Un Corazón Distinto

C A P I T U L O 5

Lo de ayer fue solo un momento, un momento en dónde el rey se a humillado con una "concubina", el rey me mira con furia pero yo no hice nada, el que se pasó de copas fue él. Me siento en la silla de oro junto a la pelirroja que me mira iracunda, pero el rey vino a mi, no es mi culpa que el rey me haya preferido a mi que a..., le estoy quitando el lugar a Elizabeth. A de pensar lo mismo que yo ante los comentarios de las demás pero ella se siente amenazada por que me eligio a mi cuando siempre la elige a ella. Entiendo.

—¿Ya están todos reunidos? -preguta el rey a un guardia.

—Ya, alteza...

—Bien -el "don rey" se levanta de su asiento que encabeza la mesa-. He pedido una reuión pues faltan ocho días para que los soldados que fueron mandados al otro reino de Cecarelli regresen. Queremos hacer o preparar una celebración para ellos y ustedes estarán en esa preparación, el señor Barbieri les va a instruir como las concubinas que son a bailar, a como tratar a los hombres y más cosas que Dios sabe. Era todo, traegan la comida. -se sienta.

El rey me mira y Elizabeth se da cuenta asi que ella comienza a hablarle para llamar su atención pero parece que nada lo detiene a mirarme. Muy incómoda me levanto de la silla ganando la atención de todos pero no me importa, me dirijo a la puerta y uno de los guardia la abre y saliendo de aquel cuarto camino hacia el baño. 

Me siento nerviosa, la ansiedad esta comenzando a crecer y como me pongo no es muy bonito, mis manos empiezan a sudarme, mi corazón está comenzando a ir muy rápido y mi mente se está poniendo muy borrosa. ¿Qué me pasa?. Tenía tiempo de que me sucedia algo así.

Camino más rápido pero me jalan tomando mi antebrazo, mi visión está borrosa.

—¿Qué le pasa? Si llega a decir alguna palabra sobre ayer no dudaré en matarla. Fue una equivocación...

Escucho su voz pero me es muy lejana, estoy sudando y trato de no dormir o desmayarme. No tengo fuerzas y antes de llegar al piso el rey me sostiene de mi cintura y me pega a su torso rodeandome con sus brazos.

—Paulette..¿qué le pasa? -mis ojos me son pesados-. No cierre su ojos, mireme -lo estoy mirando-. ¡Mireme! -está ¿asustado?-. ¡Busquen a un doctor!

—No... puedo respirar -susurro.

—Va a estar bien. ¡Llamen al doctor! ¡¿O lo repito con una pistola apuntandolos?! -brama desesperado.

La cabeza me pulsa, me duele, siento que con mi sudor puedo hacer una alberca, se me está dificultando respirar, las manos me tiemblan y mi miedo crece ante la idea de que pueda morir ahora mismo.

—No cierre sus ojos. La voy a cargar, con permiso de usted...

—SÍ...

El me carga y no tengo control en mi misma pues mi brazo cae bruscamente al aire, mi cabeza se hecha atrás y mis piernas están completamente flojas.

—La llevaré a su cuarto. ¡Abran la puerta! -grita pero sé que no estamos en frente de mi habitación pues su respiración es muy agitada y da zancadas-. ¿Puede levantar un tanto la cabeza?

¿No ve qué casi no puedo hablar?

—No...

—Se está poniendo caliente... Si se golpea con la puerta no me culpe. -siento como se hace un lado y entra a mis aposentos, me deja en la cama para luego poner su dorso en mi frente-. ¿Tiene temperatura?

—Alteza, el doctor...

—¡Hagalo pasar! 

Está desesperado.

—Majestad...

—¡Deje la reverencia después y atiendela!

—Claro -siento las manos del doctor que son frías y suaves. Toca mi frente y luego con sus dedos abre mi ojo y solo veo una lucecita lejana-. Sus pupilas están dilatas. -toma mi muñeca-. Le tiembla las manos y está sudando. Es un ataque de ansiedad alta...

—¿Puede morir? -pregunta el rey.

—Su corazón debe ir muy rápido, puede llegar a morir en cualquier mometo si sigue así

—¿Ya le revisó el corazón?

—Aún no..

—¡Hagalo!

El doctor deja mi muñeca y lo dejo de sentir por unos segundos hasta que en mi pecho se siente una cosa rendonda.

—Sí -el doctor quita el instrumento-. Va rápido su corazón. Necesita que la tranqulicen y unas recetas para tratar los ataques de ansiedad pues cuando es así de alta significa que ya a tenido más ataques.

—Bien, retirece y a los guardias dele la receta.

—Alteza...

Solo escucho como abren y cierra la puerta y en adelante ya no sé que a pasado.


 

... 
 


 

Giro y giro encontrando una posición cómoda pero no lo consigo, vuelvo a girar pero choco con unas piernas, de verdad no quiero abrir mis ojos solo quiero seguir durmiendo pero  la curiosidad me está ganando... los abriré solo poquito si no se me quitará el sueño. Abro un ojo y unas piernas largas envueltas en una tela negra es lo primero que miro, abro mi otro ojo y subo mi mirada que conecta con la del rey.
 


 

Me enderezco enseguida sentandome en mi cama.
 


 

—¿Qué hace aquí?
 


 

—Le dio un ataque de ansiedad, no la iba dejar sola.
 


 

Cierto, el ataque... tenía tiempo de que no me daba uno.
 


 

—Dice el doctor que fue muy alta. Digame una cosa, señorita Petit -el "don rey frunce el ceño"-. ¿Ya había tenido ataques de ansiedad antes?
 


 

Son mis problemas personales, no sé como para que se mete.
 


 

—¿Quiere que le responda, alteza? -digo retando.
 


 

—¿No lo hará?
 


 

—Son mis asuntos...
 


 

—¡Solo digame! ¡Estaba a punto de morir y  sigue retandome! ¡¿Qué no le importa su vida?!
 


 

¿Por qué se pone alterado? Fue a mi quien me dio el ataque, no a él, no somos nada ni tenemos lazos para que se ande poniendo así.
 


 

—A los doce empece a presentar ansiedad... -hablo luego de unos minutos de silencio-. Mi madre me ponía a vender unas cosas y cuando no llegaba a un punto de ventas me empezaba a gritar, más chica me explicaba el porque tenía que llegar a tal venta pero luego cuando crecí comenzó a gritarme..., mi padre no hacía nada y decía que me amaba -sonrío amargamente-. Gritaba todas las noches mi madre, me regañaba por no hacer las cosas a su manera y empece a tenerle... temor y ahí empece a tener ansiedad, luego a los quince años tuve mi primer ataque y eran seguidos pero eran leves..
 



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En el texto hay: rey, victoriana, concubina

Editado: 19.04.2024

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