Un convento de terror

Relatos de terror

 


He lucubrado incesantemente en la manera de refutar una adherente crónica, en la absoluta forma para testimoniar mi veracidad oculta, de los hechos horrendos que ante presenciaron mis ojos en los añejos tiempos perdidos del pasado, para acomodada ocasión, es preciso mencionar mi pesadilla continua, mi colaborador alterno que ha corroborado verismo a los ensueños de mi relato.


De hecho pocos saben de este inminente hecho, debido que ha nacido de una desgarrante pesadilla que ha invadido últimamente mi espacio somnífero, cobrando vida nuevamente. Ya habían pasado décadas desde que me encontré frente a una inexplicable figura de bestia demoniaca, y se largaron entonces en picadas remotas los años, convirtiéndome en una sombra vacía y ajena a mi cuerpo.


Sin embargo en cambio, no me he ocupado en otro asunto mas, que pensar en miles de formas, de cómo escribiría una crónica, con fines literarios de llegar a las ignotas manos, de mis recientes preciados lectores ilustres, desde la pocilga abundante de intelectos, que nombramos soberana nación.


Inglaterra entonces mi país, milenario de cuentos de horror, relatos macabros, extraños sucesos indefinidos dentro de la intelectual sociedad, había invadido una secuela de soñadores la letra de mi patria, declinándolo hacia el terror por lo que nadie creería mi manifiesto.


En 1926, con la muerte de mi padre, acudió la Tía Claire con el Tío Hans por mi cuidado, donde el destino forjo mi estadía en la nueva familia paternal, allí inicie una carrera de geografía la cual me lanzaría a una interesante aventura.


Debajo de tanta disciplina innecesaria crecí siendo inocente a mi fortuna, logre gozar de ellos tiempos después, pero sin embargo, pese a la rigurosidad de mi educación como sobrino, de lejos me apegaba a la forma que me inculcaba la insulsa tía, más bien fundaba mi propia regla cotidiana, contaba con el apoyo del tío Hans y por medio de el obtenida rienda suelta para mi futuro oficio, era el hermano de mi difunto padre.


Una vez establecido en la ajena casa, convenía en crear vínculos amistosos, de hecho constaba de un solo individuo.


El único mal genio que estaba a la disposición de mi locura era Garber, Frank Garber se constituía en el vecindario del pueblo como el mejor confidente a mi acercamiento confiable, provenía de los más bajos niveles de la sociedad, de las praderas olvidadas, donde el dinero poco proporcionado no alcanzaba lo suficiente para insinuar alguna expectativa.

 

Estábase la calma reinando sobre nuestras soberanas ganas de explorar la tierra y sus rincones indescubiertos, sus inconclusas llanura que enfatizaba nuestro estudio, sabiendo que la dicha profesión convenida por ambos, no contaba con ese tipo de aventuras, más bien pertenecía a la rama gloriosa de arqueología, de igual manera acudíamos a ese tipo de ensoñaciones mientras que el columpio rechinaba debido a la vejez de la cuerda que lo colgaba , a medida que tomaba la velocidad ese vaivén, mas reía Garber con libertad.


Pese al avance logrado con las tareas concluí que algo había entre los lugares que agasaja con mi mano en el mapa, me sedujo de una atractiva manera hasta la tumba de mi obsesión, una curiosidad implacable con su sed de verdades que animo a mi espíritu en una búsqueda.


Era pues unos días de Julio, la mañana se había aproximado con su aire caliente que abrumaba una inquietud dentro de mí, Garber y Yo habíamos permanecido en vela toda la silenciosa noche, el elaboramiento de nuestro proyecto para un examen, había despertado tanto interés de estudiar, que con poca atención habíamos olvidado el curso de la hora.


El rincón poseía la ventaja de ser el sendero de una ventisquero, un pasadizo de fragantes aromas, con inmenso confort de nuestro siglo, habíamos concluido con el trabajo estudiantil, Garber se arrimo hacia el abandonado columpio con enorme afán de olvidar la fatiga, logrando cargarse en ella. En cuanto a mí, me acerque a una columna que pertenecía a la cuadrilátera casa, una parte del corredor vacío, logrando recostarme unos minutos allí. _ No te parece que nos falta algo fuera de este proyecto de geografía, habíamos sido poseídos por el arduo trabajo, pero aun me hallo disconforme con el resultado, era algo que debía ser excepcional. Garber hemos estado en frente de nuestros libros cartográficos largos días, años enteros, pero jamás tuvimos la libertad, de ir más allá del límite de nuestro territorio poblacional, estoy seguro que si emprendemos un viaje de una semana, el resultado variaría mucho, y ayudaría bastante para con el examen, opino que nadie lo estaría considerando hacer algo semejante_


Garber detuvo su columpio bajando los pies inmediatamente contra el piso, cavilo unos segundo y volteo hacia mí.


_ ¿Te parece que eso sería lo correcto? ¿No te satisface lo que hemos logrado? aunque también pensar en este tipo de alternativas tampoco suena mal, adonde piensas que deberíamos ir.


_En realidad no tengo claro un lugar exacto, pero propongo que lo hagamos al azar, seria mas bueno para que descubriésemos algo afuera de los papeles que cargamos, algo invisible en los mapas, seria fenomenal, nuestros nombres en los semanarios por haber descubierto un lugar diferente_ añadí convencidamente


_ perfecto_ respondió Garber un poco contagiado por mi entusiasmo.


Me levante de un fuerte tirón, y me establecí en el guardarropa de mi habitación, no pronuncie ante ninguna familiar el motivo de mi viaje, planeaba llevar el silencio todo manifiesto antes una mejor finalidad, con algo nuevo progresante y fenomenal.

 

Al rato, Garber con sus nervios elocuente y yo, con un gabán que abrigaba mi cuerpo abarrotados de papeles y mapas, estábamos dispuestos en un viejo autobús que se dirigiría hacia el norte, fue rápidamente iba copadondose de extraños que viajan a diario por todo el país, avanzando hacia una zona desértica y quien sabe más adelante. Garber jamás había salido del pueblo, de igual manera me encontraba con cierta imprecisión en las afueras del pueblo.



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En el texto hay: relatos de terror

Editado: 20.05.2019

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