-May? —pregunta Jo, a mi lado haciendo batir sus pestañas.

Eso me permite dar un vistazo de sus ojos marrones oscuros que parecen tragarse sus pupilas y revelar unos iris fundidos en oscuridad.

Pronto me muestra su dentadura perfecta; tomo nuestros brazos y los junto para caminar directo a la cafetería ubicada a una cuadra del campus, donde ordeno un expreso sin azúcar para mí y uno con azúcar para ella.

No quiero abrumarla con otras de esas tontas discusiones, pero, tampoco puedo mentirle, ella sabrá de inmediato sí lo hago, por lo que, minimizo el problema.

—Ya sabes, Adrien le mencionó a mi tía sobre mi llegada tardía a casa, anoche. —murmuro quitándole importancia.

—Pero, ¿por qué es tan metiche? —sisea ella, enfadada. —Además, sí llegaste tarde, pero, no lo hiciste sola, mi padre nos llevó a tu casa. No debí convencerte de quedarte un poco más, seguro y Sunny esta súper enfadada. —menciona dejando el vaso de cartón sobre mi mano.

Pruebo un sorbo de mi cafeína y dirijo mis orbes marrones claros a los suyos.

—No es para tanto, Jo. Ella siempre enloquece por todo. —pronuncio sonriendo.

—Sí tú lo dices, May-May. Pero, ¿estás emocionada? —pregunta ella y sé a lo que se refiere.

—No tanto como tú al parecer. —río, divertida y ella me lanza una mueca.

—¡Cielos, May! ¡Estaremos a solo una facultad de distancia! Lloré el semestre pasado porque sabes que tan tímida soy y no conseguí con quién pasar el rato mientras tú pateabas los traseros de esos riquillos con tus habilidades de psicología.

—Eres tan exagerada. Aunque sí patee muchos traseros, pero, eso no importará si no consigo ponderar las calificaciones con el doctor Parson. —chillo.

Estudiar psicología es mi sueño hecho realidad, y asistir a esta universidad parte de la Ivy League también, sobre todo, con mi mejor amiga de la preparatoria.

—Lo harás muy bien, May. —anima ella alzando sus pulgares, sonrió divertida.

Me toma un segundo darme cuenta de la hora, y después de una maldición de mi parte; me despido de ella corriendo hacia mi primera clase.

Farfullo enojada porque la estúpida clase es con Parson, y sí llego tarde no solo se cabreará, sino que, es muy probable que me tome más fastidio del que ya me tiene.

Tomando un atajo rápido de último minuto lanzo mis pies ocupados en mis calzados por el campo de juego de fútbol americano.

Trato de ahorrar tiempo rebuscando el libro de María Dolors "Psicología de la comunicación" para Parson.

El muy maldito nos hace leer a todos, por lo que, con fe de que llegaré al menos unos segundos antes que mi profesor, seré lista jodiéndolo con mi libro en mano sin tener que pasar por una de sus humillaciones públicas usuales.

Mi cabello castaño se amontona en mi mochila; sigo caminando apresurada, sin embargo, no llego demasiado lejos porque un grito potente llena el silencioso campo.



#5321 en Novela romántica

En el texto hay: romance

Editado: 08.04.2025

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