Después de que David se fue, Michael llevo a Mariane por sus pertenencias en el hotel, no sin antes descargar todo el afecto del que se habían privado en su breve separación. Los días sin estar a su lado casi lo mataban.
La boca de Michael poseía la de Mariane de forma dominante, reclamándola con ímpetu y habilidad, sus lenguas en una ávida pelea pasional.
Las manos de Mariane recorrían el marcado torso de Michael, levantando por completo su camiseta hasta retirarla de su cuerpo. Quería sentir su piel contra la suya, el abrazador calor que emanaba de sus cuerpos anhelantes.
Michael tocaba con deleite cada curva del maravilloso cuerpo de Mariane, apreciando cada parte de él. Con cada roce de la palma de su mano, Mariane se agitaba en olas casi agonizantes de placer y la noche apenas estaba comenzando.
Esa modesta habitación de hotel era perfecta para ellos, no necesitaban nada de lujo, porque lo más valioso que tenían era su ferviente amor.
Mientras la noche continúa llena de besos, caricias y placer.
Regresaron a casa de Michael por la madrugada, como si fuesen dos jóvenes adolescentes a los que sus padres regañarían.
Los padres de Michael dormían, entraron con sigilo, ya en el dormitorio, cubrieron sus cuerpos con la manta, mientras acurrucaban sus somnolientos cuerpos.
Por la mañana Mariane decidió acercarse a la cocina, el aroma de los panques y el tocino despertó su apetito.
—Toma cariño, no sé qué sucedió, pero aquí tienes las puertas abiertas, ya te consideramos parte de la familia. Dijo la madre de Michael notando la mirada de tristeza que inundaba a Mariane, al recordar a su padre y como este la había defraudado.
La señora Mónica, la abrazo con gentileza. Fue un sentimiento agridulce, al recordar a su madre.
Mónica usaba el mismo perfume que ella, vainilla y cítricos como un dulce pastel de naranja.
— ¿Señora Mónica que perfume utiliza? Me gustaría tener el mismo, es un aroma agradable.
Había buscado por años en el ático entre las pertenencias de mi madre e incluso en tiendas departamentales, pero sin éxito alguno, jamás encontré ese aroma.
—Gracias Mariane eres muy linda, pero no utilizo perfumes, soy alérgica a la mayoría de ellos.
— ¿Que?
Esa simple frase. Despertó sospechas casi delirantes en Mariane respecto a Mónica.
— ¿Estas bien? Te ves pálida, pareciera como si hubieses visto un fantasma.
Mire a detalle el rostro de la madre de Michael, eso era imposible.
—Es que me impresiono el hecho de que no utiliza perfume, huele muy bien.
— Debe ser por el trabajo, soy repostera en la cafetería local, supongo que el aroma de los postres se queda en mí.
—No sabía que usted era repostera, me encantaría probar alguno de sus pasteles.
Cuando Mónica continúo con sus labores, corrí a la habitación en busca de mi bolso. Debía comprobar algo. Sino en verdad estaba delirando. Por suerte Michael aun dormía, siendo inconsciente de la descabellada idea que se estaba formulando en mi cabeza.
Tome la foto vieja y descolorida por los años, en donde mi madre me sostenía de pequeña. Mi corazón se detuvo. No podía ser verdad, pero, tenía la misma sonrisa, su rostro había envejecido por el transcurso de los años, aun así, era ella.
Tome los pedazos de mi niña interior y afronte a la mujer en la cocina.
— ¿Eres Isabel?
Isabel era el nombre de mi madre. Isabel Layne.
El tazón que sostenía con fruta resbalo de sus manos, impactándose en un sonido estridente contra la superficie de mármol. Ahora quien se encontraba pálida era Mónica, asimilando mi inesperada cuestión.
— ¿Que dices Mariane? ¿Quién es Isabel?
— ¿Vas a seguir fingiendo? ¿Enserio mamá?
Esa última declaración salió rota de mis labios, estaba llorando, aun así, con manos temblorosas eleve a su vista la diminuta fotografía que solía llevar.
— Esta eres tú ¿no es así? Mónica Isabel Layne. La madre que creía muerta.
— Mariane yo...
— ¿cómo la llamaste Mariane?
La voz de Michael interrumpió nuestra intima conversación.
— Michael, creo que Mónica es mi madre, sé que es raro decir eso, pero mira esta fotografía, esa es mi madre de joven y Mónica se parece demasiado...
Miré a Michael que lucía consternado por la información revelada, aun así, corrí a sus brazos en busca de consuelo. Acababa de descubrir una verdad dolorosa. Mi madre estaba viva.
— ¿Eso es verdad? ¿Eres la mujer de la fotografía?
Michael cuestionaba a su madrastra con ese tono demandante que lo caracterizaba, el necesitaba respuestas, el mundo que Mariane conocía se caía a pedazos y él no sabía que hacer más que sostenerla en sus brazos. Su padre la había dejado de lado y ahora al parecer su madre nunca estuvo muerta.
Mónica veía la escena aterrorizada, ella no esperaba que la verdad saliera a la luz tan pronto, ella había deseado encontrar el momento adecuado para confesarle la situación a Mariane, porque si, ella era su madre.
— Es verdad, soy tu madre Mariane, pero todo tiene una explicación, por favor escúchame.
Mariane no la había mirado desde que se refugió en Michael, no podía mirarla. Su madre no sabía todo lo que ella sufrió y lloro después de su muerte. En su corazón una parte se sentía vacía, aunque Anna era amable nunca logro acercarse completamente al papel de madre. Ella siempre la necesito.
— ¿Cuál es tu explicación? ¿Porque motivo me dejaste sola en esa casa? ¿Tienes idea de todo lo que sufrí por tu partida?
—Mariane tu padre antes era amoroso y divertido, pero conforme pasaban los años cambio. Era controlador, nunca estaba en casa, hasta que un día me prohibió salir, incluso escondió todo mi dinero, él me tenía en una prisión, te amaba hija y por eso ya no podía estar en ese lugar, merecías crecer en un hogar feliz, cuando estaba por salir el llego, te arrebato de mis brazos y me prohibió llevarte conmigo, no podía hacer nada, él era demasiado poderoso, incluso tus abuelos intentaron ayudarme para recuperarte, pero él consiguió documentos falsos donde me culpaba de robo a su empresa, me iba a meter a una verdadera prisión. No teníamos autoridad contra él, pase un año luchando por ti, pero la ley estaba de su parte. Él me mandaba cartas amenazándome y tenía gente vigilándome, no podía acerarme a ti, caí en una depresión que termino en un intento de suicidio, fue cuando conocí al padre de Michael. Íbamos a sesiones grupales, Thomas también estaba en depresión, había perdido a su esposa meses atrás, era un hombre viudo con un pequeño bebé, te extrañaba tanto que al ayudar a Thomas me ayudaba a mí, Tener a Michael fue mi salvación. Nunca te olvide Mariane, cada año intentaba visitarte en tu cumpleaños, él siempre me impedía verte, dejaba regalos y cartas afuera de la casa, con la esperanza de que algún día llegaran a tus manos.