8 días desde la caída
12:54 AM, Sábado 17, agosto del 2192
Cameron había perdido la cuenta de todo el tiempo que pasó en los pasillos del colegio, el guardia que actuaba raro lo llevaron a la comisaría y se comportó muy paranoico en cuanto lo tocaron. El director daba vueltas de un lado a otro, pero siempre se iba al mismo lugar: La sala de música, Cameron lo estuvo acompañando un buen rato hasta que les informaron que podían irse, sin embargo, Cameron ayudó a Brandon hasta el auto, pues el director era muy viejo y Cameron no quería que le diera un infarto.
En cuanto Cameron salió de la escuela, con su mente corriendo de teorías, ni siquiera notó a un oficial que corría detrás de él, hasta que este le tocó el hombro que Cameron reconoció su presencia.
—¿Qué necesita oficial? —Preguntó Cameron, el oficial era algo raro, sin embargo, Cameron no cuestiono: El oficial era un hombre de estatura similar a Myaló, tenía el pelo largo y sedoso de color azul rey a juego con sus ojos de color gris claro que parecían contener todo tipo de secretos, Cameron podía jurar que sus pupilas tenían vida propia por como parecían palpitar, como si de un corazón se tratara.
—Usted es Cameron Smith, ¿verdad?
—¿Sí? —El oficial quedó en silencio a esa confirmación, pero soltó el brazo de Cameron y tomó un suspiro, buscó en su bolsillo hasta que encontró una pequeña foto.
—... ¿Tú conoces a este chico? —Con eso, el oficial le mostró la foto, era una foto de Myaló, solo que con más brillo en sus ojos y con una sonrisa perezosa en esos labios. Al ver la imagen, entrecerró los ojos antes de alzar su mirada de vuelta al rostro del oficial.
—¿Usted quién es a todo esto?
—Un oficial. —Cameron bufó ante la evasiva del "oficial".
—Entonces muéstreme su placa.
—¿Mi placa?
—Sí, ¿o acaso tú no tienes una? todos deben tener. —Ante eso, el oficial tragó y dio media vuelta para irse. —¡Un minuto! tú lo conoces? —Gritó Cameron cuando vió al hombre irse apresurado, murmurando una grosería bajo su aliento mientras ignoraba la pregunta.
Cameron lo vio irse, su mirada se dirigió a la foto pequeña de Myaló, ya que esta se cayó en cuanto el oficial se dio vuelta bruscamente. Con cuidado la tomó del suelo, analizandola en silencio mientras volvía a caminar hacia donde estaba su auto, perplejo y el caso de la droga ya se había ido de su mente.
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—¡Myaló! ¡ya llegué! —Gritó a la nada Cameron, cerrando la puerta de la cabaña detrás suyo con suavidad. La cabaña estaba extrañamente tranquila, tal cuál como cuando él se había ido.
—¿Myaló? ¿sigues durmiendo? —Sacó su celular para ver la hora, ya eran las 1 PM.
Cameron fue a su dormitorio y abrió sin tocar, las sábanas estaban enrolladas en un desorden terrible pero no había señales de vida. Ante eso, Cameron buscó frenéticamente toda la casa, de arriba a abajo, todas las habitaciones o escondites, pero Myaló no estaba en ningún lugar.
—Mierda... mierda, mierda, ¡mierda! —Cameron exclamó al aire, desplomandose en el sofa del salón y tomando un suspiro. Dejó su celular caer al suelo con un ruido extrañamente alto para la cabaña silenciosa, aunque solo había pasado una semana de la llegada de Myaló a su vida, Cameron ya sentía la casa vacía, como si faltará algo.
Con una maldición, se incorporó y empezó a caminar de un lado a otro en la pequeña sala de estar, pensando en los pocos lugares donde Myaló podría estar. Por la pérdida de memoria, Myaló no tuvo que haber ido muy lejos, apenas conoce su cabaña y cuantos pasos dar hasta llegar a la costa, pero la ciudad no la conoce para nada, solo la comisaría y la panadería.
Rápidamente volvió a salir, con pasos apresurados corrió a su auto y volvió a entrar al vehículo. El motor cobró vida con un ronroneo ruidoso y pisó el acelerador, conduciendo por las calles rústicas de la playa.
Sin la presencia del rucio a su lado, el auto se sentía extrañamente vacío, como si al asiento del copiloto le faltara algo y el aroma a vainilla del aromatizante se mezclara con el aroma único del rucio.
Su primera parada fue en la comisaría, él bajó con un portazo a la puerta y con pasos rápidos acortó la distancia a la entrada, las puertas se abrieron por si solas con una lentitud desesperante para él, cuando finalmente dieron paso, Cameron casi corrió al mostrador.
—Buenos días, ¿en qué puedo-?
—¿Ha visto a un chico así por aquí? —Con movimientos torpes, Cameron sacó la foto que al oficial impostor se le habían caído, la mujer del mostrador examinó la foto tanto que la paciencia de Cameron se le estaba agotando.
—Lo lamento señor, pero no lo he visto desde que ustedes dos vinieron. Si él no aparece en veinticuatro horas, puede reportarlo como desaparecido.
—Vaya mierda, en ese tiempo ya se pudo haber muerto. —Gruñó mientras le arrebataba la foto a la mujer y salía de la comisaría, menos tranquilo que hace unos minutos. Se apresuró al auto y condujo nuevamente por las calles, incluso buscó por toda la playa cuando ya perdió los estribos, pero era como si la tierra se hubiera tragado a Myaló, sin rastro por ningún lugar.