Al salir de la mansión Wilson, Michael estaba afuera en el automóvil.
Su pelo estaba húmedo y lucia más joven con la ropa casual, jeans oscuros y una camiseta básica en color azul.
No tuve que decir ni una palabra, amplio sus brazos en señal de recibimiento. Corrí a él como siempre hacía, su aroma a jabón y su loción corporal mentolada inundó mis fosas nasales. Reconfortándome con la extraña calidez que eso me transmitía.
— Llévame a casa Michael.
Lo mire suplicante, necesitaba una tarde libre lejos de todos los nuevos acontecimientos de mi vida. Y lo único que necesitaba para sentirme así, era Michael.
Me presiono con más firmeza contra su pecho, notando como su respiración sincronizaba con la mía.
Michael detuvo el auto al otro lado de la ciudad en el suburbio Lewis Bennett, una residencia de casas con dos pisos de un tamaño adecuado, no eran mansiones, pero tampoco una miniatura. Todas con aspecto contemporáneo y en tonos blanco combinado con mármol o madera, eran hermosas.
— ¿Que hacemos aquí cariño?
Michael me sonrió con sorna, pero no dijo ni una palabra. Abrió mi puerta y me condujo a una de las residencias, tenía jardín con un verde césped y algunas rosas diminutas que recién brotaban, el buzón de acero en color negro que estaba personalizado con letras “T M" en dorado me ilumino, esta era la nueva casa de Michael.
— Bienvenida a casa.
—Dios, Michael, es preciosa. Bese sus labios con lentitud, pero me aleje rápido, estaba impaciente por conocer su nuevo hogar.
Junto mi mano con la suya y me adentro a su nuevo hogar. Las paredes al igual que el exterior, eran blancas, el piso era de mármol, en un acabado de distintas tonalidades de negro. Al entrar había un pasillo con un espejo alto, y un librero. Al atravesar este, se encontraba la sala de estar, los muebles del viejo apartamento de Michael estaban en el área el tapizado negro lucia lustroso, la alfombra gris cubría parte mármol, fuera de los muebles todo estaba vacío, paredes lisas, estanterías sin decorar.
Era extraño considerando que a Michael le encantaba tener su toque hogareño.
— ¿Porque no tienes decoración? Pregunte inquisitiva, desconcertada porque a Michael nada se le pasaba por alto, era el señor orden y perfección.
— Porque, quiero que mi hermosa novia se encargue de ello. Esta casa es toda tuya, nena.
— ¿Hablas enserio? Dios Michael, esto es una decisión muy importante.
Mariane estaba asumiendo que Michael le decía entre palabras que ella debía mudarse con él. Tener una nueva etapa en su relación, vivir juntos.
— Desde que te conocí, nunca dude de nada cuando se trataba de ti, cariño, nunca me considere el hombre más asertivo del mundo, aunque intento dar soluciones rápidas y correctas en cuanto a todo en mi vida, siempre he dudado un poco, pero decido eso porque es lo mejor de todas las ideas que cruzan mi cabeza a velocidad de la luz. Pero desde la noche que apareciste en mi vida, nunca nada se había sentido así, había tenido citas y conocido chicas, pero tu pequeña Mariane, con tu metro y medio, esa sonrisa traviesa y esos ojos grises tormenta en los que me puedo perder por horas, despertaron un mí una atracción inmediata, jamás deseé conocer a nadie en mi vida como cuando te vi a ti. Y lo supe, sabía que debía acercarme a ti. Y ahora todo lo que quiero es tenerte conmigo todos los días.
— Michael, nunca me considere una chica cursi, el romance y la miel la toleraba únicamente en los dramas de romance y me daba nausea cuando mis amigas se enamoraban con locura, pero creo que era porque no había experimentado el amor de verdad. Ese que solo tú me has mostrado, te amo Michael.
— Diablos cariño, por poco iba a salir corriendo, es la segunda ocasión en la que pensé me propondrías matrimonio.
—¿Que?
Mi cara estaba roja y una risa infantil salió de mí, en conjunto de un par de lágrimas, Michael, siempre debía aligerar la miel con un poco de humor, era mi dosis perfecta de romance, dulce y divertida.
— Siento desilusionarte cielo, pero, esa debería ser tu tarea. Guiñe mi ojo con picardía.
Ahora Michael reía mientras aceptaba mi sugestivo comentario.
—Tienes razón cariño, no te pongas muy cómoda nena, que no serás soltera por mucho tiempo.
Mis entrañas dieron un vuelco de emoción, Michael planeaba proponerme matrimonio, y yo no podía estar más que de acuerdo en aceptar su propuesta.
—Está bien, pero ahora vamos a ver una buena y clásica película de romance. ¿Tienes palomitas?
—Bueno en realidad, no tengo nada en el refrigerador ni en el almacén.
Me dio su sonrisa de niño inocente.
Si Michael, era el hombre más responsable del mundo, y la concina se le daba de maravilla, pero era un desastre para recordar hacer la despensa sin olvidar que su vida ajetreada de oficina le consumía mucho tiempo.
— De acuerdo primero vamos a comprar un par de cosas.
Michael ponía comida en el carrito como si fuera a alimentar a todo un equipo de futbol americano. Michael estaba en forma gracias al gimnasio, pero si él podía comer bastante bien cuando tenía hambre. Y bueno yo no acostumbraba a alimentarme como modelo de victoria secreto.
Una hora de compras después, estábamos acomodando todo en casa. Yo el refrigerador y Michael el almacén.
Mientras sacaba un par de cervezas Michael preparaba las palomitas en la sartén, les había puesto demasiado esfuerzo, midió la cantidad de mantequilla que agregaría y la sal, yo solo tomaba con la cuchara tradicional un poco de mantequilla y agregaba una pisca de sal al inicio y final de la preparación de mis palomitas.
En nuestro maratón de películas incluí todas contra John, diez cosas que odio de ti, la película que de adolescente me hizo reír hasta llorar y la que me convirtió en una fanática de la canción Can't take my eyes of you si, era una romántica de closet. Nunca diría en voz alta que mi sueño cliché de romance era que el amor de mi vida, se declarara ante mí, cantando una cursi canción que describa todo su amor hacia mí, tenía una imagen que mantener.