Un contrato de amor

Capitulo 4

—¿Sam? — Erik está enfrente mío, con una expresión bastante tensa. —¿Qué haces aquí? —mira a mi acompañante.
—Cenando —respondo y miro a su esposa—. Qué bueno verlos, te presento a Julián Palacios.
Se miran entre ellos y ninguno da el paso hasta que mi compañía se pone de pie.
—Su prometido —saluda a Julieta, pero Erik me mira sin poder creer las palabras que acaban de salir de su boca.
—¿Está bromeando? —me pregunta y niego. No me resisto cuando Palacios toma mi mano y dejó un beso en ella. —Sam, tú no crees en el matrimonio; es muy mala broma.
—No es una broma, estamos comprometidos hace prácticamente un año.
Palacios me mira y sonríe. Sabe fingir demasiado bien; tal vez porque es político, se le da tan bien.
—Cariño, nuestra mesa— prácticamente se lo lleva arrastrando y cuando no nos están viendo, quito mi mano y él se pone recto nuevamente.
—curioso tu ex —achino mis ojos—, bastante raro la verdad.
—Me investigaste —tomó un poco de su vino y él ni siquiera se preocupa; cuando dejo su copa, él la termina de un trago.
-No iba a casarme con una mujer sin saber quién era, estuviste a nada de casarte con él, pero algo pasó, ¿Por qué ahora sí?
—Vamos a hablar con la verdad —asiente—. Por mi madre, ella se merece todo. Además, ya termine mi carrera, ¿Necesitas una mujer para la candidatura?
—Sí —la respuesta es simple:
-Podemos llegar a un acuerdo interno - Corro mi plato y junto mis manos.
—Legal —asientó sirviendo más vino y tomó su copa nuevamente.
—No quiero sexo y un vínculo que no sea frente a la sociedad —terminó el contenido de su copa.
- Me parece perfecto, pero no aceptaré tener cuernos. Quiero saber si podemos estar con otras personas.
—No —asiento limpiando mi boca con la servilleta— seremos infelices los dos juntos, 4 años.
- ¿ Que? — Realmente no sé a qué se refiere - ¿4 años de matrimonio?
—Sí, luego tendrás tu libreta y yo me retiraré de mi cargo.
Me conviene
-Digamos que puedo darte lo que quieras mientras seas una esposa perfecta.
—Puedo hacerlo, pero quiero una fuerte suma al final de esta farsa y seré libre de hacer lo que me gusta —estiró mi mano y él la tomó llevándola a su boca, dejando un beso sin dejar de mirarme a los ojos.
—Tenemos un trato —sirve dos copas de vino; la llevo a boca y de un trago la termino. Puede ser mi perdición; pero tendré algo que siempre quise.
Mi libertad




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