Un compromiso por Contrato.

Capitulo 23.

     Las lágrimas se asomaron antes de que pudiera detenerlas y un nudo en la garganta se formó para acompañarlas. Me costaba creer que Derek hubiera guardado esa información tan importante durante tanto tiempo. Ahora quedaba claro el porque de su insistencia en reunirnos, ahora sabía cómo es que él parecía conocerme tan bien y porque jamás pregunto por mi ex pareja; para que preguntar si ya se conocían. Y por si fuera poco me entero de que Arthur dejo, o más bien vendió su parte en el negocio de hotel que compartía con Derek para tener un futuro feliz con mi hermana.  

-¿Está usted bien señorita? 

    La voz ronca y autoritaria del chófer se abrió paso entre mis pensamientos trayéndome de regreso al taxi.  

-Si. Estoy bien, lamento mucho hacer esta escena frente a usted. 

-No se preocupe. ¿A caso a perdido a alguien hoy? 

-No. Al menos no en el sentido en el que usted lo está sugiriendo. 

   Lo último lo dije en un ligero susurro casi inaudible y tenía la esperanza de que no hubiera alcanzado a escuchar. Por alguna extraña razón este tipo me ponía nerviosa y mi sistema nervioso me enviaba señales constantemente de alertas rojas, pero no comprendía el motivo.  

-Es una pena; yo en cambio si se lo que se siente perder algo o alguien.  

-Lamento oír eso.  

-Imagino que si, pero no tanto como yo.  

    El silencio se instaló nuevamente y mis manos comenzaron a hormiguear mientras el sudor brotaba por mi espalda. Cuando eché un vistazo por la ventanilla me di cuenta del estúpido error que había cometido. Este tipo estaba viajando con un rumbo determinado, pero yo no le había dado instrucciones de a dónde debía ir y el paisaje se volvía cada vez más desolado y los edificios ya comenzaban a desaparecer detrás de nosotros. 

-Por favor de la vuelta, me olvide de algo en el restaurante. 

-Seguro que eso puede esperar además, a dónde vamos no necesitarás lo que sea que te olvidaste.  

-¿¡A dónde me está llevando!? 

-Te responderé con otra pregunta. ¿A caso no me recuerdas? 

-¿Qué? ¡No! 

-¿Estás segura? ¿Por qué no lo piensas un poco más?  

-¡Porque no recuerdo haberlo escuchado hablar nunca!  

-Oh, mi error, no viste mi rostro, pero estoy seguro que al verme me recordarás. Después de todo, dejaste una marca en el y desde entonces mi cara es un tanto peculiar e imposible de olvidar. 

   En un rápido movimiento él se volteo y sus ojos negros como la noche estaban llenos de ira y locura. Su rostro era el de un hombre dentro de sus cuarenta y tantos, su sonrisa era cínica y aterradora, pero sin duda lo más aterrador y destacable de su cara era la gran cicatriz que sircaba su mejilla izquierda. Está nacía en el mentón y moría sobre su ceja izquierda y los bordes desiguales indicaban que había sido hecha con un vidrio; y eso lo sabía porque yo se la había hecho.  

-Tu.  

    Fue lo último que dije antes de que él me golpeara dejándome mareada y entonces todo se volvió negro.  
 




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